Bolivia: el inflamable pantano de los acuerdos

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Después de una larga y maratónica reunión, representantes de los partidos y del Ejecutivo acordaron conformar una agenda política de cuatro puntos de discusión. Pero sólo tres partidos tradicionales firmaron, el MNR, NFR y ADN. El MAS y el MIP decidieron no suscribir el acuerdo, mientras que el MIR postergó su rúbrica hasta después de que la bancada de ese partido analice los términos del acuerdo.

El gobierno exige la flexibilización de la Ley de Hidrocarburos y el MAS, conducido por Evo Morales, insiste con su propuesta que dispone 50 por ciento de regalías para el Estado Boliviano.

El MAS adelanto que desde hoy, miércoles 9 de marzo, comenzará a organizar un gran pacto social con el objetivo de hacer fuerza desde las calles para presionar al gobierno y al Ejecutivo para que se apruebe una Ley de Hidrocarburos que cumpla con el mandanto del Referéndum, es decir que cobre el 50 por ciento de los recursos que genera el negocio energético.

La verdadera causa
de la crisis y la «renuncia»

La intención gubernamental -según voceros de la oposición y muchos analistas- es borrar todo el capítulo que concede derechos a los indígenas y el régimen impositivo que dispone 50 por ciento de regalías; el gobierno impone mantener los contratos firmados al amparo de la Ley de Goñi.

La amenaza de renuncia del Presidente Carlos Mesa no sólo buscaba desactivar los conflictos sociales sino imponer al Congreso la modificación total de los artículos de la Ley de Hidrocarburos que atentan contra los intereses petroleros.

En la reunión que sostuvieron en la tarde de un martes hecho de nervios miembros del Ejecutivo y representantes de todos los partidos políticos con representación parlamentaria, el gobierno dejó claro que mientras no se reformule el artículo 5º de la Ley, que obliga a las empresas a modificar sus contratos suscritos al amparo de la Ley 1689, el Presidente Mesa no podrá continuar al mando del país.

El gobierno también se opuso a la refundación de YPFB y al incremento de los tributos petroleros hasta el 50 por ciento a través de las regalías. De esta manera se desmoronó todo el trabajo realizado por la Comisión de Desarrollo Económico del Congreso para que Mesa continúe en la Presidencia.

Representantes del gobierno y miembros de todas las fuerzas políticas habían acordado fijar una agenda de consenso de cuatro puntos para dar gobernabilidad a Mesa. Sin embargo, el MIP y el MAS no firmaron el documento y se retiraron de las negociaciones.

Marginados los partidos vinculados a los movimientos populares, todo queda como al principio, es decir la crisis de Estado continúa pese a que hacia el final de la tarde paceña el Congreso rechazó la renuncia planteada por el señor Mesa a la presidenica de Bolivia.

El peligroso juego del presidente

(Redacción P. de L.). El debate de fondo de los partidos con representación parlamentaria -que, curiosamente, no representan a la mayoría de los habitantes- es la gobernabilidad del país o, lo que es lo mismo, hasta donde pyueden ceder para lograr términos reales de la paz social sin perder sus privilegios.

El presidente exige, para seguir en el cargo, el fin de los bloqueos de rutas en todo el país, algo que evidentemente ninguna fuerza social representada en las discusiones puede asegurarle.

Planteó además cuatro exigencias: hidrocarburos, elección de gobernadores, autonomías regionales y Asamblea Constituyente. La mayor parte de los legisladores opinaban que dichos asuntos debían discutirse en forma independiente del rechazo a la renuncia «elastizada» de Carlos Mesa, en tanto los negociadores presidenciales insistían en tratarlas como un «paquete» conjunto con la renuncia.

Aunque hasta entrada la noche del nueve de marzo se buscaba una salida no rupturista a la crisis, es un hecho que el eje político amenaza con establecerse en los sectores más duros de la oposición.

La salida buscada por Mesa equivale a que se le otorgue un poder de presión, represión y negociación del que careció hasta ahora-y que los sectores más retrógrados no le darán sin una contraprestación adecuada-, y si lo obtiene será resistido por todos los medios por los movimientos sociales.

El mecanismo de equilibrios, componendas y consensos que busca el primer mandatario boliviano -que ha funcionado en Chile- no tiene sustentación en una sociedad que lucha desde la fundación del país por hacerse oír.

En realidad -decía un corresponsal de la prensa extranjera-todo está en manos de Evo y de Felipe (Quispe). Eso es parcialmente cierto. Como siempre en Bolivia todo está en manos de su pueblo; la tragedia boliviana es que a su pueblo no se lo escucha, y si se lo escucha no se lo toma en serio. Los polìticos parecen haber olvidado por qué se llama Palacio Quemado la sede del poder Ejecutivo.

Por ahora, al menos, el señor Mesa -más que una victoria- recibió tiempo, un bien escaso para los gobernantes bolivianos. Su puesta es integrar Bolivia a «la occidentalidad».
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