BOLIVIA: QUEMAR NAVES O DESPLEGAR VELAS

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Dijo el presidente Morales ante su pueblo en el templete de Kalasasaya, en Tiwanaku:foto “Se ha demostrado que movilizados y unidos con los movimientos de las ciudades y del campo, combinando con la capacidad intelectual de las clases medias, es posible derrotar los intereses extranjeros”.

Y agregó: » Si no puedo avanzar (habrá que) empujarme. Es posible que me equivoque, pero jamás traicionaré la lucha del pueblo y la lucha por la liberación de los pueblos de América”.

Todo un programa, que por boca de la nación mapuche tuvo una justa respuesta que envolvió, sin mencionarla, 500 años de lucha: «Diez veces volveremos, diez veces venceremos». Los pueblos originarios, así, no dejaron duda alguna de que se han puesto en marcha, por sus propias reivindicaciones y para acabar con «esos modelos económicos de privatización y de subasta».

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No será fácil.

Política: la ética como objetivo, no el poder

El EZLN dejó claro que mantiene relaciones con los pueblos, no con los Estados; la declaración zapatista no fue arrogante ni producto de la ceguera sectaria a que suelen inducir en ocasiones los principios. Tiene el mérito de la lucidez. Ni las relaciones al interior de los países ni las relaciones internacionales se sustentan por simpatías o semejanzas históricas.

El monstruo al que pensó Thomas Hobbes debemos rendirnos para cautelar la vida social, se atiene a las leyes e intereses que su existencia genera. Los seres humanos quizá no se devoren a sí mismos, fueron devorados por el Estado hace mucho tiempo.

En América precolombina no fue distinto: al fin y al cabo el Tawantisuyo fue un Estado imperial. Paternalista, pero imperial. El «Imperio socialista» de los incas no resiste un análisis severo, por más que sus estructuras protegieran, como no lo hace la civilización europea-occidental, la vida de sus súbditos.

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La tetralogía que rige la vida andina es un código para resistir, para preservarse:
«ama killa, ama llulla, ama shwa, ama llunku»–no robar (ama shwa), ni mentir (ama llulla) ni ser flojo (ama killa), ni servil (ama llunku)–, son mandatos de conducta y moral que distinguen al oprimido del opresor –que no los respeta–, pero no bastan para gobernar.

Instaurar un comportamiento ético y noble en un país que se estremece por lejos mayoritariamente de hambre, de miseria, de frío, que está forzosamente separado de las rutas comerciales que necesita, es por cierto una tarea urgente. Bolivia para implementarlo requiere educación, obras públicas, justicia social. Requiere recursos financieros.

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Recursos financieros quiere decir latas de dinero en las que nadie meta la mano. La experiencia internacional parece demostrar que eso es difícil. Difícil en la Argentina, en Venezuela, en Brasil, en Estados Unidos, en China… Sobre todo cuando hay muchos interesados en obtener influencia para lograr sus fines –como las corporaciones imperiales– y para ello aterrizarán con muchas latas abiertas.

Jugar para ganar o jugar para construir

Lo que pone en juego el gobierno de Morales es una conciencia social aplicada a la tarea de refundarse a sí misma, reconocerse en su múltiple y contradictoria diversidad.

Evo Morales puso esas fichas sobre el tapete el domingo 22 de enero de 2006; con modestia, nervioso al comienzo de su discurso, se dirigió a su pueblo –y a los pueblos mestizos americanos, que son mayoría –¿acaso América no es «crisol de razas»?– como un líder seguro de sus objetivos. Marcó la cancha en América del Sur. Puso a su país en el centro político, que ocupa hace mucho un lugar en el centro económico por derecho propio.

Ni las oligarquías locales ni probablemente la Casa Blanca le perdonen el homenaje al Che ni la defensa de la hoja de coca; la mención del primero porque es riesgosa: despierta al fantasma de la organización política popular; la segunda porque es una reafirmación de identidad que se puede juzgar «inconveniente».

Será también probablemente considerado arcaico su mensaje: ni una línea al concepto de competencia, tan caro en estos tiempos aciagos de neoliberalismo conservador. Y además pocas dudas caben de que su idea de la seguridad jurídica, para los más vulnerables y no para las corporaciones, se tildará propia del muerto socialismo.

Al fin y al cabo Evita Duarte hablaba de los descamisados agitando sus joyas, pero él es un descamisado de verdad. No usó corbata porque no la tiene. Y si no la tiene, piensan las buenas conciencias, es necesario desconfiar de sus palabras puesto que cuando la quiera nos la va a quitar.

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La ética forjada por el protestantismo y a regañadientes por la contrarreforma exige jugar para ganar, y para ganar vale todo, hasta pedir perdón después. La ética esbozada por Morales exije jugar para cooperar, y cooperar para construir. Hace recordar que en esta tierra alguna vez el oro no fue riqueza, sino arte. Pero en la actualidad el arte es una forma más de riqueza.

El gobierno de EEUU, la mano del imperio, está ocupado. El tiempo que dure su trabajo es el tiempo con que cuenta Morales para fortalecer su posición. El imperio saldrá herido de sus enfrentamientos, y otra cultura antigua –la china– nos dice lo peligroso que es el tigre herido.

Ha asumido el gobierno de Bolivia un hombre solitario que movió y conmovió a las masas pobres del continente. Mucho depende de la honestidad de sus aliados y de quienes dicen son suyas sus ideas.

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Y en no poca medida la suerte del experimento anunciado en Bolivia dependerá también de sus vecinos: tenderán la mano o esgrimirán el puño; sabemos que «las empresas» y los gobiernos que las representan –fuera de Latinoamérica, pero también en Latinoamérica– abren la bolsa para llenarla de lo que haya y a cómo de lugar.

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