Chile: cuestión de formalidad. – NUNCA DECIR, SIEMPRE ESPERAR A QUE SEA TARDE

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Los mitos de Chile son pocos, son pobres y nadie se atreve con ellos. Y quizá, si a ver vamos, son de veras mitos: no ha habido decantación, quizá la realidad de que dan cuenta es triste y suele perpetrar la configuración de mentiras. Puede que los mitos de Chile estén todavía «en el horno» y no haya guantes para evitar las quemaduras.

Uno de los últimos, por ejemplo, es aquel que insiste en que los pescadores de la bahía de Mehuín –en el sur mapuche del país– disparan desde octubre de 2006 al personal de CELCO, un complejo dedicado a la fabricación de pasta de celulosa, cuyo único pecado consiste en allegarse al vecindario para investigar la «probabilidad» de daños al entorno natural se si llegara a construir un ducto para sus riles (la planta se ubica tierra adentro).

fotoLo cierto es que los pescadores fueron agredidos, provocados y baleados en alta mar por personal de la marinería de guerra que custodiaba una embarcación fletaba por la empresa para realizar dichos estudios en la bahía en contra de la voluntad de los pobladores de la zona.

La celulosa escribe a raudales los capítulos de su tétrica saga en América: ríos contaminados, trabajadores enfermos, santuarios naturales destruidos, poblados en riesgo marcan la impronta de las plantas instaladas; antes dejan sus huellas en los bosques nativos arrasados, en la acidificación de los suelos –apenas posterior a la expulsión de quienes allí moraban y la depredación de otras especies vegetales y fauna animal.

Y como un árbol cualquiera cayó víctima del hacha –en este caso administrativa, reglamentaria y autoritaria (tal vez además cobarde, como se verá) el jefe del gabinete de la subsecretaría de Pesca, Durán Figueroa. Durán debió abandonar el Paraíso por el envío de una carta o comunicación dirigida desde la subsecretaría a los combativos pescadores de Mehuín. El texto, les enteraba que sí, que –como temen– el ducto de CELCO y sus descargas podría tener consecuencias negativas para la fauna ictícola de la bahía.

Que los riles y otros deshechos de la fabricación de celulosa son dañinos es algo que nadie ignora. El asunto de la remoción de Durán –durante la semana radio rumor aseguraba que iría a otro cargo burocrático; que se lo «había tenido que castigar» por no estar autorizado para emitir juicios de tal calibre, pero que es «un gran funcionario con estupenda preparación»– tiene algunas aristas no aclaradas.

Mientras la flamante ministro de Medio-Ambiente, Ana Lya Uriarte –¡cómo le gustan los emprendimientos de la gran empresa: mineros o celulósicos!– decía que como el proyecto CELCO no había ingresado al sistema de evaluación de impacto ambiental «no debe ser objeto de un pronunciamiento anticipado, puesto que (no habrían) los antecedentes para hacerlo».

¿De qué se quejan los de Mehuín, entonces? ¿Acaso porque saben que el proyecto, de la misma empresa, que liquidó el humedal Andwater en las poximidades de Valdivia fue aprobado por las autoridades ambientales y resolvieron curarse en salud?

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Lo que dejó en evidencia la decidida vocación bananera de la Concertación fue la declaración de la subsecretaría de Pesca; para quitar presión sobre el subsecretario Hernández se puntualizó que la carta de marras expresaba la opinión de un «funcionario menor». Y la dejo en evidencia porque desde desde la misma oficina la prensa chilena obtuvo la información de que si bien la carta la firmó Durán, su autor intelectual había sido el mismo Carlos Hernández.

Un problema de gatos y castañas ardientes. O de algo relacionado con la moral. O de pobres pájaros perdidos en playa ajena.

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