Bolivia: crónica de la revolución que no viene

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Algunas corrientes de la izquierda boliviana, en particular una enorme
diversidad de grupos, corrientes y tendencias troskistas, se han aglutinado en torno a la dirección de la COB y a Solares. Tenemos el mayor respeto por muchos grupos y personas de orientación troskista en diversos países, pero hay otros que se basan en el más puro dogmatismo mecanicista, lo que les hace priorizar más por la racionalidad instrumental, los objetivos predeterminados y las estrategias a rajatabla, que por el acompañamiento de los acontecimientos, la
situación concreta y el posicionamiento de los diferentes sujetos sociales.

Las organizaciones noticiosas de esos grupos, en especial Econoticias y
Bolpress, nos bombardean cada día con la inminencia de la revolución obrero campesina y el papel de “vanguardia” y “liderazgo” de Solares y la COB.

Ya hemos comentado (www.pieldeleopardo.com/modules.php?name=News&file=article&sid=1174) que la base de sustentación de la actual COB está en los mineros cooperativizados y no en la casi inexistente clase obrera boliviana. La segunda fuerza de sustentación social de la COB está en los maestros, donde pululan las más variopintas corrientes del troskismo junto a otras formaciones de izquierda tradicional, sin conseguir el pleno control en varias regiones, lo que ha llevado a que la iniciativa de las Asambleas Populares se haya presentado como una agregación a las regionales y distritales de la COB. br>

Sin duda se trata de una iniciativa importante destinada a darle sentido a las movilizaciones: arribar a las asambleas regionales, pero al someterlas a las estructuras locales de la COB: las COD y las COR, consideradas por Solares y su grupo como los ejes de organización de esas asambleas, la idea nacería castrada, pues no serían más que poleas de transmisión de las decisiones cupulares. Y ya sabemos a donde conduce eso.

Como dicho también anteriormente, Solares se opone firmemente a la asamblea constituyente, que siendo en efecto una salida institucional, permitiría el avance de las propuestas locales, étnicas y otras, lo que, aunque más largo al parecer, sería un camino más seguro de consolidación de capacidades locales.

Tampoco nos parece necesario adscribir a esa constituyente de manera
intransigente, pues si las organizaciones locales se dotan de instrumentos propios para desplegar su protagonismo y su potencia, no sería problema abandonar la propuesta. Así, las asambleas populares podrían ser una salida eficaz por abajo que permitirían afianzar posiciones para cualquiera que sea el desarrollo de los acontecimientos.

No sería extraño que las más diversas organizaciones sociales se sumaran a la propuesta de esas asambleas y disputaran espacios en los territorios con las corrientes centralistas para priorizar la autonomía local basada en la autoorganización social, por lo que por ambos lados se estaría yendo en contrario a la propuesta electoral de Evo Morales, que se apoya en la constituyente no tanto por las reivindicaciones sectoriales y regionales, sino por su necesidad de institucionalización del conflicto.

Ante la posibilidad de un encuentro en los territorios de las corrientes
autónomas de base con las corrientes centralistas insurreccionales de la COB, por muy contradictorias que sean entre ellas, el sistema se sumó rápidamente a la propuesta del empresariado de retirar a Mesa y convocar a nuevas elecciones bajo la batuta del presidente de la Corte Suprema de Justicia.

Los partidos tradicionales, en especial el MNR y el MIR, corren el peligro real de quedar reducidos a la más mínima expresión. En estos momentos se encuentran sin bases de apoyo concreto, contando apenas con los aparatos clientelistas que se mantienen sólo a condición de estar presentes en las diferentes funciones estatales –lo que hoy les está haciendo agua–. Por eso se aferraron a los mecanismos que les permitirían la sobreviva y la posibilidad de remontar su actual debacle.

Los militares, escaldados por las experiencias anteriores, donde tuvieron que cargar con el peso de la represión y el consiguiente desprestigio y desmoralización interna, observan todo con mucha atención y cautela, pues si salen a la calle a disparar contra el pueblo, la ruptura interna sería inminente, con el paso a las filas insurrectas de contingentes enteros de las más diferentes estructuras armadas, en especial de la policía, donde gruesos grupos se han negado abiertamente a reprimir. Así, para mantener la cohesión interna, han optado por ocupar un rol expectante, más como muro de contención que de fuerza anti popular operante.

