Chile coyuntural, la teoría de los dos males y la realidad de lo triste único

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Lagos Nilsson.

Un escuálido espectro de huesos muy porosos recorre lo que se ha dado en llamar el progresismo de la República de Chile: votar por el mal menor. En siete días más cuando los relojes y el calor de la temporada marquen la misma hora en que hoy escribo estas notas, los chilenos sabrán a quién han elegido para ocupar la Presidencia por cuatro años. No habrán votado por males mayores o menores; habrán elegido –se han visto forzados a elegir– apenas la tristeza.

Con ritmos "pop" que parecen argentinos de hace tres décadas (¿habrán negociado los derechos de autoría?) la candidatura del señor Piñera –sus expertos en sicología y comunicación, seguro, no el candidato– demanda las preferencias ciudadanas. Dos avejentados intelectuales, un actor y un escritor, entre otras personas, reclaman esas preferencias para el señor Frei.

Y ambas candidaturas despliegan la flauta del encantador de serpientes para hacerse con el beso o el abrazo del 20% de los sufragios obtenidos por Enríquez-Ominami; los necesitan como la teta de la madre la guagua recién nacida, como la "píldora azul" aquel que no puede de otra manera manifestar pasión. Sotto voce ambos bandos despliegan explícita o implícitamente su argumento irrefutable: el candidato suyo es el mal menor frente al otro, que lo será mayor.

Mal menor es Piñera,. porque Frei representa el mal mayor de la continuidad de la Concertación en el gobierno. No –es la réplica–. Mal menor es Frei, porque Piñera representa el regreso del pinochetismo al poder. Naturalmente en los dos casos se trata de una falacia.

Han pasado más de 20 años desde que el concertacionismo pactó con la dictadura las formas y el desarrollo de la nueva etapa política del país; la dictadura se dio el lujo de ver en la primera presidencia post Pinochet a uno de los operadores políticos cuya estulticia sonriente a comienzos de los años setentas dio al traste con el proyecto plebiscitario de la Unidad Popular y precipitó el golpe. Con Piñera en La Moneda probablemente algunos personajes del pinochetismo iluminarán su perfil; pero en los 19 años de concertacionismo no se han eliminado –por ejemplo en el aparato educativo, en organismos del Estado como el ejército– personajillos de la etapa militar-cívica. ¿De qué diferencia hablamos?

¿Cuál es el temor?

Piñera en la Presidencia es del todo impresentable –e inadmisible para muchos–; pero si llegare a ocurrir, ocurrirá. Será una vergüenza y la demostración más terrible del triunfo de la traición urdida durante, especialmente, la década de 1981/90 por muchos dirigentes, hoy algunos ya ex militantes, de los partidos de la Concertación –señalado queda que en el seno concreto de la democracia-cristiana hubo quienes buscaron en los primeros años de la década de 1971/80 alero en el golpismo o lo fomentaron, aunque se hayan arrepentido después: el llanto del cocodrilo.

En lo medular el andamiaje del Estado y la organización de la economía sigue todavía en los carriles puestos por la dictadura; las dádivas sociales se agotaron y los bonos "para marzo" prometidos por ambos candidatos son basura. La ciudadanía necesita trabajo dignamente pagado. El millón de empleos prometido por el señor Piñera es un juego de luces si no se explican las condiciones de esos puestos de trabajo; quizá quienes trabajan en LAN, en canal 11 o en las farmacias donde el candidato tiene un mínimo e irrisorio paquete de acciones a su nombre puedan explicarlo mejor. El reciente paro en LAN internacional es ilustrativo.

Frei en la Presidencia no es inadmisible, es sólo impresentable. Hombre autoritario, balbuceante, que también hizo su fortuna en tiempos dictatoriales –menor que la de su oponente, quizá cosa de talento para ese piano–, mediocre en su anterior mandato, en fin, un político que no cuenta siquiera con la lealtad toda de su colectividad, es difícil imaginar qué novedades –en términos de institucionalidad, oteando la historia por venir– podría traer consigo.

Los estadistas no juegan con cartas escondidas.

Uno de los dos –ambos males mayores, no nos engañemos– cubrirá de tristeza el próximo período institucional. Diez mil policias promete uno, seis mil el otro: para dar seguridad en las calles y combatir al narco. ¡Falso! No se combate al narco apresando al "díler" callejero, y eso lo saben; nadie en Chile o en el extranjero les ha oído una sola palabra crca de cómo combatirán a la mafia verdadera, al industrial del narco. No: a los pobres, se combatirá a los pobres –sin olvidar, desde luego, a esos tercos mapuche.

Y ahora aparecen los herederos del bárbaro franco: ayer quemaron símbolos, hoy los vuelven a besar, ¿verdad senador Ominami, es así senador Navarro? Pero quizá los senadores también están atrapados en la trampa de los dos males… Cabría preguntarse por qué.

Difícil la encrucijada para el ciudadano que piensa votar. O no, el ciudadano en realidad está en una trampa. O preso de una desesperanzada esperanza hace de tripas corazón y vota por una derecha ganosa de desenmascararse o calzado por una rabia sin cauce y temerosa le da una quinta oportunidad a los que fracasaron cuatro veces.

De pura tristeza dan ganas de no ir "a las urnas". O de votar nulo. Una democracia que no resiste la protesta del voto nulo –o cuyos dirigentes están sordos– definitivamente no es una democracia.
 

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3 Comentarios
  1. Marcos dice

    ¿Y en dónde no se cuéntan bien los votos? ¿Donde no gana Sylvia quien usted quiera que gane? ¿Cuándo gana la derecha están bien contandos y cuando gana la izquierda no? Es así más o menos el asunto?

  2. Admin dice

    Durante la dictadura brasileña, muchos ciudadanos decidieron vbotar por Cacareco, el hipopótamo del zoológico, antes que hacerlo por aquellos políticos que vivían bajo el ala de la dictadura popular…

  3. Sylvia dice

    Con esa tristeza chamito, menos se puede ir a votar, hay que con indignación o alegría. Al menos allá cuentan los votos como debe ser

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