Chile a punto…

Mario Figueroa.*

En este momento mientras seguimos cargando el carro del supermercado y no nos preguntamos nada más que del terremoto y el nuevo gobierno, me cuestiono también otra cosa… y me queda la sensación de desazón.  ¿Estuvimos a punto de ser un país desarrollado?

20:30, un relato angustiante medio disfonico, voz que llega desde lejos y que sale por la radio para todos los fanáticos del futbol. La selección chilena está a punto de clasificar para el Mundial y el país entero, eufórico, alienta frente a la pantalla de televisión a un plantel que hace días viene haciendo milagros… San Marcelo, el loco, nos está llevando a Sudáfrica 2010… ¿recuerdan ese momento?.

Chile siempre está a punto… Puta miseria la nuestra, que no podemos lograr lo que queremos de forma fácil y certera. Siempre a un paso de algo mejor… y nada. Ahí queda la garra y volvemos a lo mismo, al día a día, a vivir del recuerdo del casi casi.

Justo ahora cuando el vuelo rasante en la crisis mundial nos mantuvo en pie y logramos al menos no estar afectos a dolores monetarios, justo ahora casi casi como regalo de despedida de las vacaciones, cuando a un poco más de 24 horas nuestros hijos ya volvían a clases la tierra viene y nos hace volver a sentir lo habitual de mi patria. Un terremoto —en boca de todos— nos vulnera ante todo lo concreto y seguro de seguir creciendo.

¿Siempre estaremos a punto de?

Nos jactábamos de la estabilidad, de la seguridad y de la poca corrupción pese a todo lo turbio que sucede en las cúpulas que favorecen a los empresarios y se las arreglan para repartirse las utilidades del país entero. Casi casi de ser los más estables del Cono Sur y del resto de países latinoamericanos, ahí mismo, en el casi casi nos volvemos a caer y la meta en cero.

Vuelve a empezar la maratón de kilómetros y kilómetros, entrenar para ser campeones… Sin estadios ni gimnasios; sin escuelas, sin buena alimentación; sin buena política, sin presidente, sin ministros, sin abogados que defiendan a los más desprotegidos —y con una banda de delincuentes de cuello y corbata, tecnócratas con barajas de MBA.

La noche del 27 de febrero nos sorprendió en pelotas —y realmente en pelotas—. No había lámparas de emergencia en las casas. No habíamos comprado ni velas. Los jaguares de Latinoamérica estábamos durmiendo y ni cuenta nos dimos cuando el calendario nos retrocedió 20 años otra vez.

¿Qué paso con los súper modernos aparatos que nos vendió la telefónica?… No funcionaron. ¿Qué paso con el sistema interconectado central?… No funciono. ¿Qué paso con las súper carreteras de las comunicaciones?… Se vinieron abajo. ¿Qué paso con la súper red hospitalaria?… Se enfermo. ¿Y qué paso con los que tenían que actuar de inmediato?… Sufrieron "shock de pánico"
.
Hoy a más de un mes del terremoto ¿saben qué siento? Que nunca estuvimos a punto de ser desarrollados… Es como si alguien nos quiso poner a prueba, nos vio muy presumidos y nos tiró el 8.8.

No estábamos preparados para nada más que esto. Somos esto y nada más.

Somos Chile un país en vías al desarrollo, pero sólo porque queremos no porque nos acerquemos. Mientras, seguimos llenando nuestras carros del supermercado y comentando lo triste que fue el terremoto.

* Hombre de radio.
 

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