Solares, conciente de ello, no deja de efectuar llamados al golpe militar patriótico y tras ese fin ha empujado las movilizaciones al punto de aproximarse a los límites que de ser ultrapasados obligarían a las fuerzas armadas a actuar más fuertemente y, por lo tanto, al
decantamiento de un sector que preferiría un gobierno tipo Gutiérrez de alianza con la COB antes que una guerra civil que sólo agudizaría aún más las dinámicas rupturistas.

Sin lugar a dudas las fuerzas armadas argentinas y brasileñas se encuentran en estado de alerta listas para intervenir como en Haití, en caso de solicitarlo alguna autoridad institucional boliviana. Ello implica comunicación directa con los mandos bolivianos, tanto para el acompañamiento de los hechos como para medidas operacionales conjuntas si fuese el caso. La OEA se encuentra lista para apoyar alguna medida de ese calibre. O sea, están preparadas las condiciones para asegurar desde afuera la estabilidad necesaria.

De modo que si la insurrección o el poder obrero campesino fuesen tan verídicos e inminentes como lo pintan los líderes de esas corrientes, no habrá problema de abortar cualquier asonada que escape a los mecanismos institucionales.

Estados Unidos ha centrado su accionar en atacar a Venezuela como agitadora de los movimientos, con lo que indica claramente que no tiene muchas preocupaciones en el plano interno de Bolivia, que tiene muy claro lo que debe hacerse en cada momento. Sus declaraciones han sido más mediáticas que reales.

Por otra parte, todos saben que Solares no tiene fuerza ni capacidad
organizativa fuera de La Paz y alguna participación en El Alto, por eso
necesita esas asambleas regionales supeditadas a la COB. En todas partes la reivindicación popular más encarnada es la de la asamblea constituyente, en especial porque ha nacido de la iniciativa de las etnias y de las regiones y durante más de un año –podemos decir dos años– esa idea se viene discutiendo en asambleas sectoriales de las organizaciones sociales, por lo que costará que las regiones asuman tan fácilmente el llamado cobista, a menos, como dicho más arriba, que las organizaciones locales se sientan con fuerza como para
sobreponerse al hegemonismo de la actual COB.

Así, el desarrollo de esas asambleas en el resto del país aún está por verse y, si se hacen, presentarán las más variadas pugnas internas, en especial de los centralistas contra las organizaciones populares locales. Si existe suficiente fuerza local y astucia de los dirigentes sociales regionales, ese llamado podría ser la antesala del contrapoder local, lo que en última instancia no satisfaría ni al empresariado,
ni a Solares ni a Evo Morales.

Evo ha sido el más astuto, con mucha paciencia se ha erigido en la carta de la estabilidad institucional. Con un entusiasta discurso popular cumple hábilmente el papel de subordinar una población cautiva al centralismo estatal, ha sido el primero en aceptar la propuesta de la iglesia católica del diálogo de todos. Ha sido el primero en aceptar la renuncia de Mesa. Es un enfático defensor de la asunción del presidente de la Suprema al interregno que organizaría las elecciones en el plazo de cinco meses, donde no hay un contendor que le dispute la presidencia de la república.

Evo ganaría hoy arrasando con una enorme cantidad de votos. Y si al mismo tiempo se eligen los miembros del parlamento, los prefectos y los miembros de la Asamblea Constituyente, la presencia del MAS
en todas esas instituciones sería determinante.

No sin razón se le llama ahora el Lula boliviano, el encargado de aplicar el neoliberalismo en nombre de la izquierda y del pueblo. Y Solares está conciente de ello, por eso la insistencia en llamarle traidor y divulgar notas contra él por medio de sus agencias noticiosas. Está conciente de que Evo ganaría y las cosas asumirían un ritmo relativamente tranquilo a la brasileña o a la Argentina, teniendo que volver con su insurrección a casa. Otro motivo más para la urgencia de instalar esas asambleas populares como apéndice de la COB en las otras regiones, única alternativa que encontró para extender su convocatoria al resto del país.

