Bolivia: – CONFRONTACIÓN, ENFRENTAMIENTO, TEMOR

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

AUTONOMÍA COMPLICADA

La situación en Bolivia se complica cada día mas, el enfrentamiento entre sectores sociales se hace cada vez mas latente, los habitantes de San Julian, población vecina a Santa Cruz que tiene fuerte presencia campesina de filiación masista por medio de un cabildo popular resolvió un bloque de camino cuando, a pocos kilómetros, se realizaba el cabildo autonomista en Santa Cruz.

Mario Ronald Duran Chuquimia*

La gestión Morales al conceptualizar su gestión como «revolución democrática y cultural» pretende/ía realizar cambios políticos, sociales, étnicos, económicos y un largo etcétera. Asumiendo que la mayoría electoral obtenida en Diciembre de 2005 le daba carta blanca para tomar las medidas que creyeran convenientes para el país. Bajo esta perspectiva, la línea que guía al gobierno es avanzar sin consensuar ni concertar.

Los estrategas masistas con cierto añoranza a las victoriosas revoluciones rusa, la china, la cubana y la nicaragüense pretenden y desean creer que ellos tuvieron su larga marcha del Yenan, que estuvieron en Sierra Maestra, que Sucre es Petrogrado, razonan que la Asamblea Constituyente es el espacio para concretar la revolución y no como todos sabemos, un espacio para el acuerdo entre sociedad, estado e individuo.

Esa falsedad denominada «revolución» ha hecho cometer tropiezos políticos a la gestión Morales, cuya gobierno que bien pudo ser, cual emulo de Mandela, un gobierno de todos los bolivianos que en un principio tuvo un porcentaje de aprobación del ochenta por ciento apoyado con una estabilidad macroeconómica, y no como ahora, considerado por la población como un gobierno que exacerba odios regionales y étnicos.

Una derrota cuesta mas que cien victorias

Napoleon Bonaparte, soldado y estratega decía que «una derrota cuesta mas que cien victorias», por lo que la derrota política que le significa los dos tercios a Evo Morales apañara los éxitos de su gestión: la renegociación de los contratos petroleros (mal llamada nacionalización), sus actos de justicia social como el Bono Juancito Pinto, la nueva ley INRA que cobrara impuestos al erial campesino y la revalorización de las masas sojuzgadas.

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* El autor agradecería recibir comentarios, críticas y opiniones en su blog Palabras Libres (www.analiza.tk.

ENTRE LA IDEA DE REFUNDACIÓN Y LA GUERRA CIVIL

Evo Morales se acerca a su primer año de gobierno con simultáneos frentes de conflicto abiertos y una oposición en pie de guerra.

Oscar Raúl Cardoso*

Por toda la violencia que signó su desarrollo desde la independencia en 1809, Bolivia ha conseguido esquivar el pozo ciego de una guerra civil. Esto puede parecer un flaco consuelo para una nación que ha visto perder más de la mitad de su territorio original a la codicia de sus vecinos; el puerto de Antofagasta a Chile en el siglo XIX y el estado de Acre a Brasil en 1903, entre otros. Pero el enfrentamiento fratricida no fue en Bolivia una de esas pesadillas que los pueblos sueñan despiertos.

¿Puede que esto cambie ahora, en pleno siglo XXI? Si uno se atiene al tenor del debate actual entre el gobierno de Evo Morales y sus opositores de la derecha del arco político, el horizonte de una guerra civil, que podría incluir un quiebre en la geografía política del país, parece por momentos incómodamente cercano.

Morales habla abiertamente de la amenaza golpista de esa derecha y de resistirla por la fuerza si fuese necesario, y sus adversarios de «independizar» los cuatro departamentos (provincias) de la «media luna» oriental —Pando, Beni, Santa Cruz y Tarija— que son también las más ricas del país. Esta es una ecuación de extremos cuyo resultado final puede, sí, ser el infierno tan temido.

Es posible atribuirles a ambos bandos una dramatización deliberada de las circunstancias para reforzar sus propias posiciones. Pero el hecho de que las ideas más oscuras sobre el futuro nacional lleguen a la superficie de las cosas en el mismo momento en que una Asamblea Constituyente intenta, sin éxito hasta el momento, una refundación del Estado y del pacto social que deberá unir a los actuales y futuros bolivianos hace temer también una profecía autocumplida. Aquello que todos vaticinan pero ninguno quiere realmente que suceda puede suceder.

