Chile: Concertación y Alianza pueden haber elegido a su candidato perdedor

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Lagos Nilsson

Piñera pierde terreno, pero Fei no sube a sus expensas –quizá se los ve como dos caras de una misma moneda–. Mientras el interrogante a partir de las últimas encuestas, la simpatía ciudadana por Bachelet en aumento y el circo íntimo-electoral que decidió a Frei Ruiz-Tagle como el candidato del oficialismo, abre puertas, ventanas y tranqueras a la especulación, y la izquierda se agita en un rincón, como el de Cheshire Pamela Jiles puede sonreír sin desaparecer.

Cuatro hechos marcan la política en el otoño chileno este 2009. Otros, también importantes –como el desprestigio de la política profesional-paramentaria, el ánimus en absoluto "iocandi" del sector educacional, sindical, deudor, etc… y el aumento brutal de la cesantía, por ejemplo– son de vieja data. Veamos

El primero fue el golpe sufrido –aunque se pretenda negarlo– por la izquierda oficial (ex socialistas y socialistas rebeldes) y extra parlamentaria (comunistas, humanistas y otros grupos) que significó la irrupción de la periodista Pamela Jiles como candidata a la Presidencia. Lo que pareció un chiste de Jiles, que podía hacerse de lado con un ademán, comenzó a ganar espacio allí donde más duele: entre los jóvenes reacios a inscribirse en los registros electorales y los que eligen no sufragar –un sector vital para dotar de sentido y contenidos a la institucionalidad chilena.

Luego vino el repunte de simpatías por la presidente Michelle Bachelet; caso sui géneris por transitar la última etapa de su breve mandato (cuatro años sin posibilidad de reeelección). Bachelet goza de más del 72% de percepción favorable, frente al 57% de la opinión ciudadana que estima positivo al conjunto del gobierno.

En tercer lugar, el aumento de aparente intención de voto para Eduardo Frei Ruiz-Tagle, ex primer mandatario en campaña para regresar a La Moneda, y los primeros síntomas de que la candidatura de Sebastián Piñera pudiera estar llegando a su cénit para iniciar el camino del ocaso.

Finalmente el confuso y desganado proceso por el cual la Concertación eligió, en primarias a todas luces simbólicas –menos de 50.000 electores– a su candidato presidencial, el ya mencionado Ruiz-Tagle.

Estos cuatro hechos puntuales se entremezclan, enlazan y ofrecen, a la vez, un panorama desolador del que hacer político en un país que hace menos de 40 años constituyó el más grande laboratorio político y social del continente, con una historia de luchas sociales que se remonta por más de un siglo.

El panorama por sí mismo

Algunos analistas quieren ver en el alto índice de aprobación de Bachelet una suerte de apoyo, voto de confianza tentativo, a la presidente en época difícil enmarcada por el conflicto con Perú y la crisis económica y social ad portas –o ya dentro de casa–. Es probable, pero…

También es posible que "suban los bonos" de Bachelet como anticipación al voto-castigo que, de no mediar circunstancias extraordinarias, se apresta la ciudadanía a emitir. Una especie de "funa" a la Concertación y en especial al Partido Socialista –que ya la democracia cristiana viene siendo castigada con la pérdida de su clientela electoral y el Partido por la Democracia, instrumental lo definió su fundador Ricardo Lagos, no es más que una correa de traslación de votos para el conglomerado oficialista, que no serían dados ni a la DC ni al PS.

La ciudadanía –por lo menos buena parte de la misma– sospecha que Bachelet llegó a la Presidencia de la República no por el fervor puesto durante su campaña por los dirigentes concertacionistas ni por sus méritos desconocidos entonces –y en alguna medida todavía promesa–, sino gracias a la ola popular que exigía un cambio de estilo, a lo menos, en la conducción de los asuntos públicos. Y porque sospecha que no contó con la lealtad de los dirigentes de los partidos que debieron ser su sostén.

Que Eduardo Frei se encarame algunos puntos en las encuestas y sondeos es algo natural; su campaña –que no empezará luego del circo proclamatorio del domingo 5 de abril porque había comenzado a lo menos ocho semanas antes–, nacional, con el respaldo del PS, la DC y el PPD –o al menos de sus directivas y la mayor parte de opiniones influyentes de esos conglomerados– debió haberlo hecho subir más.

