Bolivia: – UN PAIS BAJO EL VOLCAN

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoEl prefecto (der.), que atribuyó la victoria del no a la falta de información sobre los posibles beneficios que la autonomía traería para Cochabamba, propuso llevar a cabo una intensa campaña divulgativa seguida de una nueva consulta.

En el bando contrario los autodenominados Movimientos Sociales próximos al presidente Evo Morales y a su partido MAS (Movimiento Al Socialismo), opuestos a la autonomía y compuesto por campesinos cocaleros, trabajadores, y sectores universitarios. Estos grupos acordaron el cuatro de enero instalar una vigilia permanente en las inmediaciones de la Prefectura del departamento, ubicada en una céntrica plaza de la ciudad.

Al mismo tiempo centenares y más tarde miles de campesinos comienzan a llegar convocados por sus líderes desde el Chapare y pueblos limítrofes a Cochabamba. El ocho de enero la tensión se dispara. La multitud de recién llegados ataca la Prefectura y después de ocasionar graves desperfectos, le pega fuego. El prefecto huye de la ciudad fuertemente protegido.

Al día siguiente, nueve de enero, los campesinos del Chapare bloquean con piedras, tierra y árboles los accesos a la ciudad. Esa misma noche refuerzan los bloqueos dinamitando las laderas montañosas. Su objetivo inmediato es la dimisión del prefecto; sin embargo, los sabotajes en las carreteras tienen otras consecuencias. Cientos de personas quedan atrapadas a más de tres mil metros de altura y a unos cincuenta kilómetros de su destino.

Las carreteras que se dirigen a Cochabamba se convierten en una gigantesca procesión de penitentes que con su equipaje a cuestas tratan de alcanzar la ciudad. Entre los atrapados en el bloqueo muchas madres con niños pequeños y personas mayores. Ni el ejército ni la policía intervienen para despejar la carretera.
En Cochabamba y ante la imposibilidad de salir de la ciudad los viajeros se hacinan en la estación de autobuses. La comida y el agua desaparecen rápidamente y la situación se hace más insostenible a cada hora que pasa.

fotoAsesinatos en las calles

Con ese telón de fondo de ciudad sitiada y siendo cada vez más numerosos los campesinos concentrados en la ciudad, un nutrido grupo de cochabambinos cercanos al prefecto huido organiza una marcha el jueves once de enero. La muy escasa presencia policial es incapaz de impedir que los grupos de cocaleros y los autodenominados Comités Cívicos Ciudadanos colisionen. La tragedia estaba servida.

Durante toda la tarde del jueves once las turbas de ambos bandos aterrorizan el centro de Cochabamba.

Las masas campesinas, armadas de palos y machetes destrozan coches y los locales y hoteles en los que suponen se refugian los “cambas” ( término que alude a los originarios de Santa Cruz, departamento adalid de la autonomía). El asesinato de un cocalero, muerto de un disparo en el pecho, exacerba aún más los ánimos. La víctima del bando ciudadano no se hizo esperar. A las pocas horas la policía descolgaba de un árbol el cadáver de un joven de diecisiete años que previamente había sido salvajemente desfigurado a machetazos.

Al día siguiente, el prefecto Reyes Villa anuncia que pospone la celebración del controvertido referéndum. Aviones militares sacan a los centenares de afectados por la inmovilidad forzosa de la terminal de autobuses de Cochabamba. El aeropuerto internacional se llena de extranjeros quienes, atrapados durante varios días, ansían salir de la ciudad.

Los mercados anuncian desabastecimientos y los precios de productos básicos se doblan. Al amparo del caos grupos de incontrolados se dedican al saqueo. En los hospitales centenares de heridos, cuatro de ellos gravísimos tratan de recuperarse. El presidente de la nación Evo Morales, regresa de la toma de posesión de Daniel Ortega en Nicaragua y achaca la responsabilidad de los sucedido al prefecto Reyes Villa. Éste, desde La Paz declara que no piensa dimitir y sostiene que fue elegido por el voto de sus conciudadanos y que sólo una nueva votación democrática le hará deponer su cargo. Un diálogo de sordos.

La pugna personal entre Evo Morales y Reyes Villa es anterior a la violencia desatada esa semana en Cochabamba. Si bien en las urnas, en la votación para designar Presidente de la República, Evo Morales fue el gran vencedor de la contienda al obtener más del 53 por ciento de la votación, en el ámbito prefectural los resultados fueron otros y allí perdió. En la prefectura de Cochabamba renació el liderazgo de Manfred Reyes, lo que fue un agravio para los masistas que han considerado tradicionalmente a Cochabamba como su bastión.

