Brasilia / Wáshington: la antinomia inevitable

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Mark Weisbrot.*

Durante la última década un cambio política que ha hecho época ha tenido lugar en el Hemisferio Occidental: Latinoamérica, una región que fue considerada una vez el “patio trasero” de Estados Unidos, es cada vez más independiente de Wáshington que Europa. Pero mientras Latinoamérica ha cambiado, la política exterior de EEUU no lo ha hecho –incluso ahora, con la elección de  Barack Obama.

Por tanto la región, incluyendo a Brasil, se encuentra cada vez más enfrentada a Wáshington. El golpe militar en Honduras es solo un reciente y flagrante ejemplo.

El presidente electo es secuestrado a punta de pistola y llevado en avión fuera del país; A pesar de la condena generalizada de estos crímenes por parte de grupos de derechos humanos en todo el mundo, el régimen golpista ahora trata de legitimarse con unas “elecciones”.

Casi todos los países de Latinoamérica dicen que no, que primero debe restaurarse la democracia, las libertades civiles y los derechos humanos básicos. Wáshington apoya las “elecciones”.

No es solo en la cuestión de la democracia que Wáshington se encuentra del lado equivocado de la historia. También se ha equivocado en la economía. Entre 1960 y 1980, cuando según el folclor de Wáshington los gobiernos de la región no podían hacer nada bien, el ingreso promedio de los latinoamericanos creció en 82 por ciento.

De 1980 a 2009, un período mucho más largo lleno de reformas neoliberales patrocinadas por Wáshington, creció en alrededor de 18 por ciento.

No es de extrañar que la mayoría del electorado en la región haya votado durante la última década para rechazar las políticas neoliberales. Poco nos consuela que los autores de las políticas que fracasaron en Latinoamérica, residentes en EE.UU., hayan logrado ahora también hacer fracasar la economía norteamericana.

Es suficiente mencionar en el hemisferio la “guerra a las drogas” de Wáshington como otro fracaso colosal que ha pisoteado la soberanía de varias naciones. La administración Obama continúa ahora la política de Bush de castigar a Bolivia con sanciones comerciales por dudosas “ofensas”.

En cuanto a la política de seguridad, la decisión de la administración Obama de expandir su presencia militar en Colombia, una vez más en oposición a casi todos los gobiernos de Suramérica, ha confirmado a Wáshington como una fuerza desestabilizadora en la región

Brasil no puede darse el lujo de mirar los toros desde la barrera mientras Estados Unidos crea problemas en América Latina –de la forma más amenazante en el caso de Honduras–, lo que crea el peligro de retrotraer la región a una era terrible, cuando los militares podían derrocar a gobiernos elegidos que no agradaran a Wáshington y a la élite local.

En cuanto a la política fuera de la región, el interés de Brasil de tender su mano a todas las partes en el Oriente Medio será bienvenido allí, al igual que en el resto del mundo. Brasil tiene ventajas que le permitirían desempeñar un papel importante: Lula es uno de los dirigentes políticos más populares del mundo, el gobierno tiene un hábil cuerpo diplomático, y Brasil no tiene conflictos de interés que le impidan ser un mediador honesto.

El Brasil de Lula ha rechazado cortés pero firmemente las políticas de Estados Unidos en un conjunto de asuntos importantes, incluyendo la propuesta del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA); el intento de Wáshington por imponer un acuerdo desfavorable para los países en desarrollo en las negociaciones de la OMC en 2003, y el fracaso de la administración Bush por aislar a Venezuela en la región.

En todos estos asuntos, y en otros, Brasil ha resultado tener razón. Sin que se vean en el horizonte de EEUU importantes cambios en la política exterior o en la política de comercio internacional, una política brasileña independiente y enérgica es probable que sea más importante que nunca.

* Co-director del Centro para la Investigación Económica y Política, Wáshington, D.C.
En Folha de São Paulo; reproducido por http://progreso-semanal.com bajo el título
Las diferencias de Brasil con Wáshington son inevitables y positivas.

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