Chile: consumo y ciudadanía

Álvaro Cuadra.*

El triunfo del señor Sebastián Piñera en Chile bien merece una reflexión desapasionada en torno a las nuevas coordenadas culturales en que se instala el imaginario social en nuestro país. El éxito electoral de la derecha no hace sino exteriorizar un fenómeno que se ha venido gestando desde hace ya muchos años. Nos referimos, por cierto, a la consolidación de un diseño social y cultural que podríamos denominar sociedad de consumidores.

En la actualidad, la cultura en Chile y en gran parte del orbe se caracteriza por ser tecno-urbana-masiva y consumista. Si bien se proclama el “individualismo” a ultranza, lo cierto es que como nunca antes vivimos la era de la híper masividad; al mismo tiempo, se declara a los cuatro vientos la era de la “libertad” de cada cual, habitamos un mundo en que los controles de todo tipo crecen exponencialmente y la fuerza de los medios de comunicación y la publicidad “programan” los gustos y apetitos que orientan la conducta de millones de seres.

Ni el mundo económico es aquel idílico mercado por donde fluyen libremente bienes y servicios presididos por la libre competencia, ni los consumidores son aquellos ilusorios individuos autónomos al arbitrio de su propia libertad. El mundo político no ha corrido mejor suerte, las sociedades burguesas de gran parte del mundo, bajo la hegemonía del neoliberalismo, han renunciado a todos aquellos principios políticos ilustrados que reclamaban en su hora inaugural: la igualdad, la libertad y la fraternidad.

La libertad se ha convertido en libertad de comercio, la fraternidad se exhibe en televisión como tele-caridad y la igualdad es, a esta altura, una divisa demagógica más.

Si bien el empeño concertacionista se caracterizó por imprimir al orden político una cierta pátina republicana, lo cierto es que todo ello no fue sino un “pastiche”, carente de contexto y sentido histórico. La verdad es que se pretendió investir de aires democráticos y republicanos a un espacio político tutelado por una constitución antidemocrática fraguada en los años de la dictadura. Por ello los gestos republicanos aparecieron como un alambicado rito, más próximo al simulacro, cuando no al grotesco, que otra cosa.

La dictadura militar significó, en nuestro país, un quiebre radical de aquella tradición letrada que nos acompañó desde los albores de la república hasta aquel infausto día de septiembre, bajo el que todavía vivimos. Las llamaradas saliendo de La Moneda serían el símbolo más que elocuente Un gobierno de derecha, como el actual, posee la impensada virtud de evidenciar en toda su magnitud y abisal profundidad la impostura pseudo democrática que habitamos.

El Chile pospinochetista no es sino la representación política de un libreto que ya fue escrito por la mano militar hace más de tres décadas: allí están las reglas que prescriben cualquier dramaturgia posible, en que se sabe de antemano quienes ganan y quienes pierden.

* Doctor en semiología, Universidad de La Sorbona, Francia. Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados, Universidad ARCIS, Chile.

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