BALALAIKA EN CLAVE DE SON

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

1. El Salón de Espejos

Cuando Federico Fellini afirmaba: Non voglio dismostrare niente; voglio mostrare, no hacía más que reafirmar la tesis de que el artista, en principio, trabaja sin tesis, o al menos sin el acartonado manual de éticas y deberes que la crítica o público a veces quieren ver en las obras de arte. El artista trabaja con tres elementos que son los que más adelante, si se quiere, desarrollarán una ética; a saber: su talento, sus sentimientos y su memoria.

Estos parecen ser en definitiva los elementos argamasa para la construcción de la Balalaika… elementos que están en toda construcción literaria, pero que rara vez tienen una presencia tan notoria como en esta segunda novela de Adriano Corrales Arias.

Balalaika en Clave de Son es una madeja de recuerdos, un hilo que desatamos lentamente para ir rehilando lo que somos o pretendemos ser; a veces para juzgarnos, otras para disculparnos y en definitiva también para pretender entendernos. Los personajes son protagónicos y no lo son, porque no saben si hablan de sí mismos o de otros, no saben si tienen interlocutor porque quien escucha es a menudo el recuerdo del otro o la otra, no el ser que está frente a ellos y que por virtud del tiempo ya es un otro, un aquel, un Ella o Él cuya presencia es, en el mejor de los casos, simplemente fantasmagórica.

fotoNo se trata ya del manido recurso del alter ego al estilo de William Wilson de Poe, sino de un ser infinitamente más trágico en su abulia vital. Los personajes de Corrales son varios y son uno y a ninguno de ellos le interesa gran cosa darse cuenta de si son ellos mismos o no. Tanto es así que se cartean, se ofenden, se aman y se suplican sin cuestionar a fondo jamás quién es quién. En este sentido viven plenamente la multiplicidad posmoderna del yo. No están aquí para destruir a su alter ego y sobrevivir ellos mismos, sino que están como los Ham y Clov de Beckett, tan solo para amarse y odiarse indefinidamente.

2. El Pequeño Libro Rojo del Amor

El tema político en la novela, fuerte como es, no lleva al lector a una enseñanza política propiamente porque la ética de la Balalaika es la ética de los sobrevivientes, no de los ganadores o perdedores. Estos personajes cuestionan su pasado y las actuaciones tanto de ellos mismos como de sus dirigencias, y aunque hay dolor y nostalgia, no hay ni negación de su pasado ni abandondo de sus ideales primarios. Siguen soñando con un mundo mejor, solo que ya no están tan seguros de si eso ocurrirá en el lapso de sus propias vidas.

Ahora bien, son sobrevivientes de un holocausto político, por lo que llevan en sus frentes la marca de Caín, aquella que el vencedor siempre impone a sus enemigos. La marca que ahora llaman “izquierdista reciclado”. Pero por esa marca, de la que tampoco se avergüenzan, llevan muchas otras de mayor valor para ellos: no solo heridas de bala y cictarices varias, sino las marcas que construyen esta novela: la marca del terror cuando el ser humano se suelta a devorar al ser humano.

Y a la marca del amor cuando el ser humano se suelta a amar al ser humano. El resultado de esta fricción es una raza de seres infinitamente más tristes, pero también infinitamente más tiernos que los mal llamados “vencedores”.

3. Los Engranajes de Este su Silencio

Las mujeres de esta novela tienen nombre (Lina, Stoika, Tenchy, Alodia) y algunos personajes masculinos secundarios también los tienen como Eugenio y El Planeta, pero el protagonista masculino –sea cual sea de los personajes– nunca aparece por nombre. Esto podría insinuar que el autor esconde su identidad a través de varios narradores protagonistas, pero esta tésis simplista se nos esfuma cuando vemos que las diversas protagonistas femeninas, aunque con nombre propio, son tan desdibujadas y múltiples en esencia como los masculinos.

Por eso la novela se conforma con los pronombres Ella y Él, con mayúscula, para permitir un diálogo que de no estar minimamente identificado solo quedaría en la esfera del ruido que produce el subconsciente. Aún así, hay también capítulos en que los diálogos entre Él y Ella solo se diferencian por punto y seguido empezando con mayúscula. Si el lector parpadea, puede que no sepa quien está hablando. Pero ese, me parece, es el propósito del texto. El desdibujamiento de los diálogos va a la par de una persistente tendencia a enumerar barrocamente lo circundante: bares, cantantes, músiucos, barrios, eventos, amigos, etc.

Este recurso ayuda a producir ese ruido de fondo que siempre está en lo onírico o lo alcohólico, en todos los mundo liminares en que la consciencia está solo en parte, el espacio que media entre ella y la “realidad” es ese que se llena de enumeraciones y diálogos dispersos, un mundo donde los personajes, de tener cuerpo, serían como esos desnudos semiemborronados que tanto obsesionaron al pintor Francis Bacon. Pero en Adriano Corrales se juntan más elementos que los cuerpos sin definir: está el mundo de los deseos, el de las nostalgias y en definitiva el del desencanto. Por eso la psicología de estos seres siempre es un comienzo pero no un final.

El ansia de que las cosas hubieran sido distintas los va borrando como acuarelas en la lluvia. Por eso la Balaika termina como termina. Nada pasa y siempre queda el deseo.
Esta demás decir que la novela se aleja airosa del lirismo sentimental de la novela romántica o del realismo endémico de la novela política en Costa Rica. Balalaika en Clave de Son es un mundo intermedio entre el amor y el odio, o mejor dicho, es una mezcla del amor y del odio que viven sus personajes. Es íntima y pública, tierna y grotesca. Y una novela así, ya lo sabemos, necesita inventar su propio lenguaje; el lenguaje quizá, que va conformando una nueva sensibilidad.

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* Escritor costarricense (n. 1958).

De Adriano Corrales Arias Ediciones del Leopardo publicó en Buenos Aires, en 2003, su novela Los ojos del antifaz, que puede leerse gratuitamente en la biblioteca virtual multilingüe Wordtheque (www.wordtheque.com/pls/wordtc/new_wordtheque.w6_start.doc?code=53869&lang=ES).

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