Brasil: Adiós a seis ministros, el partido militar y la bomba epidemiológica
El ultraderechista presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, realizó una profunda reforma ministerial, con cambio de titular de seis carteras, incluyendo las de Relaciones Exteriores, Defensa y Justicia, coincidiendo con la reaparición activa de Lula como líder político, favorito para ganar las elecciones presidenciales de 2022, si es que se dan.
La reforma se produce en momentos en que el presidente está arrinconado por la pandemia que ha costado la vida de unas 314 mil personas e infectó a 12,5 millones, y se enfrenta al aislamiento internacional por haberse convertido en un jefe de Estado que amenaza la seguridad sanitaria global.
Sin dudas, el nuevo equipo de gobierno es hijo del desgaste de una administración que acaba de cumplir sólo dos años y dos meses con la popularidad del mandatario en baja, que se unió al progresivo deterioro de su alianza con el frente de partidos de derecha («Centrao») que comandan ambas cámaras legislativas, que amenazan con una eventual comisión investigadora
sobre la medidas anti coronavirus y/o autorizar la apertura de un impeachment (juicio político) al presidente.
Los cambios se iniciaron con la renuncia del canciller Ernesto Araújo y siguieron con los ministros Fernando Azevedo e Silva (Defensa), André Mendonça (Justicia), Luiz Eduardo Ramos (Secretaría de Gobierno), Walter Souza Braga Netto (Jefatura de Gabinete) y José Levi (Fiscalía General, o AGU). Tres de los ministros fueron trasladados a otras carteras: Braga Netto se encargará de Defensa; Mendonça será Fiscal General; y Ramos pasará a la Jefatura de Gabienete.
Mientras, Carlos Alberto Franco França tomará las riendas de Relaciones Exteriores, Flávia Arruda se encargará de la Secretaría de Gobierno y Anderson Torres tomará Justicia. Cabe recordar que una semana atrás había caído el ministro de Salud, general Eduardo Pazuello, reemplazado por el médico Marcelo Queiroga.
Es extremadamente raro el despido repentino de seis ministros en poco más de dos horas, y que todos los reemplazos se procesaran rápidamente. Igualmente raro es el clima general de normalidad en la prensa y en los círculos políticos con los nuevos miembros acomodados en los espacios abiertos, sin mayor revuelo. Cuesta creer que haya improvisación en este vertiginoso y, aparentemente, metódico proceso.
No hay dudas que el nuevo gabinete es la demostración de que Bolsonaro debió ceder al Centrao, pero las aguas siguen turbulentas, porque mantiene viva su disposición a fogonear la grave crisis del país, manteniendo vivos sus ingredientes básicos (la desocupación, el aislamiento social contra el virus y un subsidio estatal irrisorio) a la espera de un quiebre, donde –según analistas- tendrían un papel importante las milicias parapoliciales bolsonaristas que actúan en varios estados, como Río de Janeiro o Bahía.
El partido militar
Quizá lo más importante fue la caída del general Fernando Azevedo e Silva, como titular de Defensa, exigida por Bolsonaro luego que éste divulgó una nota formal con un párrafo donde insistió en preservar las Fuerzas Armadas como instituciones de Estado. Fue reemplazado por otro general, Walter Souza Braga Netto.
Para algunos analistas, la salida de Azevedo e Silva tomó por sorpresa a los altos mandos que mantuvieron una reunión de urgencia en la que se habría analizado la renuncia de los tres comandantes, informó el diario O Globo. Otros especulan que la carta escrita por el exjefe de Defensa, Azevedo, haya tenido el visto bueno el comandante del Ejército, general Edson Pujol, un militar que gusta de ser llamado institucionalista.
Éstos señalan que en sectores del generalato observan con atención la «politización»-el proselitismo- de las corporaciones castrenses, especialmente la tropa y la baja oficialidad, impulsadas por Bolsonaro. Esta situación, obviamente reaviva el antiguo desprecio del generalato hacia aquel Bolsonaro que en los 80 fue procesado por la justicia militar por planear atentados con explosivos a modo de reivindicación por aumentos salariales, lo que terminó en su expulsión «blanca» de la fuerza.
Pero el contexto lleva a creer que todo esto haya sido una operación planeada previamente, señala el analista Jeferson Miola. El gobierno y todo el proceso está comandado por los generales del Partido Militar:” tú eres una de las personas responsables de que yo esté aquí «, dijo el agradecido Bolsonaro al excomandante del Ejército, general Villas Bôas.
Pero no se puede eliminar la hipótesis de que el debilitado Bolsonaro, ante el riesgo de ser descartado por el Partido Militar, busque hacer alarde de su explosiva base social: la policía militar estatal y la policía en general; soldados, clases y sectores de oficiales de las Fuerzas Armadas; milicias armadas y fundamentalistas religiosos. El estímulo de la manada bolsonarista a la sedición de la policía militar en Bahía y la elección del ministro de Justicia son coherentes con la hipótesis.