Sólo que Frei –pese al cambio de "look" que dicen las revistas de modas y que es un acierto de sus asesores de imagen– es un político conservador, usado el término no en forma peyorativa, aun entre los elementos menos progresistas de la Concertación. Y, además, al parecer no cuenta con el entusiasmo de todo su partido, que no ha terminado de lamer heridas y desastres y lleva, con dignidad, hay que reconocerlo, el duelo por el alejamiento de Zaldívar y un puñado de dirigentes y parlamentarios.

Tampoco es un misterio la realidad que recorre sotto voce las instancias del socialismo: muchos militanes y simpatizantes de esa organización no votarán por Frei, no al menos en primera vuelta: ciudadanos ya mayores que recuerdan el doble juego de la DC previo al golpe de Estado de 1973.

La suba en los sondeos de Frei, entonces, bien pudiera ser producto de una dinámica cuya raíz se ancla en dos situaciones: una, el peso específico de la Concertación, que disminuida y semi paralizada puede, no obstante, tirar de los hilos del poder a lo largo del país; y en segundo lugar por el desgaste de los casi cuatro años de campaña de Piñera sumados la falta de un proyecto político coherente que trascienda consignas trasnochadas y voluntarismo inútil.

Las espinudas aguas de la izquierda

El ascenso de la candidata Jiles resulta inescindible del pantano en que se debate la izquierda –la concertacionista y la no concertacionista–. En este tapete político las cosas aparecen enredadas o como un perno que no encuentra el hilo de la rosca de la tuerca.

Parece un hecho que la precandidatura del senador Alejandro Navarro entró en un cono de sombra. No logró conmover al anquilosado PS, que vivió sin trauma su alejamiento, ni consiguió el eco internacional que tal vez esperaba. Para usar una fase que tiene más de 60 años de acuñada: quedó, con independencia de su talento y capacidad de dirección, si los tuviere, "colgado de la brocha". Probablemente negocie algunas vituallas para mantener su embrionaria organización a la espera de mejores tiempos.

Navarro se ha quedado en un rincón del cuadrilátero: la pelea es en otra parte.

El Partido Comunista está amarrado por su propia red. Su política de seducción, acuerdos y pactos con vistas a romper la injusta exclusión que padece no muestra objetivamente otro resultado que las negociaciones con Jorge Arrate, para las presidenciales, y algunos posibles convenios para las elecciones parlamentarias con la Concertación que, obviamente, dependerán del modo en que se baraje el naipe de aquella.

Mirando "debajo del agua" no es imposible un giro del PC para terminar apoyando a Frei. Todo depende de lo que se ponga sobre el mantel.

En cuanto estrategia puede discutirse o no el entramado táctico del PC, pero conviene considerar que las batallas se ganan en el presente, no en el futuro; y que si se pierden todos los combates no habrá tropa para la guerra de ese futuro. Pero, de cualquier, modo, ese partido conforma la agrupación más sólida y disciplinada de la izquierda, con una visión del largo plazo poco frecuente, y de todas maneras imposible en otros grupos más pequeños y urgidos por la necesidad de sobrevivir. No son recursos los que le faltan al PC. Le falta mística.

Y quizá no tenga mística porque el rumbo que sigue, o parece seguir, no es aceptado por la ciudadanía ni la mayor parte de los jóvenes automáticamente inscritos en los registrose electorales, pero libres de decidir votar o no. Lo más probable es que no lo hagan encolumnados detrás de banderas que se agitan según un viento que les es ajeno.

Lo que debe haber considerado la derecha "dura" cuando la discusión de la ley respectiva es que aumentar la masa de votantes no asegura ni mayor concurrencia a los comicios ni que los eventuales nuevos votantes se decidan por una izquierda deslavada.

La precandidatura de Teillier –es vox pópuli– no pasa de ser un disponer las piezas para establecer condiciones de diálogo  necesarias al PC, y si se hablaba de la proclamación de Arrate como candidato de la izquierda, una vez que se afinen detalles de lo por recibir a cambio, surgen dudas. Desde luego una mortífera: ¿es Arrate el mejor cadidato para superar la coyuntura?

Jorge Arrate es un político de vieja escuela y ambiciones legítimas. Para unir tanto a la izquierda real como a los sectores disconformes de la Concertación, sin embargo, debe dar algunas explicaciones políticas –por ejemplo: su actuación a lo largo de las negociaciones con la derecha, en especial en la segunda mitad de la década de 1981/90, y su rol en el nuevo perfil que adquirió el PS mientras progresaban esas conversaciones.

