Chile, de la memoria al poder: porque 20 años no son nada, los candidatos no aparecieron

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Lagos Nilsson

Las universidades –piensa uno– a más de ser serias deben considerarse instituciones respetables: reservorio de conocimientos y caudal de futuro. Quizá no sea así. La realización de un seminario sobre la constitución hace 20 años del Movimiento democrático popular, denominado De la memoria al poder, la organización de la izquierda en dictadura, experiencias para el presente y para el futuro, convocó público interesado, pero los invitados-estrellas –los pre candidatos de izquierda para las próximas elecciones presidenciales, con una excepción, no concurrieron. Con una excepción: Pamela Jiles.

Fue triste. Algunos hablaron de "una burla". Otro más pensaron "si antes de ser alguno de ellos candidato ya nos faltan el respeto, ¿con qué cara nos van a pedir el voto?"

La primera mesa redonda partió dentro de horario; poco después de las 10 de la mañana del sábado 14 de marzo en el Aula Magna de la Universidad de Santiago, los integrantes –ex dirigentes del MDP– analizaron los orígenes del movimiento y las razones por las que a su juicio éste perdió capacidad de convocatoria y espacio político, cediéndolo a la Concertación. Luego un grupo de representantes de movimientos sociales, en la segunda mesa, expusieron su visión de la izquierda en el mundo social.

Fue una instancia crítica y constructiva, aunque lo cierto es que el mundillo político no salió en general bien parado –ni la izquierda extraparlamentaria ni los partidos de la Concertación–. Destacaron la voluntad de organización de los sectores populares, su negativa a dejarse seducir por las instancias de poder y su demanda por "aggiornar" la visión en boga sobre los explotados y marginados sociales.

El dirigente del universo sindical y actual funcionario de la CUT, Cristián Cuevas, por ejemplo, reiteró su compromiso con los trabajadores, señalando que si efectivamente llegaba a la Cámara de diputados lo iba a hacer con su mandato –el de todos los trabajadores, no sólo de sus votantes–. De paso, en lo que se estimó una alusión a la precandidata presidencial Pamela Jiles, criticó con dureza a aquellos que llegan a la pol´çtica desde la "farándula" sin un compromiso real con el mundo social.

Más frescos –e interesantes para los asistentes– fueron los conceptos de Luataro Guanca, Claudia Pascual –ambos concejales en sus comunas y dirigente de pobladores– y Úrsila Schuler, de la Federación de Estudiantes Universitarios –que caracterizó a los sectores más vulnerables a la explotación en la sociedad contemporánea.

La mesa de los presidenciables

Pasado el mediodía todos esperaban la llegada de Jorge Arrate (PS en rebeldía), Tomás Hirsch (PH), Pamela Jiles (independiente) Alejandro Navarro (MAS, ex PS) y Guillermo Teillier (PC). Sólo Pamela Jiles fumaba un cigarrillo y conversaba con partidarios, curiosos e interesados en el jardín adyacente al aula. De los demás ni "la sombra de un bailarín sobre el escenario".

Y aquí cabe la reflexión de las primeras dos líneas sobre las universidades. Porque al fin de cuentas el seminario tenía lugar en un recinto universitario (nada menos que la otrora Universidad Técnica del Estado), lo patrocinaba la Editorial de la USACH y lo había organizado el Centro de Estudios que se estructura a partir de lo que había sido el MDP .

No bastó. Arrate, Hirsch, Navarro y Teillier habían descubierto poco antes, ¿esa misma mañana?, que tenían otras importantes actividades políticas; alguno en lugar tan significativo para su campaña como Rapa Nui, otro en Linares u otra ciudad del sur; en alguna comuna, en fin, una cita con sus dirigentes.

El 90% de los asistentes pensó: "Estos gallos no se atrevieron con la mina". La mina es Jiles (poco más o menos 1.65 de estatura, delgada, ojos claros, mirada que se diría inteligente y un si-es-no-es-ni-está maquillada –y cero silicona).

Jiles en acción

De negro, blusa, pantalones y botas altas de tacos elevadísimos, la precandidata ocupó su lugar entre los sitios vacíos de la mesa. Se condolió porque no hubieran aceptado los otros precandidatos el debate; lo que no la sorprendía. Hemos llegado, dijo, al límite de la dignidad en nuestro afán de conversar con las fuerzas políticas que los impulsan sin haber tenido nunca una respuesta. Esta candidata no existe para ellos.

Protestó, también, por la expresiones de Cuevas acerca de ser ella una representante de la farándula y volvió a condolerse, porque hubiera deseado debatir con él –a quien manifestó respetar, pero no en él al que arroja la piedra y esconde la mano yéndose del lugar: manifestación de incapacidad para confrontar–. No importa, dijo, entraré a La Moneda con todo el pueblo de Chile. Mi candidatura no se cambia por un "sillón de felpa", en alusión a uno o más cupos parlamentarios.

"Soy mujer, chilena, ciudadana y por historia personal" –dijo– ante el desastre de la Concertación y el que viene si triunfa la derecha "pongo el cuerpo para decir basta". Con un gesto descalificó a los ausentes: "¿Queremos que sean esos nuestros representantes? ¿Somos tan patéticos?".

Rindió un homenaje a su abuela, la luchadora feminista Elena Caffarena, al Frente Popular y a Pedro Aguirre Cerda, a Salvador Allende, porque "Ver la historia es también hacer futuro". Reclamó un lugar para los nuevos dirigentes políticos y sociales y señaló que dos serán sus primeras medidas como gobierno: desmilitarizar la Araucanía junto con no volver a aplicar la ley antiterrorista de la dictadura y cambiar la carga impositiva y parar en seco la evasión tributaria. Esas medidas se toman –recordó– por decreto del Ejecutivo, no necesitan ir al congreso, es una cuestión de compromiso y voluntad política.

Reiteró que su candidatura llegará hasta el final y que para "dar la pelea" es necesario organizarse, pero esa organización debe dársela el pueblo de la manera que crea conveniente: "yo seré una más, actuaré como un medio para comunicarnos todos, sus ideas serán las mías y se las comunicaré al resto".

El mensaje, antiguo, sonó nuevo en esta enrevesada contemporaneidad: la salvación del pueblo es asunto del pueblo, no de instancias dirigenciales. Pero la gente quedó con ganas: las infinitas modaldades del universo político para frustrar a la ciudadanía.

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