Carta a un poeta que acaso no la pueda recibir

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Rivera Westerberg.

"Me visto de luz y de semillas / para ser la hembra de todos los poemas" escribe Claudia Hernández; se dirige a Gonzalo Rojas. Rojas no podrá recibir su carta, murió en la temprana mañana del lunes 25 de abril. Tampoco habrá podido leer la recopilación antológica de poesía femenina contemporánea del Valle del Elqui del Grupo Albricias de La Serena. El texto de Hernández, empero, seguirá largo en mi memoria como el mejor homenaje al poeta que partió.

No es poco morir a los 93 años tras haber obligado —es un decir— a sus paisanos a leer sus textos. Chile no es un país de poetas —no más que otros, la poesía es al fin y al cabo un mal parece que necesario—, sí una sociedad que suele producir poetas, antes ¿por qué no por aburrimiento, de puro provinciano que era?, hoy tal vez por desesperación no por batalla. Pero en Chile la poesía camina por donde se las arregla y el resto a revisar el costo de la gasolina.

Si fuera de verdad un país de poetas no tendría Chile los prohombres que se lucen en la tele —y que incluso se las arreglaron para pronunciar Gonzalo Rojas sin grandes titubeos. Lo malo no es todos los muertos sean buenos, lo malo es que todos dicen haberlos conocido.

Nada de eso preocupa a Claudia Hernández[1], Hay en cierta poesía el túmulo y la copa, la hendidura a completar (como el cartógrafo morosamente dibuja un mapa), la lanza en pos de otros combates, el idioma del sueño,  los ojos abiertos y las tormentas; Rojas escribió esa poesía del sexo y del asombro por los amores que dicen sus nombres y desnudan sus desnudeces; escribió sobre la Tierra y la geometría de la palabra que la designa. Y quizá no pensó demasiado en qué se ama cuando se ama. Porque se ama, claro. Esa es la lección literaria aprendida por ella del maestro.

Su carta al poeta dice en la posdata:

Aquí dentro
sin perder lo incesante de la cópula lírica
pienso en aquello del hastío
Nadie atendió a mi monumental orgasmo
Ellos solo pensaban en
qué se ama cuando se ama

Vendrán los especialistas y los encargados de la anécdota trivial a revisar cuánto quedó en él, en Rojas, de la fantasmagórica Mandrágora, de su mirada política, de sus compromisos, de sus obsesiones, de sus iras, de sus viajes, de sus amistades —hasta de sus amores: los amores siempre dejan un poema. Y en raras ocasiones los poemas encuentran herederas y herederos.

Lloverá con más frío en el sur este invierno.

[1] Albricias – Poesía femenina contemporánea del Valle de Elqui (Gráfica LOM, edición auspiciada por el Fondo de Cultura del Gobierno Regional, IV Región, Chile) será comentado en este portal.

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