Chávez ratificó su liderazgo con una mayoría clara y aclaró el horizonte

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Marcos Salgado*

Con un millón de votos de diferencia sobre la oposición unificada en la consulta popular sobre la enmienda constitucional, el presidente venezolano Hugo Chávez revalidó su liderazgo y ahora sí podrá presentarse como candidato a un tercer mandato consecutivo, en las presidenciales de finales de 2012, .

Miles de corazones paralizados frente a las pantallas de los televisores estallaron en alegría que se derramó en los cerros, los barrios y las avenidas de la noche de Caracas, cuando la autoridad electoral confirmó la victoria del Sí a la enmienda de cinco artículos de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que desde ahora permitirán eventuales postulaciones sucesivas a todos los cargos electivos.

“Te felicito por una victoria que por su magnitud es imposible medirla” le dijo el líder cubano Fidel Castro al presidente venezolano apenas conocidos los resultados, según contó el mismo Chávez desde el “balcón del pueblo”, en el Palacio de Miraflores. “Hoy se estaba definiendo mi destino político”, recordó el mandatario venezolano y contestó en parte el interrogante de Fidel. “A partir de este instante me consagro íntegramente al pleno servicio del pueblo venezolano. Una consagración definitiva”.

Palabras que sonaron como un yunque al cuello en el comando de campaña del “No”, donde antes de los números oficiales varios dirigentes intentaron asegurar que contaban con “buenos números” sobre la performance de la opción negativa.

Tercer ciclo

“Ahora se viene lo bueno”, aseguró Chávez. “Con esta victoria de hoy comienza el tercer ciclo histórico de la revolución bolivariana, del 2009 al 2019”, remarcó el presidente venezolano mientras recibía a los que llegaban en largas caminatas hasta el palacio de gobierno. “El camino es el camino de la dignidad del pueblo. Ese camino tiene un sólo nombre: el socialismo”, reafirmó.

“A menos que el pueblo disponga otra cosa, este soldado es ya precandidato a la presidencia de la República, para el 2013 al 2019”, gritó Chávez y arrancó una ovación de las mayorías que ganaron las calles de Venezuela nuevamente, después de dos elecciones con sabor amargo. La de diciembre de 2007, cuando por una pequeña diferencia se impuso el “No” a la reforma constitucional y la reciente de noviembre de 2008, cuando el Partido Socialista Unido de Venezuela no logró reconquistar y tampoco retener las gobernaciones y alcaldías de algunos de los distritos más poblados del país.

En el mismo discurso de la victoria, el presidente Chávez delineó los ejes de sus próximos años de gobierno. “Retomemos con fuerza la política de las ‘tres R’: revisión, rectificación y reimpulso revolucionario” indicó y le puso nombre a las prioridades: la lucha contra la inseguridad y “la corrupción en sus mil maneras, el despilfarro, el burocratismo y la ineficiencia”. También llamó a “fortalecer las misiones sociales”, que en los primeros años de su década de gobierno lograron una efectiva llegada del Estado a los más necesitados, postergados por décadas de alternancia conservadora. 

“El que no se ría es chavista”. “Pongan caras de felicidad, que hay motivos para festejar”, reclamaban en el comando del “No” algunos dirigentes, mientras esperaban que la televisora opositora Globovisión les diera un pase en vivo para hablar sobre los resultados, ignorando que otras cámaras los tomaban. Una postal del desconcierto de otra batalla perdida a manos de la fuerza del voto popular. 
 

Alta participación

A diferencia de votaciones anteriores, donde la característica de la jornada eran las largas colas frente a los centros de votación, esta vez una recorrida por diferentes zonas de Caracas mostraban que el proceso fluyó más rápido. Aunque se temía en los comandos por el “Sí” que tal rapidez estuviera ligada al ausentismo, el comunicado oficial del Consejo Nacional Electoral espantó fantasmas: la participación era nuevamente histórica, arañando el 70 por ciento.

Cuando todavía los rezagados llegaban a los centros electorales, los comandos de campaña ya contaban con encuestas a boca de urna que daban ganador al “Sí”. Desde el Comando Simón Bolívar del “Sí” el ministro de Finanzas, Alí Rodríguez Araque, reclamó a la oposición que aceptara los resultados electorales. A la misma hora, opositores variopintos poblaban las pantallas y los parlantes de la profusa prensa opositora venezolana machacando sobre supuestas irregularidades en el proceso de votación, aunque se cuidaban de hablar de “fraude”.

La ecuación de este sector es tan simple como repetida: tomar hechos difundidos pero no confirmados por los medios de comunicación privados (demoras en la apertura de los comicios, confusiones en el mecanismo de votación, pequeños desperfectos del sistema de conteo de votos), darles inmediatamente carácter nacional y sugerir que son parte de un plan concebido desde el gobierno, cuyos alcances y objetivos son tan imprecisos como el origen mismo de las denuncias.

A la misma hora, desde las zonas populares de la capital venezolana muchos comenzaban a caminar hacia el Palacio de Miraflores, repitiendo la senda del año 2002, cuando la movilización popular permitió la vuelta al gobierno del hombre que ahora tendrá la oportunidad de revalidar su liderazgo dentro de tres años y nueve meses.

Venezuela volvió a votar, y volvió a demostrar que cuando lo que está en juego es directamente la permanencia del presidente Hugo Chávez al frente de los destinos del país, las diferencias con la oposición se agrandan. Una comunión entre el líder y las mayorías que no avienta todas la amenazas -propias y enemigas- sobre el proceso de cambios bolivariano, pero renueva la esperanza.

Un soplo de aire fresco, de otro febrero.

*Periodista argentino, enviado especial a Caracas

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