Chile: Derrotar la Constitución medieval y poner la carreta donde corresponde

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Las constituciones, no son otra cosa que la expresión de quienes ostentan el poder en el momento en que son redactadas. En otras palabras, perfeccionan aquellos baches que el anterior ordenamiento no pudo resolver para su mejor desempeño. Una Carta Fundamental no contradice el poder dominante: tal vocación suicida no es común en los poderosos: más bien les atrae el genocidio.

Digamos de entrada que en diciembre no queda más que derrotar el intento refundacional del fascismo, votando en contra. El debate en que viene enfrascada la gente manipulada, semianalfabeta, desinformada, engrupida hasta la madre, es uno en el que no tienen ni pito que tocar.propuesta de nueva Constitución de Chile

Este campo de flores bordado aletea en medio de una crisis estructural de la cultura dominante, es decir, lo que está en franca crisis es el orden capitalista en su formulación extrema, el neoliberalismo. Y, ¡ojo!, no solo en nuestro país.

El Estado falla en todo lo que le compete asegurar en tanto se conforma de órganos que tienen a cargo la administración de la nación y que tiene por propósito el bien común y el bienestar de sus habitantes y sus derechos más fundamentales. Los neoliberales lo quisieron e hicieron así: desde el punto de vista de los poderosos, este es el Paraíso en la tierra.

Vista desde la gente común, en este país cunde la anarquía más completa, menos en las ganancias de los que crearon este orden: los ricos se han hecho infinitamente más ricos y los pobres más pobres y, peor aún, muchos convencidos que no lo son.

Y si algo les falla, lo corrompen: Hermosilla dixit.

Entonces, ¿por qué es necesaria una nueva Constitución? Esencialmente para embolinar la perdiz del populacho por la vía de hacerle creer que una nueva Carta resolverá sus problemas.

Y no es así.

El gobierno crepuscular de Gabriel Boric y sus partidos saben que una nueva constitución medieval y extremista no resolverá la miserable vida de la gente explotada y abusada hasta la médula, así sea que usen el último celular, tengan Netflix, un auto chino en la puerta y coman a treinta días precio contado.

La nueva propuesta fue aprobada por la derecha y la ultraderecha. Pero sobre todo lo sabe la ultraderecha. Hint: toda derecha es ultraderecha.

La contradicción fundamental, vista desde la perspectiva de la gente mancillada, explotada, engrupida, atontada por el modelo, no está en la dicotomía nueva constitución/vieja constitución.

El estado de cosas que crea la condición asfixiante de la gente común y que sufre a cada minuto, es producto del neoliberalismo, estado que contradice la más elemental definición de democracia.

Y esta se resuelve en la política: para democratizar de verdad el país es necesario darle un carácter humano a la vida en esta copia feliz de edén, se necesita que muchos alcen la idea de otro país y sustituyan la verdad instalada por la ultraderecha y sus socios de la izquierda neoliberal, de que no es posible sino esta cultura, este orden, este tipo de civilización.

Más que posible, otro país, otro mundo es indispensable. La crisis de la cultura neoliberal no se va a resolver por medio de su suicidio ni va a dar paso buenamente a nada que se le cruce a su vocación genocida y egoísta.

Al neoliberalismo hay que derrotarlo, suplirlo por una idea nueva de país realmente democrático, en el que se viva con un resto de dignidad y decoro, que sea bueno con sus niños y sus ancianos, que respeten los derechos de la gente, y que disponga de la riqueza de esta tierra para beneficio de sus habitantes y sus esperanzas.

En pocas palabras, eso mismo que se expresó en el reventón de octubre, pero con dirigencia legítima, mínima organización y proyecto político claro y seductor: es decir, un pueblo movilizado, pero de verdad para no seguir poniendo el pecho para nada o para bien poco. Es necesario que la gente que se la juega no siga siendo castigada, perseguida, torturada y asesinada en vano.

Hay que instalar un proyecto que logre encantar a una parte importante de la gente abusada, explotada, reprimida. Detrás de los tinglados y los eslóganes, más allá de las mentiras y los abusos, muy lejos de una gestión política que avergüenza, el pueblo llano aún espera.

La izquierda, alguna de ella de impecable historia, pero ahora neoliberalizada por la cuestión pragmática de la política contingente, llena de complejos, miedos y renunciamientos, no ha sido capaz de levantar esa energía.

Hace falta poner en el centro un proyecto político que solucione la crisis estructural del capitalismo en favor de sus víctimas a corto, mediano y largo plazo, que se exprese en la política con la fuerza y rabia acumulada desde el seno del pueblo y como a éste le dé la gana.

Disputar y ganar importantes porciones de poder político formal y social sobre la base de disponer la movilización del pueblo por sus derechos conculcados, avanzar en organización y la formación de nuevos contingentes de dirigentes políticos, ganar a las instituciones del Estado y a las organizaciones sociales para un proyecto político de avanzada. Ir quitándoles el poder formal y avanzando en el poder popular. Esa parece ser la vía que, hasta ahora no se ha probado.

¿Y la Constitución?

El pueblo alguna vez impondrá su propio ordenamiento. Será cuando lo haga desde el poder. Y la impondrá la férrea voluntad popular una vez que sea necesario ampliar los alcances de un proyecto político democrático, humano, popular y profundamente anticapitalista. Para eso son las Constituciones: no cambian el poder existente, lo perfeccionan y consolidan.

Y para todo esto falta mucho.

Es el tiempo de resolver la cuestión esencial: ¿los bueyes siempre han ido adelante y la carreta detrás?

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