Brasil a la retaguardia de Latinoamérica: Los movimientos sociales se mueven muy lentamente
Elaine Tavares*
Alguna cosa ha cambiado radicalmente en el ámbito de los movimientos sociales en Brasil a partir de 2003, el año en que asumía el Gobierno Luiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (PT), arrastrado por una población ávida de cambios. En todo el país, la máxima era que la esperanza había por fin vencido al miedo; y mucha gente confiaba alternativas para la vida de todos aquellos que, por largos años, habían luchado para garantizar un gobierno de izquierda en Brasil.
Esa esperanza traía el deseo por transformaciones que diesen salida a toda una demanda popular construida a lo largo de los gobiernos anteriores
Pero pocos meses después, el presidente Lula dio inicio a un proceso de división y desagregación de los movimientos sociales que hoy, pasados ocho años, se configura en un cuadro de completa desmovilización, apatía y cooptación. Al iniciarse el tercer mandato petista, en 2011, con Dilma Roussef a la cabeza, lo que queda del movimiento social combativo en Brasil no pasa de luchas puntuales, no articuladas y casi sin posibilidad de victoria.
Uno de los primeros actos de Lula cuando llegó al poder fue la llamada contrarreforma de las pensiones. Pese a que a lo largo del mandato de Fernando Henrique Cardoso el PT fuera el partido más importante en la lucha contra las medidas de alteración en la Seguridad Social, fue Lula quien consiguió poner en práctica casi todo lo que las grandes corporaciones privadas de pensiones deseaban desde hace tiempo. La propuesta de reforma incluía el aumento de la edad de jubilación, el fin de la jubilación por tiempo de servicio, el fin de la jubilación integral y la entrada del seguro privado en la vida de la población brasileña como única forma de garantizar un sueldo viable a la hora de retirarse. Un duro golpe a las y los trabajadores.
Ahí fue cuando empezó la división. Parte de los sindicatos y partidos de izquierdas decidió apoyar al Gobierno y su propuesta de reforma. Algunos de ellos, de buena fe, creyendo que sería imposible que el PT presentara cualquier propuesta que pudiese traer perjuicios a las y los trabajadores. Otra parte ya estaba cooptada con cargos en el Gobierno. Apenas una pequeña parcela del mundo sindical se alzó contra la medida.
Se desató entonces una huelga, en la que participó la mayoría de los trabajadores del servicio público (los más afectados por aquella reforma). Pero en las mismas organizaciones de los trabajadores del servicio público hubo división, lo que debilitó el movimiento. La huelga contra la reforma de las pensiones duró tres meses y terminó con poca fuerza. El Gobierno del PT, nacido de las luchas sindicales y populares, sabía muy bien cómo hacer para destruir la unidad de las y los trabajadores y decidió ofrecer ganancias salariales separadamente para las categorías en lucha. El resultado fue la división.
Debilitamiento de las organizaciones
Al final la reforma fue aprobada y algunas categorías lograron aumentos significativos. De lo que muchos líderes sindicales no consiguieron informar a lo largo de ese proceso fue de que la reforma aniquilaría esos aumentos cuando la edad de jubilación llegara. La huelga que se había iniciado como una lucha contra la reforma terminó con la presentación de tablas de reajustes salariales. Por si con esto no bastara, la reforma garantizó la entrada de los fondos de pensiones, obligando a las y los trabajadores que ganaban más de 2 300 reales (cerca de mil euros) a optar por esa alternativa de riesgo.
Más tarde, en 2005, toda esa operación para aprobar la reforma estalló con el escándalo del mensalão [1], que demostró que el Gobierno había comprado el voto de gran parte de las y los parlamentarios para que fuesen favorables al proyecto. También más tarde, fueron los socios políticos de Lula los que asumieron la dirección de las empresas de fondos de pensiones, como ha denunciado el periodista Ranier Bragon [2]: “El ADN político de los 43 directivos de los grandes fondos de pensión estatales brasileños muestra una fuerte relación con partidos políticos, notablemente el PT. (…) Siete de los diez directores de los mayores fondos son del PT”.
Necesidad de articulación
Las entidades que operaran en la huelga contra la reforma de la Seguridad Social entendieron que era necesaria una forma de articulación nacional para dar salida a las luchas. Empezó entonces un proceso de construcción de lo que se conoció como Coordinación Nacional de Luchas, la Conlutas. Esta coordinación realizó encuentros nacionales y apuntó nuevas estrategias para la defensa de las y los trabajadores. Durante la huelga todo funcionó muy bien, pero, tan pronto terminó el movimiento, incluso esa coordinación empezó a dar señales de desintegración. La dirección, hegemonizada por el Partido Socialista de los Trabajadores de Brasil (PSTU), encontraba oposición por parte de otras fuerzas, e incluso dentro de ese incipiente espacio de lucha creado con la huelga la división estalló.
El Gobierno atacó la lucha sindical con otro golpe certero. Creó el Foro Nacional del Trabajo y Empleo (FNTE), un espacio que reunió trabajadores, gobierno y patrones, al mejor estilo de la conciliación de clases. La idea era discutir conjuntamente las estrategias para una convivencia pacifica entre capital y trabajo, forzando la creación de una reforma sindical. La propuesta de reforma que se gestionó en el FNTE acabó enlazando fuertemente el mundo sindical al Estado y las centrales sindicales fueron legalizadas, teniendo que cumplir con una serie de requisitos para garantizar la representación de las y los trabajadores. Es decir, el Estado y los patrones definieron juntos las reglas para la organización de los trabajadores, cosa que en gobiernos anteriores habría puesto al movimiento sindical entero en las calles. Apenas algunas entidades ligadas a la Conlutas clamaron contra ello.
La universidad
Relatório Mensal da Dívida Pública Federal . Pueden consultarse en www.tesouro.fazenda.gov.br.
*Periodista e investigadora del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Federal de Santa Catarina (IELA ), Brasil.