CALLAR LA PRENSA POR LA SUMISIÓN O LAS BOMBAS
Este asunto ha dado mucho de qué hablar en el Reino Unido donde el gobierno de Blair se ha negado a comentarlo, pero ha iniciado un proceso disciplinario contra uno de sus funcionarios por revelación de documentos confidenciales.
Fuera del Reino Unido, la mayor parte de los medios de comunicación occidentales, los mismos que con tanta prontitud denuncian los atentados a la libertad de prensa cuando es un periodista occidental el afectado, permanecen bastante discretos sobre el asunto. La muy negativa imagen de Al Jazira, regularmente fustigada por los neoconservadores y sus voceros, así como sus orígenes, no son ajenos a esta falta de interés.
El director general de la cadena catarí, Wadah Khanfar, acaba de pedir cuentas al gobierno británico en Londres e informa de ello a la opinión británica en The Guardian. Recuerda todos los ataques de que la cadena ha sido objeto como el bombardeo a sus locales en Kabul, luego en Bagdad y el asesinato o arresto de algunos de sus periodistas como Tayseer Alluni. Ahora el objetivo son las oficinas de la cadena en Qatar y exige explicaciones.
En vano. No ha sido recibido por Tony Blair y tampoco ha recibido explicaciones.
Reacciones al medio de los medios
En The Independent, el periodista estrella del diario, Robert Fisk, recuerda que Al Jazira es el objetivo regular de Estados Unidos debido a su independencia en relación con la visión del mundo y las guerras de la administración Bush. Recuerda el asesinato premeditado de Tariq Ayub en Bagdad y el bombardeo de los locales de Kabul. Para él, no hay dudas de que se trata de una estrategia global tendiente a acallar una voz disidente. Así, considera que el proyecto de bombardeo a Al Jazira es verídico y recuerda que lo que le sucede a Al Jazira es la prolongación de la destrucción de la televisión serbia por parte de la OTAN en 1999, ocasión en que las fuerzas atlantistas demostraron que, a partir de entonces, los medios con una visión disidente constituían un objetivo.
Esta información es igualmente motivo de debate entre los conservadores británicos, partidarios de la guerra de Iraq, pero divididos en cuanto a este tema.El diputado conservador británico, redactor jefe de Spectator y cronista del Daily Telegraph, Boris Johnson, aprovecha su editorial en este último diario para manifestarse contra dicho proyecto de bombardeo.
Afirmando haber sido engañado sobre las armas de destrucción masiva, los planes de democratización de Iraq y el uso de fósforo, hoy rechaza que un canal, que por lo demás no le gusta, según afirma, pueda constituir un objetivo, y anuncia con orgullo que está listo a correr el riesgo de ser detenido por difundir informaciones clasificadas sobre el tema para defender la libertad de informar. Dado que este diputado está habituado a las declaraciones altisonantes y a los anuncios efectistas, este texto debe ser tomado con prudencia.
El redactor jefe del Daily Telegraph y cronista del no menos reaccionario New York Sun, Daniel Johnson, no comparte el punto de vista de su empleado y, en el diario neoyorquino, afirma que el proyecto de bombardeo a Al Jazira no es una cuestión de libertad de prensa o de derecho internacional, sino de oportunidad táctica.
El autor considera que «Occidente» está en guerra contra el terrorismo, materializado en Al Qaeda. Según él, Al Jazira es un vector de propaganda del islamismo y de las teorías de Al Qaeda, y por lo tanto hay que combatir a esta fuente de propaganda. El hecho de que se encuentre en suelo catarí no es un problema. Por el contrario, Qatar debería dejar actuar a Washington, su protector. En cuanto a la divulgación de los elementos secretos en la prensa, lo que permitió el estallido del escándalo, considera que como «Occidente» está en guerra se trata de un delito de traición y debe ser tratado como tal.
¿Guerra contra el terrorismo o guerra terrorista?
En la prensa árabe, el anuncio del proyecto estadounidense provoca consternación. Amer Abdelmonem, ex redactor jefe y responsable del sitio web del diario opositor egipcio Al-Shaab, se alarma ante estas revelaciones. Es de la opinión de que el simple hecho de haber podido imaginar un ataque a una cadena de televisión en un país aliado da prueba de enfermedad mental.