Felipe Quispe y Óscar Olivera han sido más sagaces. No entran en la disputa que mantienen Morales y Solares. Felipe tiene un enorme ascendiente en las comunidades originarias, en especial aymaras, del cual es el Mallku, esto es, reconocido como la máxima autoridad tradicional de las comunidades, ayllus y markas. Óscar, de la Coordinadora del Agua de Cochabamba, goza de gran simpatía en las organizaciones que desarrollan la autonomía local de base, que no son
pocas, así como en grandes contingentes laborales de diversas regiones del país. Fuimos testigos en Santa Cruz de su carisma y capacidad de comunicación con la gente que abarrotaba el salón mayor del mercado local, donde cientos de trabajadores escuchaban con respeto y alegría sus colocaciones.

Ambos dirigentes sociales, mucho más vinculados a las bases, han sabido apoyar las distintas medidas convocadas por Solares y por Morales, sin erigirse en otra alternativa nacional, desdibujando su perfil en relación con el estado y el poder central, reforzando las declaraciones, acuerdos y actividades que van en acompañamiento del desarrollo de las capacidades locales. Lo mismo han estado haciendo diversos grupos originarios, los grupos del Movimiento Sin Tierra, colonos, regantes, regionales campesinas, muchas regionales de la
central obrera y aún maestros, diversas federaciones vecinales y agrupaciones de mujeres.

Las expectativas son muchas, algunas sobredimensionadas, otras cargadas de discurso demagógico, pero lo más probable es que los diversos estamentos del empresariado se vayan sumando a la convocatoria eleccionaria, los “patrióticos” –grupos adscritos al apoyo a Mesa– se volcarán a apoyar las elecciones, la iglesia y la comisión de derechos humanos, muchas ONGs y sindicatos también lo harán, y para qué decir de los cocaleros y dirigentes sociales del MAS, que cuenta con una sólida red de concejales municipales en casi todos los territorios.

Los centros de estudio y las universidades se plegarán al apoyo institucional. Si se consigue que junto a la votación presidencial se incorpore también la discusión de las autonomías empresariales,
es probable que éstas bajen la agresividad en aras de una estabilidad general y de algunas conquistas mínimas. El ejército seguiría de observador, esta vez como garante de los resultados.

De ser así, Solares quedaría un tanto aislado, la mayor parte de la izquierda se sumaría al apoyo a Morales y las organizaciones locales podrían continuar el trabajo de fortalecimiento de sus raíces en los territorios. Sin duda todas esas organizaciones locales apoyarían a Evo, aunque sin subordinarse, pues con la elección presidencial iría la elección de miembros de la Constituyente.

Como dice Álvaro García, ese proceso no estará exento de fuertes choques y contradicciones de base étnica, clasista y regional, readecuaciones y empujones donde los diferentes actores van a perfilar aún más sus demandas. Y cinco meses pueden no pasar volando, sino inmersos en batallas locales donde la garantía de futuro estará puesta en la consolidación de la autoorganización local.

El destino de Bolivia hoy parece ser la brasileñización. Tenemos la certeza de que muchas organizaciones sociales no se subordinarán como hizo el MST brasileño que cedió ante el liderazgo y la prepotencia de Lula. El MST de Brasil está llamando también a constituir asambleas populares y su sometimiento estará asegurado por la “formación” que entregarán a los interesados en participar en cada región, además de la estructura piramidal que proponen de asambleas locales, provinciales y una asamblea nacional. El MST, al igual que el PT y que Solares y Morales, tiene pánico de las autonomías sociales, y en esa misma medida se transforman en puntales de la estabilidad necesaria para la
continuidad de la ganancia capitalista con rostro humano, hasta tener con qué substituirlo, dicen.

No estamos por apoyar la consigna de una fantasiosa insurrección cuyo éxito está condicionado a la participación de un sector de militares, sino por apoyar el trabajo de hormiga de la autoorganización local.

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Analista político.

Este artículo se publica también en http://clajadep.lahaine.org

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