«¡No viviremos como esclavos; dos tercios o nada!», rezaba ayer una de las —para muchos— enigmáticas pancartas de los manifestantes convocados a los cuatro cabildos abiertos en los departamentos levantiscos, con el objeto de presentar un frente multitudinario de oposición a Morales. Morales acuarteló al Ejército, pero en rutas y calles ya se habían producido (el fin de semana) enfrentamientos entre los grupos con muertos y heridos.

El centro actual de esta puja puede parecer un arcano; se centra en un artículo del reglamento –el 71º– que se dio esa Asamblea que establece que los constituyentes pueden aprobar los artículos del nuevo texto constitucional con una mayoría simple.

La matemática: la Asamblea tiene 255 miembros de los cuales el oficialismo cuenta con 137. Si la mayoría es directa (128 votos) Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS) podrían obtener una Constitución hecha a la medida del deseo. Si la norma es dos tercios, deberán negociar cada renglón de la nueva ley suprema con la oposición, horizonte desalentador para el presidente. La Constituyente ha sido reducida por el retiro de los delegados opositores a una escenificación hueca y ya hay quienes vaticinan su fracaso por la incapacidad de negociar posiciones, advirtiendo que puede vencer su plazo legal –agosto del 2007– sin tener un nuevo texto.

El argumento de los opositores parece una clásica reivindicación de principios de la teoría democrática. La mayoría directa es, dicen, una forma de excluir a las minorías, de dejarlas con apenas un hilo de voz pero sin fuerza para defenderse. Es también el modo que tiene Morales de contrabandear su «marxismo» en la ley de leyes y de asegurar condiciones que perpetúen a la izquierda, si no al propio presidente, en el centro de un poder que describen como «totalitario». Para más datos demonizadores, agregan que lo que quiere realizar es un remedo de la revolución bolivariana de su amigo, Hugo Chávez.

Pero ¿es realmente así? En esto ambos se parecen en algo, aunque no en lo que gritan sus respectivas oposiciones. Ninguno es el candidato apropiado para el sayo de autócrata o tirano. Ambos tienen innegable legitimidad en la voluntad popular expresada libremente –Morales ganó hace un año con un inédito 54% de los votos– y ninguno ejerce en sus países un perfil represivo siquiera vagamente parecido al de los regímenes dictatoriales. No importa lo que se piense de su calidad como gobernantes, tiranos no son.

Morales ejerce, desde la perspectiva económica ortodoxa, una dosis adicional de cautela por sobre las prácticas de Chávez; en sí mismo esto no es necesariamente bueno pero habla a su favor desde la óptica de sus adversarios. En un año de gobierno, resistió fuertes presiones para conceder aumentos en el salario mínimo y en el que cobran los agentes estatales. Y el 2006 terminará superavitario para las arcas públicas en un cinco por ciento (-2,3% en 2005).

El Tesoro público crecerá en el 2007 un 7% del PBI, se estima, por el efecto del aumento de la recaudación sobre la riqueza energética que las empresas productoras aceptaron después del decreto supremo del pasado 1ø de mayo, no porque quisieran ayudar a Morales sino porque el petróleo y gas natural de Bolivia siguen siendo un buen negocio para ellas. Y el gobierno ha incluido la creación de un fondo de estabilización para hacer frente a tiempos en que los precios de la energía y de los minerales sean menos favorables que hoy.

Por supuesto, habrá también más inversión social, algo que Bolivia —donde dos tercios de sus nueve millones de habitantes viven en la pobreza— viene reclamando a gritos desde el fondo de su historia. ¿Esto significará menos para la minoría acaudalada? Sí, porque la distribución es siempre un juego de suma cero, pero no las reducirá a la miseria ni tanto menos.

Si se piensa que una buena parte de la nueva riqueza irá en cualquier caso a los departamentos que hoy aparecen rebeldes, ¿cuál es el fondo de la discusión? La refundación política, porque lo que intenta Morales no tiene que ver sólo con la distribución del ingreso, sino con el reparto del poder político que en Bolivia tiene aún un sesgo decididamente oligárquico.

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* Periodista. En el diario Clarín de Buenos Aires (www.clarin.com).

ocardoso@clarin.com.

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