Bolivia: Entre el golpe y la lucha por quién será el candidato presidencial del MAS
Más allá del intento de golpe de Estado del 26 de junio en Bolivia, queda en evidencia una lucha sin cuartel entre el expresidente Evo Morales y el actual mandatario Luis Arce, para dirimir quién será el candidato a la presidencia en las elecciones del año próximo. Así de simple y terrenal es el problema: quién será el candidato.
El hecho de que el candidato presidencial se determine por primarias en el seno del Movimiento Al Socialismo (MAS) es una fórmula ampliamente ventajosa para Evo, porque se estima que Arce tiene un 12% de apoyo del electorado, Evo un 19% y su “delfín” Andrónico Rodríguez otro 12% (totalizando un 31% entre ambos).
Pero en lugar de estar discutiendo modelos de producción que permitan superar la clásica exportación de materias primas, la discusión se reduce a cuál será la cara que represente a un proyecto del que ni siquiera se ha hablado, mientras la derecha sigue reforzándose. El golpe tiene todas las características de ser un ensayo para medir cuál es el nivel y rapidez de acción y dónde se ubican los actores.
La reacción inmediata de los actores políticos de mayor relevancia en el país fue la misma, desde Evo Morales hasta el derechista Carlos Mesa: condenar el accionar militar en contra de la democracia. Y fue Evo Morales quien llamó a la movilización popular en defensa de la democracia. Días después, Evo Morales dijo que el presidente Luis Arce había engañado al mundo y a Bolivia; personas cercanas a él también hicieron alusión a que todo lo acontecido el 26 de junio se trataba de un “autogolpe”.
El exvicepresidente Álvaro García Linera señaló que “cada cual está viendo cómo sacar el rédito en su batalla contra el otro. Luis Arce pelea por impedir que Evo Morales sea candidato. Evo Morales busca debilitar a Luis Arce para lograr habilitar su candidatura. Lo malo es que en esta pelea intestina, muy egoísta, muy mezquina, están jugando con monstruos. De un lado y del otro, están jugando con los militares y eso es muy peligroso”, señaló.
Añadió que no se puede banalizar la presencia militar en la política. “No se puede banalizar el mal, decía Hannah Arendt. Eso es algo muy peligroso. Más aún en Bolivia, que tiene un historial récord en el mundo de golpes de Estado. Yo creo que la diferencia entre ambos nace de una mirada muy obtusa de sus luchas personales, sin entender que están jugando con fuego, indicó.
Aunque no lo descarta, señaló que son pocas las posibilidades de llegar a un acuerdo entre Arce y Morales para 2025, debido a la gran cantidad de agravios públicos y acusaciones cruzadas del último año y medio. Asegura que, de mantenerse esta «guerra fratricida«, el MAS podría presentarse dividido a las elecciones del año próximo y eso podría derivar en una eventual derrota.
El historial de golpes de Estado en Bolivia es de los más amplios en la región, acumulando 39, de los cuales algunos terminaron frustrados. Desde la llegada del Proceso de Cambio en 2006, contra los grandes intereses de la burguesía y del imperialismo, existieron centenares de intentos de desestabilización del Gobierno.
Por ejemplo, el golpe de Estado cívico-prefectural de 2008, también conocido como la Medialuna, cuando un grupo de fascistas criollos y croatas en coordinación con la Embajada estadounidense tenían el objetivo de dividir a Bolivia en dos, como hacía poco había sucedido con Yugoslavia.
El presidente Evo Morales expulsó al embajador de los Estados Unidos, Philip Goldberg. El pueblo se mopvilizó a Santa Cruz respaldando al Gobierno, defendiendo al Proceso de Cambio. Meses después acontecería la Asamblea Constituyente, que daría paso a la creación del Estado Plurinacional de Bolivia, seguida de una serie de cambios estructurales que transformarían al país.
El portal La Época señala que el uso del acelerador para provocar el acortamiento de mandato del presidente Luis Arce no ha cesado. Todo lo contrario, hay señales inequívocas de que se va a incrementar la velocidad. A pesar de que el intento de golpe militar no prosperó, los actores políticos, algunos con base social, lejos de inmutarse ante el riesgo de una ruptura del orden democrático, lo que están haciendo es desarrollar una presión sobre el Gobierno para evitar que tenga algo de respiro, afirma.
Ante los hechos del 26 de junio, una reacción sensata y responsable de la oposición tradicional y también de la facción evista, que asume posiciones políticas de derecha desde hace varios meses, debería caracterizarse por ser cuidadosa no con el Gobierno, al que es lógico que se opongan, sino respecto de un orden democrático. Cualquier exceso puede derrumbar el edificio, advierte en su editorial.
“Todavía habrán varios 26 de junio. Sus formas serán militares o civiles de acuerdo al momento concreto. Los habrá como intento de consumar los planes opositores, pero también los puede haber como victoria popular. Todo dependerá de la correlación de fuerzas y de lo adecuado de las tácticas a emplear”, advierte.
Para los masistas, lo más importante es la unidad y saben que la historia pasará cuenta a quienes la están socavando. Y está la convicción de que si el MAS pierde el poder en Bolivia, en las actuales condiciones políticas de América Latina, no lo van a recuperar más. Según Morales, «Luis Arce no tiene un plan para salvar al país, su único plan es inhabilitarme».
Para algunos analistas, si la unidad dentro del MAS se rompe la responsabilidad será en primer lugar de Evo, la figura política histórica y quien debería sentirse responsable de que se mantenga la unidad principalmente entre él y Arce. Otros señalan que es Evo quien socava la unidad, a pesar de haber hecho propuestas que incluyen a los sectores de Arce y Choquehuanca, como minorías que resultarán ser en las elecciones internas, pero respetándoles su espacio y sus derechos.
Pero Arce y Choquehuanca no quieren eso. Quieren que Evo, a pesar de tener amplia mayoría, acepte quedar en minoría en los cargos de dirección en el MAS, y renunciar a su candidatura presidencial a favor de la de Arce, a pesar de tener Evo mayor popularidad.
Desde el sector evista se señala que a falta de liderazgo, Arce apeló a la corrupción como herramienta de gobernanza: grandes cifras del contrabando de diésel, subsidiado por el Estado, que tienen en el piso a las finanzas bolivianas. Evo desde el año pasado ha ido al ataque en contra de casos concretos de corrupción; adicionalmente, su ex–ministro Quintana amenazó que, en caso de ganar Evo nuevamente la Presidencia, daría luz verde a la acción de la justicia, lo cual tiene nerviosos a unos cuantos funcionarios.
El “golpe” ha sido “la tapa del frasco” (algo así como el cuento del niño que grita “el rey está desnudo!”) y en sus efectos, sociales y políticos, está transformándose en un acelerador del desmoronamiento del “régimen”. Frente a este panorama el apoyo de Lula y demás gobiernos “progresistas” en contra del “golpe” luce como algo formalmente “correcto” pero que dificulta un análisis de lo que realmente está pasando en Bolivia y su impacto en una subregión andina y un Cono Sur comprometido.
*Sociólogo y periodista bolivano, colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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