Incluso esta narrativa termina siendo beneficiosa para el partido de los generales, porque refuerza el papel que los comandantes de las Fuerzas Armadas se autoatribuyen como garantes del sistema, y así continúan pesando como una densa niebla sobre la democracia, el estado de derecho y las instituciones civiles, añade Miola.
Volviendo a la hipótesis de la puesta en escena, de una operación de diversión del Partido Militar, la demostración parece estar en las portadas de los principales diarios del país, que parece reproducir un comunicado del Ejército, que intenta inculcar la falsa idea de distanciamiento / disociación de las Fuerzas Armadas del gobierno que fue electo, conformado y administrado por el propio Partido Militar.
La Folha de sao Paulo señala que «Bolsonaro cambia 6 ministros, acaricia el centro y sorprende a los militares«; O Globo indica que «Bajo presión, Bolsonaro cede al Centrão y trata de controlar a los militares«, O Estado de Sao Paulo dice que «El ministro de Defensa cae por negarse al uso político de las Fuerzas Armadas«, valor Económico que «Los militares resisten la alineación “ y Correio Braziliense que «Bolsonaro cede ante Centrão y abre una crisis con los militares«.
El presunto motivo de la destitución del general Fernando Azevedo e Silva encaja como un guante para la construcción de la falacia: habría sido el supuesto enfado de Bolsonaro con una entrevista al general Paulo Sérgio exponiendo la visión científica del Ejército en oposición al negacionista del gobierno, en el enfrentamiento de la pandemia.
Tras el regreso de Lula, el Partido Militar mueve las piezas del tablero para ajustar su estrategia a la nueva realidad. El arreglo de diversión del gobierno es parte de este movimiento, mientras invierten en la formación de un frente anti-Lula que reúna a la derecha tradicional, los medios hegemónicos y las facciones de extrema derecha -Moro-Lavajatista y militar-Bolsonarista- para las elecciones de 2022, señala Miola.
El general Santos Cruz y Sérgio Moro, el exjuez del Lava jato y exministro de Justicia de Bolsonaro, se están probando como posibilidad de asumir, esta vez, el papel de Caballo de Troya del Partido Militar que ya ha jugado el actual presidente.
Se especula que al menos buena parte del alto mando no estaría dispuesta a participar en las habitualmente mencionadas asonadas impulsadas por el presidente para dar paso a un estado de sitio. El útimo pretexto citado por Bolsonaro es impedir que los gobernadores decreten aislamientos sociales contra la Covid, a los que compara con «estados de sitio» propios de una dictadura. Un contrasentido, viniendo de Bolsonaro.
Adiós a un canciller ultramontano
Si llamó la atención la renuncia de Azevedo, no fue así con la esperada retirada del ultramontano ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo, tras la crisis desatada el sábado último en el Senado, donde citó una frase en latín de Benito Mussolini. Los presidentes del Senado y Diputados, Rodrigo Pacheco y Arthur Lira, los dos oficialistas, exigieron junto a muchos otros legisladores la salida del canciller, amenazando con un impeachment con el ministro saliente y también, eventualmente, otro con Bolsonaro.
Fue obsecuente con Bolsonaro a la hora mostrar su vasallaje al presidente estadounidense Donald Trump y también para hostilizar a la Argentina posmacrista, a China –el mayor comprador de Brasil– y a varios gobiernos europeos y asiáticos.
Araújo salió de la mediocridad para revelarse, como ministro, discípulo radical de Olavo de Carvalho, el exastrólogo que se autonombró filósofo y envía mensajes ultraderechistas por las redes sociales. El oscuro excanciller.
El auge de su desastre se dio desde el principio de la pandemia cuando Araújo atacó duramente la Organización Mundial de Salud, acusó al gobierno chino de haber creado el coronavirus, que llamó “comunavirus”, mostró simpatía con los vándalos fascistas que invadieron el Congreso en Washington, denunció como fraudulenta la elección de Joe Biden, se negó a buscar diálogo con China para acelerar la compra de vacunas, y se enemistó con India, otro proveedor importante. Todo un récord.
En Brasil, muchos recuerdan que durante una visita de Bolsonaro a Trump, a Araújo se le prohibió el ingreso al salón donde ambos mandatarios se reunirían, a donde sí pudo acceder Eduardo, uno de los hijos de Bolsonaro, revelado desde entonces como el verdadero mandamás de la política exterior brasileña.
Salieron varios ministros, pero no cambió la política siniestra de Bolsonaro, mientras los militares deshojan la margarita para saber si se hacen corresponsables del desastre: gracias a Bolsonaro y la derecha brasileña, más del 10% de los contagios y muertes por la Covid-19 en el mundo, provienen de Brasil que ganó el estatus de epicentro del virus en el mundo, una bomba de tiempo epidemiológica global.
* Investigadora brasileña, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)