En la actualidad no quedan dudas de que la administración Bush lleva a cabo no una guerra al terrorismo, sino una guerra terrorista. Así, llama a los periodistas árabes a movilizarse para continuar haciendo valer su punto de vista.
Sin embargo, ¿centrarse en Al Jazira no es limitar la comprensión del tratamiento dado a la prensa por parte de la administración Bush? Como lo habíamos afirmado en nuestras columnas, la estrategia cuyo objetivo son los periodistas opositores a los designios de la administración Bush es global. Su blanco no es una cadena en particular, sino todos los que se opongan a su propaganda.
Por el contrario, la prensa dominante continúa dando pruebas de la más perfecta docilidad. El ex consejero de Bill Clinton y director del diario en línea Salon.com, Sidney Blumenthal, publica en The Guardian una tribuna con matices necrológicos para la carrera de Bob Woodward. Considerado en otros tiempos el brillante periodista de investigación que hiciera caer a Nixon, se presenta hoy como un agente de comunicación que revela lo que los dirigentes estadounidenses desean difundir. Woodward no es más que el símbolo de la sumisión de la prensa estadounidense. En la actualidad, dice Blumenthal en el titular de su artículo, no habrá otro Watergate.
En el sitio AdBusters, el periodista John Pilger manifiesta su irritación por el discurso enunciado regularmente por la prensa dominante estadounidense sobre su ética, su profesionalismo y su imparcialidad, y llega a la misma conclusión que Blumenthal. Asegura que en la actualidad la prensa, por sus prácticas y su docilidad, es una aliada objetiva de la administración Bush: oculta la verdad sobre las masacres en Iraq y ha sido cómplice de las mentiras sobre las armas de destrucción masiva iraquíes.
¿POR QUÉ ME QUIEREN BOMBARDEAR, SEÑORES BUSH Y BLAIR?
Wadah Khanfar **
Ya perdí la cuenta de las acusaciones contra Al-Jazira y los intentos de hostigamiento que hemos estado sufriendo desde 1996. Según los rumores, hemos sido sucesivamente el instrumento del Mossad, de la CIA, de Ben Laden y después, de Sadam Husein. Logramos ser criticados a la vez por Zarkaui y por Rumsfeld. Sabemos que algunos de esos rumores son circulados por servicios de inteligencia árabes que quieren apartar de la cadena a los espectadores árabes.
Hasta 2001, la cadena gustaba en Occidente en general y en Estados Unidos en particular porque difundíamos un punto de vista diferente en el mundo árabe. La hostilidad de regímenes árabes era vista como una prueba de nuestro profesionalismo y de nuestra objetividad.
Pero después del 11 de septiembre, Al Jazira ha sido el puntal de la información en Afganistán y después en Iraq. Sin embargo, esta vez, la presentación de otras opiniones no ha sido ya del agrado de los que toman las decisiones a escala internacional.
Iraq marcó un viraje: 74 periodistas, integrantes de equipos técnicos o traductores han muerto en ese conflicto. Dos de ellos eran empleados de Al Jazira. Hemos sufrido presiones y se nos ha acusado de incitar a la violencia. Nuestros locales en Kabul y en Bagdad han sido bombardeados.
En ambas ocasiones se nos dijo que había sido un error, pero no se han hecho investigaciones y hoy sabemos que lo que se quería era bombardear nuestras oficinas en Qatar.
Yo exigí explicaciones, pero no recibí respuestas de las autoridades británicas. Queremos conocer la verdad sobre ese plan, sobre el encarcelamiento de Tayseer Alluni en España, el de Sami Al-Haji en Guantánamo y sobre la muerte de Tariq Ayub en Iraq.
NO ES DE ASOMBRAR QUE AL-JAZIRA ESTÉ EN LA MIRA
Robert Fisk***
El 4 de abril de 2003, yo estaba en la azotea de la oficina de Al Jazira en Bagdad.