La época de la "muñeca" política y la manipulación de grupos terminó cuando el ciudadano –y con más razón el militante– se habituó al mundo de la comunicación digital. Buena parte del futuro de Arrate –un futuro que por razones cronológicas se le acerca a pasos agigantados– depende de cuál es la cosecha real que obtiene del PS para su candidatura –un PS que parece moverse más, como el PRI mexicano de antaño, por intereses inmediatos que por razones ideológicas.

Lo cierto, en todo caso, es que difícilmente Jorge Arrate pueda aspirar a una segunda candidatura en cuatro u ocho años; necesita frutos ahora. Que no es lo que sucede con Marcos Enríquez-Ominami. Lo que hoy es un "saludo a la bandera" que no conmueve a nadie –y sus razones tendrá para hacerlo–, podría ser en un político de raza el primer paso de un campesino ensemillando el surco; pero el diputado no tiene cara de campesino y no se advierte en su discurso, en el discurso de ninguno de los izquierdistas, en verdad, el aire nuevo, la ruptura con el status quo que la ciudadanía en un comienzo concertacionista y de izquierda espera.

En el hoy silencioso Partido Humanista no se advierte la gana que mostró hace cinco años; Tomás Hirsch parece apagado, como a la espera de un hecho ajeno que dispare cohesión y permita su discurso. Si fue notable su contribución al Juntos Podemos, resulta extraño su silencio en la coyuntura. Pero, por otro lado, ciertas negociaciones exigen ciertos silencios para llegar a buen puerto.

Pamela Jiles no es exactamente una aspirante a la Presidencia que se pueda encuadrar entre los candidatos de la izquierda, desde luego porque su discurso –valga la expresión– está en Chile "a la izquierda de la izquierda", como que es la única que reivindica de viva voz y no forzadamente a Salvador Allende y la necesidad de la intervención del Estado en la economía –recuerda también a Aguirre Cerda y al Frente Popular.

Por ahora se diría que su candidatura, la de Jiles, se consolida con una firmeza que sus adversarios parecen no querer advertir. Peor que creer que alguien es más poderoso de lo que realmente es resulta minimizarlo. En un mes de actividades, la periodista demuestra que no llegó a la política a jugar por "bolitas de dulce". Ha mostrado personalidad, coherencia, valor y carisma.

Representa el espíritu rebelde que ninguno de los demás políticos quiere despertar. Y ese es un dato a tener en cuenta.

Piñera bajo fuego

La candidatura de Piñera recbió un feo impacto debajo de la línea de flotación: adhirieron a ella dos viejos bacalaos en franca pudrición: Fernando Flores, ayer ufano de haber sido ministro de Allende, y Jorge Schaulsohn, que no tiene de qué ufanarse. Un capitán con semejantes marineros –peor si oficiales– mejor no enfrente la mar gruesa (y Piñera debe conocer el Corcovado): corre el riesgo de convertir su candidatura en otro Caleuche, el barco de brujos y espectros que desaparece en la bruma y se convierte en piedra.

Las dos personalidades mencionadas le quitan "chance" el empresario; el tiempo dirá cuánta.

La magra "victoria" de Frei sobre Gómez en las primarias de mentirillas de la Concertación (64/35) recuerda al general Pirro. O a los elefantes de Aníbal, según cómo se la mire.

En todo caso, esa "primaria" y los nuevos tripulantes de Piñera hacen pensar, con tristeza, que las próximas elecciones presidenciales, al menos por parte del "stablishment", no son para determinar quién gana por más votos, sino quien pierde por menos votos.

En este paisaje agreste las salidas de madre de Camilo Escalona –lejos del 5 de abril de otrora– contribuyen poderosamente a la erosión de una candidatura que jamás, por ética o elegancia política y sentido de la historia, debió haber sido.

Y con una izquierda sin médula y enrollada la única pregunta es: ¿compró ya su entrada para presenciar el desastre?
 

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2 Comentarios
  1. carlitos dice

    Para quienes estén interesados en la candidatura:
    http://www.jilespresidenta.com

  2. El Inconforme dice

    Me parece el articulo interesante y bien informado. Tambien pienso que lo unico dcente en esta eleccion es Pamela.

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