Bolivia: el desarrollismo contra el desarrollo

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  O sea, la aplicación de la Constitución y de los proclamados principios de plurinacionalidad. Quiere imponer la lógica del capital –el desarrollo– a la relación indígena con la naturaleza y las necesidades del Estado unitario frente a la autonomía reconocida por la Constitución. Sin duda, en toda movilización aparecen quienes tratan de aprovechar el descontento para desestabilizar al gobierno. Pero las movilizaciones responden a los errores de éste y a su incapacidad para discutir los problemas en vez de actuar con decisiones autoritarias.

Hay también en las reivindicaciones de la CIDOB y sus aliados exigencias imposibles, como cerrar el Aguaragüe, de donde Bolivia extrae 90 por ciento del gas que vende o consume, o cuando solicita que los países que contaminan les paguen a ellos por preservar el TIPNIS, aceptando así que los bosques sean rehenes del capital extranjero y la idea de que Bolivia no debe modernizarse.

Pero eso se puede refutar mientras el problema central es que no se ha realizado una discusión pública sobre cómo combinar, en un país capitalista dependiente el extractivismo y el desarrollismo –inicialmente inevitables pero que deben ser controlados–, con el desarrollo humano, en relación con la naturaleza, o sea, con la creación de consumos y producciones regionales alternativos.

El respeto a la capacidad de comprensión de los ciudadanos, de la Constitución y los derechos indígenas debe remplazar la soberbia y la prepotencia de quienes quieren imponer "el progreso". Sobre todo cuando un gobierno encabeza una revolución en marcha contra las rémoras antindígenas y colonialistas del pasado, el atraso, la dependencia y las viejas relaciones caciquiles de mando.
 

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