El horizonte estaba cubierto de edificios en llamas y de columnas de humo negro cuando vi un misil crucero elevarse sobre el Tigris, pasar silbando por debajo de uno de los puentes y desaparecer a lo lejos. Bajé a buscar al jefe de la oficina, el palestino de Jordania Tariq Ayub y le dije que él dirigía probablemente la oficina más peligrosa de la historia de la humanidad. A los estadounidenses les sería fácil hacer cesar sus transmisiones, seguidas en todo el mundo árabe, que mostraban a las víctimas civiles de los bombardeos anglo-norteamericanos.
«No te preocupes, Robert», me respondió, «estamos en contacto con los norteamericanos y les hemos dado la ubicación exacta de nuestras oficinas para que no nos bombardeen». Tres días más tarde, estaba muerto. El 7 de abril, cuando Tariq Ayub transmitía en directo desde la azotea del inmueble, un jet solitario llegó sobre él «volando tan bajo que por un instante creí que iba a aterrizar en la azotea» explica el colega de Tariq, el periodista Tayseer Alluni. El avión disparó un solo misil, directamente sobre las oficinas de Al Jazira, matando de inmediato a Tariq.
No fue una equivocación.
Para Tayseer eso no es nuevo, pues él era el corresponsal de Al Jazira en Kabul en 2001 cuando un misil crucero hizo impacto en sus oicinas, que afortunadamente estaban vacías. Nadie dudó de que este ataque contra una cadena que difundía los mensajes de Ben Laden fuese totalmente intencional.
En Bagdad, el día de la muerte de Ayub, un tanque Abrams M-1 A-1 lanzó un obús contra el Hotel Palestina, matando a tres periodistas. El Pentágono afirmó que se había disparado contra él desde el hotel, una mentira que refutan todos los testigos allí presentes.
Para mí eso tampoco es nuevo. En Belgrado, en 1999, yo estaba presente cuando la aviación norteamericana bombardeó los locales de la televisión nacional. Una acción que –como escribí al día siguiente– significaba que la OTAN se reservaba el derecho de atacar a las personas a causa de las palabras que proferían más que por las acciones que habrían cometido.¿Qué significaba eso para el futuro? Debía haberlo sospechado.
Cuando surgió Al Jazira, los estadounidenses la elogiaron mucho, viendo en ella la llegada de la libertad entre las dictaduras del Oriente Medio. El editorialista mesiánico del New York Times, Tom Friedman la describió como un faro de la libertad –lo que es siempre un halago peligroso en boca de Friedman–. Para la Casa Blanca, la cadena de televisión era prueba de que los árabes querían la libertad de expresión.
En efecto… y los árabes también querían ver y escuchar las verdades que sus líderes políticos les habían ocultado. Así, cuando la televisión libanesa se negó a difundir una serie en 16 episodios sobre la guerra civil, fue en Al Jazira que pudo verse…
Pero cuando Al Jazira empezó a difundir los objetivos planteados por Ben Laden, todo el entusiasmo de Friedman y del Departamento de Estado desapareció. En 2003, el subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz –ese modelo de democracia que incitó a los generales turcos a manifestarse cuando el gobierno democráticamente electo de Turquía negó el paso a las tropas estadounidenses para invadir a Irak– alegó abiertamente que los periodistas de Al Jazira «ponían en peligro la vida de los soldados estadounidenses».
Su jefe, Donald Rumsfeld, dijo una mentira mayor aún: Al Jazira estaba en connivencia con la rebelión y sus periodistas estaban prevenidos de antemano sobre las emboscadas contra los soldados norteamericanos. Yo pasé días enteros investigando eso, era falso. Pero ya era una costumbre mentir. Y lo primero que hizo el nuevo gobierno iraquí fue mostrar cuán democrático era al expulsar a Al Jazira de Bagdad, como ya lo había hecho Sadam Husein en 2001 y en 2003.