Racismo

fotoAlgunos analistas de la compleja realidad boliviana sostienen que lo que subyace bajo estos salvajes acontecimientos no es un pulso personal entre Reyes Villa y Morales sino una concepción radicalmente distinta de entender el Estado, la política y hasta los usos y costumbres de esta sufrida nación.

El prefecto Reyes Villa representa para los líderes del MAS la reacción, el liberalismo corrupto y elitista, la derecha trabucaire aliada en un pasado reciente con los escuadrones de la muerte. La prensa de la capital cochabambina, portavoz de la clases medias de la ciudad, no escatima críticas al oportunismo del prefecto. Sin embargo, su verdadero miedo no estriba en el maquiavelismo del dirigente municipal, sino en las hordas de extraños cocaleros con el pómulo hinchado por las hojas de coca y con la mano aferrando una estaca.

La ciudad que usa internet, lee periódicos y alterna en los restaurantes del centro, contempla con aprensión y rechazo a sus vecinos del campo. Las cholas campesinas siguen luciendo a día de hoy el traje que para los indígenas diseñara el gobierno del borbón Carlos III de España: peinado con raya al medio, trenzas, sombrerito, falda corta y manta de vivos colores a la espalda, en una adaptación del traje castellano y extremeño a las alturas andinas.

La sociedad boliviana ha practicado la exclusión, el racismo y hasta el apartheid en todos los momentos de su expansión histórica como nación. Un racismo complejo que afecta no sólo a la relación entre la minoría blanca y los indígenas sino que se extiende a la vida cotidiana entre la propia población nativa.

No es casual que los fervientes partidarios de la autonomía y detractores del MAS sean en este país mayoría en los departamentos selváticos del Pando, Beni y Santa Cruz, además de Tarija. El desprecio aquí hacia las gentes del altiplano –los “collas” les dicen– es abierto y total siendo fomentado desde muy diversos agentes sociales, iglesia católica incluida. En este sentido, la carta que juega el prefecto de Cochabamba es la de tratar de aglutinar en su persona la resistencia de estos departamentos a la política centralizadora y mayoritaria emanada desde el gobierno de la nación.

Santa Cruz

Las calles céntricas de Santa Cruz de la Sierra, en el oriente del país, son un rosario de pintadas en las que se insulta abiertamente a Evo Morales. De una forma u otra son constantes las celebraciones en favor de la autonomía e incluso de la independencia. La bandera blanquiverde del departamento ondea y se muestra en todas las formas posibles, camisetas y pegatinas incluidas.

fotoLa prensa santacruceña eligió a Evo Morales como el personaje más odiado del año, con más de un setenta por ciento de votos. El himno de Santa Cruz celebra la exploración española de la región en la persona de Ñuflo de Chaves. Mientras, los indígenas del altiplano, de habla quechua o aimara, viven una vuelta bendecida desde el poder a los ritos del la pachamama y las ancestrales tradiciones incaicas. Dos mundos contrapuestos y enfrentados ocupando un mismo país.

Las crónicas históricas bolivianas recogen que hace más de un siglo el impetuoso y sanguinario dictador Melgarejo, cuyo cráneo se guarda como una reliquia en una iglesia, obligó al embajador de Inglaterra a beber un barril repleto de chocolate. El castigo le fue impuesto al diplomático por haber despreciado un vaso de la popular chicha. El anglosajón fue paseado en burro montado al revés por la calles céntricas de La Paz y después devuelto a Londres. Dicen que entonces, la reina Victoria enfurecida pidió un mapa de América del Sur y dibujando en él una cruz de tiza sobre Bolivia sentenció: “Bolivia no existe”.

La raíz de los acontecimientos recientes está firmemente aferrada al pasado. Este país ha sido históricamente un inmenso saco en el que cada cual ha esquilmado lo que ha querido sin dejar nada a cambio. La conquista española vació de plata los fabulosos yacimientos de Potosí, una riqueza inmensa que embarcada en Buenos Aires volvía a tocar tierra en Sevilla, para continuar viaje hacia las arcas de los banqueros del norte de Europa. Esta inmensa acumulación del preciado metal fue una de las causas que explican el temprano estallido de la Revolución Industrial de los Países Bajos e Inglaterra.

