Chile, cuando un gobierno hace del Estado la imagen de los tres monos

1.327

 No sabio, pero sí sordo, ciego y mudo. Difícil es siquiera considerar de las autoridades civiles y uniformadas semejante complacencia en hacer mal a seres vivientes, lo que debe darles una suerte de patológico goce con el padecimiento ajeno. Esos enfermos que nos gobiernan, según los describió hace años un libro francés, siguen vivos y actúan entre los mapuche, en América de Sur.

No solo la gubernamental sevicia atroz es notoria, sorprende también el desparpajo con que mienten a sus mandantes aquellos elegidos por aquellos para representarlos. Si en Chile mismo hay quienes dudan de cómo proceden las fuerzas del Estado contra los que protestan por algo —o levantan voz en contradicción con la de las autoridades— probablemente en el extranjero sea imposible siquiera pensarlo.

Pero no es así. Las imágenes que ilustran este artículo fueron enviadas ¡desde Londres! a la Argentina; desde una provincia argentina nos fueron reenviadas. Una larga vuelta por medio mundo para poder ser apreciadas tanto en el lugar donde se grabaron como en otros.

La democracia —se ha dicho con sarcasmo— terminó siéndolo para el tránsito de las mercancías y el dinero, no para los seres humanos, que con facilidad adquieren estatus de ilegales. Y lo que es ilegal debe ser aniquilado. Tampoco, agregaríamos, para la difusión gráfica o virtual de las acciones gubernamentales.

Estas fotografías no se refieren —está claro— a los feroces apaleos a estudiantes, que se prolongan ya por seis meses[1], más bien muestran la orilla de una política susceptible de enmarcarse en la figura del genocidio, afirmación discutible, quizá, pero si se examinan los hechos —hechos como los que enmarcan estas imágenes— con perspectiva histórica ¿de qué otro modo poder definirla?

No pretendemos llorar por la suerte de la nación mapuche ni en particular por alguno de sus individuos; probablemente mucho han llorado las madres por sus hijos muertos, golpeados, presos, torturados o simplemente desaparecidos mientras "las instituiciones [dicen con cinismo] funcionan". Entendemos que los mapuche conforman una cultura, y desde luego una etnia, que se diferencia netamente de la sociedad blanca y mestiza que constituye la mayoría chilena.

Creemos que tienen derecho a querer conservar y preservar sus modos, su relación particular con la Tierra y los Cielos, su historia, sus rituales, su idioma —idioma, no simple lengua, menos dialecto como algunos califican su habla—, sus costumbres, sus hábitos, sus canciones, leyendas, vestuario. Y su paisaje. Su identidad, en suma. Los mapuche aprendieron a depredar la naturaleza de sus invasores, y aún así el daño que ocasionalmente perpetran es minúsculo.

Grande es el daño, por ejemplo, de las forestales, que arrasaron flora y fauna de medio país para sentar el cultivo de pinos innobles con miras a fabricar celulosa y exportar pequeñas fichas de madera; grande es el daño de las "factorías" pesqueras y la pesca de arrastre, que destruye el suelo marino, o el de las salmoneras; grande es el daño de las represas hidroeléctricas en los contrafuertes de la Cordillera. Y podríamos seguir enumerando.

En estas fotografías se observa como se despliegan tropas militares de una fuerza de ocupación sobre ni siquiera un poblado, sino contra una casa en medio de un campo, en mitad de la nada. Y no es necesario tener la vista de una lechuza en la noche para advertir que se movilizan tanto en sus carros blindados como en camionetas no identificadas, ¿acaso facilitadas por los "agricultores" (léase invasores y descendientes de invasores) de la zona?

La autoridad dice —cada vez que alguien, un mapuche, es herido o muerto— que el personal debió defenderse al ser agredido con armas de fuego; de ser cierto ese hecho justificaría lo de los carros blindados, pero ¿y la tropa a bordo de las camadas de las camionetas, gozaba del aire puro del Gullumapu?

Como casi todos los habitantes de áreas rurales en este país y en el mundo, los mapuche suelen cazar (en su caso no por deporte, sino como recurso de subsistencia), y tienen algunas armas apropiadas: escopetas de perdigones para cazar algunas aves, conejos o liebres, por ejemplo; ¿con ese "armamento" agreden a los carabineros devenidos en milicia bien entrenada y armada —y con apoyo aéreo? Los mapuche han probado no ser idiotas.

Pasa que su territorio ha sido vuelto a invadir militarmente, como a fines del XIX, y esas tropas que lo ocupan imponen leyes y costumbres militares en tiempo de guerra: aterrorizar, expulsar, conseguir espías y soplones, mentir para reprimir y reprimir con dureza. ¿Cuánto falta para lucir un Guantánamo en Chile —o para descubrirlo?

Muchos, con una falta de respeto grave, han comenzado a escribir el apellido del ministro del Interior (Rodrigo Hinzpeter) del siguiente modo: HinsSSpeter; no se puede estar de acuerdo, naturalmente, con herir ni las creencias ni la eventual historia familiar del fincionario, solo que…

El negro humor del pueblo es su arma de defensa cuando los altos funcionarios de gobierno —a quienes, incidentalmente, les paga el sueldo— no lo escuchan, no quieren oírlo y lo atacan a diario. Porque servicios de salud pésimos —se muere en algunos hospitales de nada—, fuerzas de choque cuando la ciudadanía decide reunirse, nula política de obras públicas que considere las necesidades de las mayorías, una educación que ya se sabe cómo es, relaciones internacionales que recuerdan las llamadas "relaciones carnales" impuestas a su país por un presidente argentino, la depredación de la mar, el absoluto irrespeto del ambiente natural definido como mercancía, en fin, son un ataque a mansalva. Contra el hoy y el mañana.

Las fotos corresponden a la puesta en marcha del anunciado diálogo del Estado con las comunidades mapuche, en este caso con la comunidad WenteWinKulMapu, lof Chequenco el pasado cuatro de noviembre de 2011. La "conversación" la prolongaron los hombres de la tropa carabineril por tres días. No se sabe, quizá —a falta de cine en el área— quisieron mostrarle a los niños, representándolo, un filme de guerra y terror. Lo hacen en muchas partes y hay serios y estremecedores informes periciales sobre las consecuencias de este tipo de accionar sobre la siquis infantil.

Eso no parece importar al ministro de las SS, menos al presidente; tampoco a parlamentarios —y si les importa, sacian su ansia de democracia para todos con alguna declaración estúpida e inútil, que la gran prensa, fiel a su objetivo de no informar lo que perturba el sueño de los amos del sistema, ni siquiera recoge. Total, un bosquecillo y otra casa gaseada. Los héroes cumplieron con su deber.

La violencia —dijo alguien— es partera de la historia; en Chile el gobierno manda que le practique un aborto. Le irá mal.

[1] Botones de muestra aquí y aquí.

Fuentes: Imágenes enviadas por una profesora universitaria de Ingaterra; diario Azkintuwe; entrevistas a personas mapuche residentes en Temuco y Santiago; archivo de Surysur.

Redacción: Rivera Westerberg.

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.