Por supuesto, Al Jazira no es un modelo de periodismo. Pero es una voz independiente en el Medio Oriente –y es por ello que los Estados Unidos han tratado de silenciarla en Kabul y en Bagdad–. Y también, quizás, en Qatar. Y es por ello que varios periodistas británicos han sido llevados ante los tribunales por Lord Blair por haberse atrevido a revelar un aspecto del lodazal tenebroso y sangriento en que nos han sumido los señores Bush y Blair.
«ESTOY DISPUESTO A IR A LA CÁRCEL
POR REVELAR LA VERDAD SOBRE BUSH Y AL JAZIRA»
Boris Johnson****
Los acontecimientos no facilitan las cosas para aquellos que, como yo, eran optimistas en su apoyo a la guerra en Iraq. Creímos en la existencia de las armas de destrucción masiva iraquíes y en los planes del Pentágono para derrocar al dictador e instaurar la paz en Irak. Pero no había armas de destrucción masiva y tuvimos una insurrección que dejó un saldo de decenas de miles de muertos. Algunos quieren que la guerra impida definitivamente el empleo de armas químicas contra los iraquíes y hoy se habla de bombas de fósforo.
Por último, algunos quieren que se desarrollen instituciones de la sociedad civil, como la prensa libre, y nos enteramos del plan de bombardear a Al-Jazira. Cada vez que hemos esperado algo, llega una información que destruye nuestras esperanzas.
Puede ser que la idea de bombardear Al-Jazira no fuese más que una estupidez sin importancia proferida por George W. Bush, una señal de cretinismo. También puede ser que la información sea falsa. Pero hay pruebas sustanciales de que George W. Bush y Tony Blair planearon bien ese bombardeo cuando se reunieron el 16 de abril de 2004, en pleno asalto contra Faluya.
Recordamos que el gobierno de Bush condenó la forma en que la cadena de información árabe había tratado el problema y los Estados Unidos ya habían bombardeado los locales de Al-Jazira en Kabul en 2002 y después en Bagdad en 2003. En 1999, fue la cadena de televisión serbia la atacada.
Es indudable que los Estados Unidos tienen razones poderosas para atacar a Al Jazira, pero también las tienen para atacar a la BBC y no van a lanzar un misil Tomahawk contra sus oficinas. Tenemos que saber si las informaciones del Daily Mirror son exactas. A pesar de las intimidaciones judiciales contra aquellos que se arriesguen a publicar alguna información filtrada de documentos oficiales secretos, estoy dispuesto a ir a la cárcel si se me presenta la oportunidad de esclarecer este asunto.
«BUSH HABRÍA HECHO BIEN EN BOMBARDEAR AL JAZIRA»
Daniel Johnson*****
El debate en torno al plan de bombardear las agencias de Al Jazira es sorprendente por el simple hecho de sorprender a los comentaristas. A mí lo que me hubiera sorprendido es que los señores George W. Bush y Blair no discutiesen sobre la forma de reducir los daños causados por la propaganda islamista, de la cual Al Jazira TV es el principal vector de difusión.
¿Acaso se equivocan al hacerlo? No lo creo. Desde el punto de vista de los intereses anglo-norteamericanos, sería deseable eliminar a Al Jazira y si Qatar, un reino del Golfo que se declara aliado de los Estados Unidos (y cuya protección le garantiza su independencia), permite que su capital se convierta en la base principal de los propagandistas de Al-Qaeda, no tiene ningún derecho a impedir que los Estados Unidos emprendan acciones punitivas en su territorio.
Este debate va mucho más allá. En primer lugar, ¿hasta cuándo Occidente puede tolerar la difusión de propaganda cuyo objetivo es envenenar la mente de los musulmanes contra los judíos y los «Cruzados»? En segundo lugar, ¿hasta qué punto están los gobiernos occidentales obligados a ser transparentes dando informaciones sobre las decisiones que han tomado a puertas cerradas y tienen el derecho de reprimir la publicación de esas informaciones sensibles con el objetivo de proteger los intereses occidentales –aunque haya que penalizar a la prensa por ello–?
