Chávez. – EL HURACÁN HUGO
Desde Santiago de Chile, donde sentó las bases de una nueva diplomacia enraizada en la verdad y el decoro («Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en si el decoro de muchos hombres», escribió José Martí), Chávez acometió una vertiginosa gira por Oriente Medio y Europa.
El torbellino que despierta su humanidad, siempre accesible a todos, es un plato fuerte difícil de ignorar por los grandes medios corporativos.
Chávez les da cabida en un mismo espacio a reporteros de medios de gran impacto masivo, como al compañero de un medio alternativo, o a la joven que vitorea su nombre en una calle de Lisboa o París. Todos tienen espacio en la improvisada conferencia de prensa que él mismo monta sobre el escenario que con tanta profundidad conoce, la calle.
En definitiva Chávez es un hombre de a pie, con todas las libertades y soberanías que ello implica.
Cuando un hombre del pueblo se yergue los poderosos tiemblan. Cada uno de sus gestos, de sus respuestas o de sus análisis de la realidad nacional o internacional, no conlleva ni un ápice de demagogia, de oportunismo barato o de simplón populismo como quiere endilgarle la cipayería despreciable de los Aznar y los Vargas Llosa.
Su verbo se ajusta a las realidades que nos tocan a muchos millones de personas a diario, contextualizándolas. Sus verdades son noticias, una tras otra, porque son nuevas y únicas en la vorágine de tanta mentira e hipocresía de tanto burdo politiquero y de tanto mercenario mediático.
En su misión de «Sembrador de conciencias» como lo bautizó Fidel, no repara ni en lugares, ni en escenarios, ni en altas magistraturas («Con la verdad no ofendo ni temo», dijo José Gervasio Artigas). Cosa que demostró por centésima vez en la cumbre de la OPEP frente a las monarquías más ricas del planeta pidiendo una organización al servicio de la multipolaridad, la justicia social y el antiimperialismo.
Su visita a la República Islámica de Irán representa no tan sólo un paso más en la estratégica agenda de cooperación de los dos países, sino también el gesto solidario del hombre valiente que no olvida a su hermano en tiempos de peligro.
Cuando muchos líderes mundiales juegan con los eufemismos y con la pasividad cómplice, Chávez se corta por la recta que lo muestra como estratega y estadista del Tercer Mundo. Incansable, libra batallas en muchos frentes simultáneamente sin darle respiro a su adversario, siempre el imperialismo y el «combo» de sus lacayos serviles.
A Francia lo lleva su misión de abrir caminos hacia un intercambio de prisioneros y retenidos por parte del Estado colombiano y las FARC-EP. No busca protagonismo internacional, pero se sabe el intérprete y el vocero de millones de colombianos y decenas de millones de otros latinoamericanos que anhelan una Colombia en paz. Paz cercenada en las ultimas seis décadas por la oligarquía de la motosierra y el narcotráfico.
En Lisboa lo recibe un mar de gente, las cámaras, los flashes y los micrófonos, y Chávez que no desestima ni los minutos ni los segundos, sigue sembrando conciencias.
En el invencible suelo liberado de nuestra América, Chávez es el menos extraño de los visitantes, un habanero revolucionario más. Habla con el maestro de los sembradores. De regreso a su Patria chica sigue en la batalla sin perder un minuto, porque sabe, como lo sabe todo el pueblo venezolano, que los apátridas están al acecho.
El 2 de diciembre será otra experiencia victoriosa de acumulación de poder popular, de protagonismo transformador hacia una sociedad más democrática y de mayores niveles de justicia social. El huracán del pueblo no puede parar hasta alcanzar toda la justicia y barrer definitivamente con los sectores del antipueblo y la antipatria, que intentan frenar el objetivo supremo de lograr la mayor suma de felicidad posible en suelo venezolano.
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* Periodista, productor de radio.
En: www.unpueblo.com.