Chile, el derrumbe en tiempos del electoralencuestismo (I)

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Lagos Nilsson

Miércoles 17 de junio, temprano esta mañana húmeda y gris se sumó otro de los liceos considerados importantes ("emblemáticos" los define el lenguaje político y periodístico) a los colegios en toma cultural por sus alumnos. El viejo edificio, de más de un siglo y sin mayores arreglos, está cerrado entre otras cosas por insalubre. Los reyes caminan desnudos y a la juventud la dejan "en pelotas".

El país vive con entusiasmo la etapa "encuestística" o "sondera" de su vida política; comandos de partidos y grupos, precandidatos, candidatos de hecho, parlamentarios y altos y bajos funcionarios –todos en plena campaña presidencial y por la renovación parcial del Poder Legislativo, se desviven por las encuestas y sondeos de opinión –que una serie de empresas presentan con encomiable ritualidad periódica.

No se discuten asuntos de fondo, tampoco programas de gobierno. La lucha se entabla por cuántas veces qué candidatura repite con mayor unción la palabra cambio. Todos quieren cambiar algo, ninguno cambia su cara.

A las diez de la mañana un par de voceros estudiantiles de distintos colegios, masculinos y femeninos, ofrecieron una improvisada conferencia de prensa en la calle, frente a las puertas del venerable edificio clausurado que albergó hasta el ciclo 2008 al Liceo de Aplicación, en el centro de Santiago. El liceo no debió cerrar sus puertas por el mal estado de sus instalaciones, sino porque se derrumbó, literalmente, un túnel que comunicaba por debajo de la calle las aulas de la enseñanza básica de las correspondientes a la enseñanza media.

Alumnos y padres, los padres preocupados por sus hijos, venían reclamando por mejoras varias; por ejemplo un refectorio de mayor tamaño para los estudiantes que lo hacen en el colegio pudieran comer como personas. La anterior administración municipal eligió ampliar del dependencias deportivas, quién sabe, una cancha de básquetbol –los liceos en Chile suelen depender de las municipalidades, pero las municipalidades y sus funcionarios no tienen por qué saber de educación y menos nada de eso de ser joven; lo que no debe extrañar, la ignorancia o el desprecio por los criterios estudiantiles nace en el Ministerio de Educación.

¿Qué exigen los jóvenes?

Barbaridades, sin duda: por ejemplo que el Estado asuma en forma directa la responsabilidad social de la enseñanza, que suponen, pobres jóvenes, es un bien social. En la línea programática e ideológica del "cambio" (la ideología, esa falsa realidad) todos los políticos a una voz claman porque la juventud se integre (no dicen a qué) y participe (tampoco dicen en qué). Pero, ¡alto!, con mesura; es decir: que no sobrepasen ni opinen ni nada más allá de los límites que ellos, los políticos, han establecido en tácito acuerdo mafioso.

Esos límites son no perturbar la "paz social" –ni sus dietas parlamentarias, negocios con el Estado, ignorancia suma, caradurismo, según el caso. Hoy el "stablishment" se agita también a coro y ofrece castigos: si persisten estos movimientos perderán el año.

Perder el ao escolar es, sin duda, un gran estímulo para el zoco anual en que se convierte el país cuando se abre la temporada de caza de alumnos por colegios y universidades de la más variada catadura; curiosamente, aquellos y aquellas que mejor se evalúan por la sociedad son los establecimientos que menos ensucian las calles –y el espacio en los medios periodísticos– con sus siniestras (y muchas veces mentirosas) ofertas.

Los jóvenes quieren estudiar, pero en serio, como lo hizo la mayor parte de los adultos maduros en el país: en colegios, universidades e institutos técnicos de calidad y gratuitos; o sea: propiedad de y manejados `por el Estado. Ninguno ha protestado por la existencia de establecimientos privados: que vayan a ellos los que realmente pueden y quieren pagar.

Además necesitan profesores dignos del título y tratados con dignidad por sus empleadores.

Pero dignidad es una palabra que, en cierto modo, se opone a la moda del cambio. Y las encuestas no la registran. Como el Liceo de Aplicación, otras cosas se derrumban (la tele diría "colapsan"), se pierden, fueron olvidadas por esos enfermos que nos gobiernan.

Y los "pingüinos" van por tercer año –consecutivo– a la batalla. Serán sin duda apaleados por las "fuerzas del orden", se volverá a ejercer pesadas y repugnantes presiones sobre ellos y sus familias, intentarán continuar con las tácticas dilatorias que prometen, pero retiran la oferta luego, querrán "manejarlos" de atrás..

Sólo es hora de escucharlos –y muy en serio.

 

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