El hecho de ser un protagonista importante de la prensa árabe no le da el derecho a Al Jazira a difundir informaciones que amenacen directamente la seguridad nacional estadounidense o británica. Al igual que utilizamos métodos de interferencia contra la propaganda hostil durante la Guerra Fría, debemos emplear todas las tecnologías modernas disponibles para presionar a Al Jazira y a sus similares. Podemos debatir sobre la objetividad de los programas, pero no hay debate posible cuando se trata de nuestro derecho a prohibir la difusión de videos de Al-Qaeda que incitan al terrorismo o de transmisiones que lanzan rumores sobre las llamadas atrocidades cometidas por los soldados occidentales. Asimismo, deberíamos imponer sanciones financieras a los periodistas de Al Jazira.
En cuanto al debate sobre la prohibición por el gobierno británico de publicar la nota que relata la conversación entre los señores Bush y Blair, eso es algo completamente legítimo. Ningún gobierno está obligado a revelar nada referente a decisiones operativas tomadas en tiempo de guerra.
¿En tiempo de guerra?, me dirá usted. Sí. Y ahí reside el problema. La mayoría de los estadounidenses son conscientes de que participan en una guerra contra el terrorismo. La mayoría de los europeos no opinan así. La mayoría de los norteamericanos está decidida a ganar esta guerra. La mayoría de los europeos ya ha abandonado la partida y aceptado la derrota.
AL JAZIRA Y LA LOCURA DEL PRESIDENTE ESTADOUNIDENSE
Amer Abdelmonem******
El informe top secret que los periódicos británicos publicaron sobre la intención de George W. Bush de atacar las oficinas de Al Jazira en Doha y en otras partes, confirmó que Bush se ha vuelto loco. Por otra parte, el inquilino de la Casa Blanca demostró su locura desde que declaró haber tenido discusiones con Dios, en nombre Quien, y de la supremacía estadounidense, abusó de su juego de guerra que ha continuado haciendo que se derrame sangre por doquier en el mundo.
En cambio esta historia explosiva, que no se tradujo en hechos, se divulgó unos días después del escándalo del uso de armas de destrucción masiva en Faluja. Las informaciones relativas a ese escándalo fueron difundidas por una cadena italiana, lo que prueba que los países europeos implicados en la guerra en Iraq comenzaron, a través de sus propios medios de comunicación, a denunciar la política de la administración Bush.
Estamos ante un criminal obsesionado por la guerra y la destrucción. Mientras que ese hombre, que se puede calificar como Drácula, ocupe la Casa Blanca representa una amenaza para la humanidad. Bush y sus aliados llevan a cabo una guerra «contra el terrorismo», durante la cual ya no distinguen entre lo militar y lo civil, ni entre el campo de batalla y los blancos civiles. Tampoco dudan en eliminar a los periodistas cuya misión no es más que trasmitir la verdad a la gente.
El informe demuestra que los ataques, dirigidos contra las oficinas de Al Jazira en Kabul y en Bagdad por dos veces, estaban bien planificados de antemano. Semejantes delitos requieren que Bush sea procesado judicialmente. Un juicio justo permitirá finalmente a la humanidad vivir en paz. La guerra contra el terrorismo debe llevarse a cabo contra la administración estadounidense y contra su presidente, quien no vaciló en atacar a Al Jazira por haber desenmascarado las atrocidades cometidas por sus soldados en Afganistán y en Irak.
Las presiones del presidente estadounidense y sus aliados sobre la cadena catarí sólo alentarán a sus periodistas a multiplicar sus esfuerzos por poner al desnudo, cada vez más, los escándalos de los neoconservadores.
NO HABRÁ OTRO WATERGATE
Sidney Blumenthal*******
Al inicio, los periodistas políticos del Washington Post consideraban el caso Watergate insignificante, poco plausible y poco serio. Sin embargo, dos periodistas continuaron trabajando y profundizando en el asunto, contribuyendo a la caída de Nixon. Hoy día, Bob Woodward, uno de esos periodistas, personifica el ejemplo tipo de integración al sistema de Washington y a un comportamiento profesional muy alejado de sus inicios. Lo confirmó el mes pasado.