Bolivia puso la plata y los indígenas los muertos.

Siglos más tarde las riquísimas minas de estaño descubiertas en el altiplano labraron la fortuna individual de algún barón y fomentaron la industrialización de la lejana Liverpool, ciudad en la que se refinaba el mineral en bruto y se convertía en lingotes. Las élites económicas del país, siempre subordinadas al poder capitalista llegado desde el exterior, no supieron traducir el enorme potencial de riqueza nacional en una industria que repartiera bienestar y elevara el nivel de vida global. Su papel histórico se ha reducido a reprimir con violencia las sublevaciones que han sacudido al país.

Los estados limítrofes, dándose cuenta del colapso económico y social de su vecino han actuado como pirañas oportunistas.

Paraguay, siguiendo los dictados de petroleras norteamericanas y ante la posibilidad de encontrar crudo en el Chaco, se embarcó en una guerra que ensangrentó el país y que arrancó 225.000 kilómetros cuadrados del territorio boliviano.

La fiebre del caucho motivó que, en 1903, Brasil arrebatara buena parte de la región amazónica de Acre, llegando su rapacidad hasta la misma frontera peruana.

Sin embargo, el golpe más demoledor para la supervivencia boliviana lo asestó Chile. En la guerra del pacífico (1879-1883) el país costero se hizo con los 350 kilómetros de soberanía boliviana y que constituían su corredor natural hasta el mar. Detrás de la acción militar, como siempre, había grandes intereses económicos en pugna. En este caso la industria de nitratos y la de extracción del guano fueron la disculpa.

Tensión internacional

La situación política boliviana conoció un giro cuando en 1952 el MNR (Movimiento Nacional Revolucionario) aupó al poder a su líder Victor Paz Estensoro. Por primera vez las minas fueron nacionalizadas, se concedió el sufragio universal y fueron promovidas reformas agrarias y educacionales. Pero ningún cambio puede ser efectivo a corto plazo en este país de orografía imposible, donde el asfalto ocupa, aún a día de hoy, un tanto por ciento escaso en la amplia red de caminos de tierra que se derrumban o se colapsan en la estación de las lluvias.

Paz Estensoro derivó hacia la autocracia y una serie de golpes de estado y regímenes militares se fueron sucediendo sin interrupción, siendo los de René Barrientos (1964) y Hugo Banzer (1971) los más significativos. Después de unos años de bandazos marcados por el intento de establecer reformas económicas de tendencia neoliberal llega al poder, en el año 2002 y con el respaldo de Estados Unidos, Jorge Quiroga Ramírez.

Desde entonces la inestabilidad económica, la movilización campesina, popular y estudiantil unida al hartazgo de las clases medias ante la eterna crisis, son los factores más repetidos para explicar el ascenso al poder del MAS en la persona de su presidente, el indígena cocalero Evo Morales.

El presidente despliega una actividad intencional frenética. El conflicto cochabambino le pilló a mitad de camino entre Caracas y Managua. Después de permanecer menos de 48 horas en La Paz partió de nuevo, rumbo a Quito, para asistir a la toma de posesión del izquierdista Rafael Correa. Nuevas líneas de conflicto han sido abiertas en las últimas semanas, entre ellas la exigencia de visado para los ciudadanos norteamericanos que visiten Bolivia y la decisión gubernamental de ampliar la cuota de tierra dedicada al cultivo de coca.

El embajador norteamericano ya ha declarado que la exigencia de visados repercutirá negativamente en el turismo. Para los Estados Unidos más coca excedente significa más cocaína en las calles y ya han expresado oficialmente su contrariedad.

Evo Morales, cabalga un tigre, con el viento a favor de las nuevas tendencias populares encarnadas por Correa en Ecuador, Ortega en Nicaragua y sobre todo Hugo Chávez en Venezuela. Sin embargo, la realidad cotidiana de Bolivia no puede reducirse a la caduca dicotomía entre la izquierda y la derecha.

Sus deficientes infraestructuras –Bolivia es el segundo país más pobre de América, sólo por encima de Haití–, las tensiones entre el campo y las ciudades, los odios raciales entre el altiplano y los llanos selváticos, la demanda de autonomía de cuatro departamentos, las enormes diferencias de renta y perspectivas vitales entre sus habitantes, además de la oposición norteamericana, permiten augurar un futuro todavía más complejo a corto plazo.

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* Periodista.

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