Chile: A no equivocar el camino, Boric es ahora el candidato

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El resultado de las primarias del domingo pasado, al margen de lo sorpresivo de los resultados en todos los sectores, ha conmovido más a la militancia comunista que los berrinches que provocara el triunfo de Sebastián Sichel en la derecha. Ello resulta comprensible y natural si se parte del honesto entusiasmo que concitara el mejor candidato que pudo surgir de las filas populares, y digo surgido de un conglomerado no militante.

Porque fueron ellos, la base del partido comunista y sobre todo una gran masa de independientes los principales impulsores de la candidatura de Daniel Jadue, más que su propio partido que, tal como lo dijo él la noche del domingo, se incorporó al comienzo de una manera más bien reticente al gran esfuerzo colectivo que se formó tras la figura del alcalde de Recoleta.

Resulta, entonces, explicable que la mayor desilusión ante la derrota del proyecto popular de Jadue, sea justamente de la masa de independientes que actúa de manera más visceral cuando se trata de leer con objetividad el momento político. Hace unas semanas escribí un artículo, ya citado en otra ocasión, donde no obstante mi esperanzador apoyo a este brillante líder de la izquierda, tenía yo la certeza que no llegaría a ser presidente de Chile.

La realidad ha cambiado a partir de los resultados que arrojaron las primarias de Apruebo Dignidad y es necesario analizarlas con la mente fría, exenta de la natural pasión que provocara la esperanza que se puso en Jadue.

Es precisamente a las erradas conclusiones, y sobre todo acerca de las reacciones equivocadas que muchos, aunque sea con honestidad, han sacado, y lo peor extrapolado, respecto de las razones de la derrota y su proyección en los momentos venideros, a lo que deseo referirme.

Resulta sorprendente que mucha gente, insisto que con justo desencanto, haya volcado mayoritariamente sus dardos acusatorios contra el otro candidato de Apruebo Dignidad y que resultara triunfador, Gabriel Boric, adjudicándole torcidas maniobras que, a la postre, serían las causante de la derrota del candidato de Chile Digno.

Lo primero que hay que decir es que meter una cuña mal intencionada, que deteriore la unidad de la izquierda representada por Apoyo Dignidad frente a la dura campaña que se avecina, es entregarle un arma poderosa no sólo a la derecha, que espera reconstituirse de su maltrecho presente detrás de un payaso sacado del sombrero como lo es Sichel, sino también a la llamada Unidad Constituyente y a la Democracia Cristiana que basan sus debilitadas esperanzas en un fracaso del candidato de la izquierda.

Desde la misma noche en que Gabriel Boric fuera proclamado con su triunfo el candidato de toda la izquierda, y de la gran mayoría del pueblo chileno que espera derrotar en noviembre a la derecha neoliberal, él ha pasado a ser mi candidato, y jugarse por su triunfo con la misma pasión y la misma fuerza que pusimos tras de Jadue, es ahora la gran tarea a cumplir en estos escasos meses que tenemos por delante.

No se trata de cambiarse de caballo en plena carrera, sino que de tomar en nuestras manos la bandera que Daniel Jadue entregó a Boric para conducirla al triunfo de noviembre. Es necesario, entonces, terminar ya con los ataques absurdos, algunos francamente ridículos, que le lanzan incluso todavía hoy, al que fuera hasta el domingo el representante del Frente Amplio y ahora el candidato de toda la izquierda.

No hay, por desgracia, tiempo para convencer a quienes no comprenden que la realidad se mueve de manera dinámica respecto de la gran tarea que tenemos por delante. Como nunca, la campaña será extremadamente breve y, sobre todo, enormemente virulenta.

Si contra Daniel Jadue se empleó toda la batería de bajezas y calumnias que aporta el anticomunismo, ésta se verá redoblada en los días venideros para intentar detener el avance de las fuerzas populares nucleadas detrás de Gabriel Boric. De ahí que nutrir al enemigo con argumentos gratuitos es simplemente la peor conducta a la que nos puede conducir una mirada obtusa y miope de un momento de la historia del país que mañana puede resultar trascendental.

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