El 27 de octubre, durante una entrevista con la CNN, defendió a Lewis Scooter Libby, acusado de haber desempeñado un papel en la revelación de identidad de Valerie Plame, hablando de chisme. También en esa fecha fue interrogado sobre ese asunto y reconoció que sabía quién era Valerie Plame después de que discutió con oficiales de la Casa Blanca, pero que se había callado y que no había revelado nada. De hecho, por su cercanía al poder, Bob Woodward es especialmente vulnerable a las manipulaciones.
En 2002, en Bush at War trabaja sobre la base de filtraciones selectivas atribuyéndole un papel ventajoso. En Plans of Attack, no desarrolla en lo absoluto las informaciones de que dispone sobre las modificaciones y manipulaciones de los informes de los servicios de inteligencia estadounidenses. En una palabra, Woodward escucha las confidencias de los dirigentes, pero no revela lo que ellos no quieren que de divulgue.
LAS DEFICIENCIAS DEL PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
John Pilger********
El principal obstáculo es la complacencia con que los periodistas y sus redacciones aceptan la línea dictada por los intereses financieros que las poseen y que han corrompido la profesión. Muchos se mienten a sí mismos cuando piensan que conservan cierto profesionalismo y que su «objetividad» es sacrosanta.
El ejemplo más notorio es la complicidad y el silencio de la llamada gran prensa norteamericana que favoreció directamente la invasión a Iraq y el asesinato de decenas de miles de personas inocentes; es un acto de piratería increíble, dada su proporción, y los peores no son los chupatintas y propagandistas de Fox –al menos ellos no esconden sus objetivos– sino más bien los miembros de la prensa liberal, orgullosos de los grandes preceptos de la Columbia School of Journalism y que practican la censura por omisión.
Baste con mirar cómo el New York Times o TheWashington Post hacen todo lo posible por omitir la magnitud de la matanza de civiles en Iraq. El enfoque seudo equilibrado de los medios de comunicación me hace rebelarme contra esto. Acostumbro a bromear diciendo que si Bush afirmara que la tierra es plana, los periódicos pondrían en titulares al día siguiente: Forma de la tierra: las opiniones divergen.
Pero cuando se considera lo que ya sabemos sobre la administración Cheney y cómo los medios de comunicación semioficiales (Fox News, las páginas de editoriales del Wall Street Journal, Judith Miller, Bob Woodward, etc.) funcionan aquí, en nuestro país, en realidad no es una sorpresa conocer que esas mismas técnicas se utilizan para manipular el «campo de batalla de la información» en Iraq.
Después de todo, no existe razón alguna para que los iraquíes tengan derecho a más democracia que nosotros. Irónicamente, parecen tener mayor ética periodística algunos de los chupatintas contratados por el Pentágono que sus colegas estadounidenses. Así, algunos de sus artículos se publicaron en los periódicos iraquíes con la mención «publirreportage» o «infomedia». Eso es la máxima honestidad a la que el New York Times pudo aspirar cuando publicaba los artículos de propaganda de Judith Miller sobre las armas de destrucción masiva de Sadam Husein.
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* Edición internacional, Red Voltaire (www.voltairenet.org/article132274.html).
** Wadah Khanfar, director general de Al Jazira. En The Guardian (Reino Unido) 1º de diciem,bre de 2005.
*** Robert Fisk es el corresponsal en Oriente Medio de The Independent (Reino Unido), donde se publicó este artículo el 26 de noviembre de 2005.
**** Boris Johnson, diputado británico, escronista regular del Daily Telegraph( Reino Unido), donde se publicó el artículo el 25 de noviembre de 2005.
***** Daniel Johnson, redactor jefe del Daily Telegraph de Londres y comentarista hjabitual en la prensa conservadora de EEUU. Artículo publicado en el New York Sun el 25 de noviembre de 2005.
****** Amer Abdelmonem redacator jefe y editor del poprtal internet del diario egipcio Al-Shaab. Publicado el 25 de noviembre de 2005.
******* Sidney Blumenthal fue editorialista del New Yorker, del Washington Post y de New Republic. Publicadao en The Guardian (Inglaterra) el 1º de diciembre de 2005.
******** John Pilger es periodista y documentalista. Publicado en AdBusters en diciembre de 2005.