Que sea Carolina Tohá la abanderada del oficialismo se relaciona íntimamente con lo infértil del Frente Amplio que fue incapaz de generar un liderazgo de relevo de una generación que venía a cambiar todo lo malo y a terminar con el neoliberalismo. Ni uno ni lo otro. Los que cambiaron, pero para el lado opuesto a sus formulaciones políticas y éticas iniciales, fueron ellos mismos. Si Gabriel Boric lideró algo, fue ese renunciamiento. Ese fracaso.

A poco andar los lideres de este gobierno dejaron en claro que no eran los legítimos herederos de las luchas sociales, especialmente las estudiantiles que habían encabezado, y de las que se aprovecharon para ser electos diputados.
Los más importantes lideres de lo que ahora es el Frente Amplio fueron las caras visibles de los sucesos del año 2011, momento cúlmine del proceso de movilización estudiantil que comenzó el año 2001, con los estudiantes de Enseñanza Media exigiendo una tarifa escolar decente en el transporte público. Ahora sabrán que no fue buena idea ponerse como meta llegar al gobierno como quien juega a la política.
De las ideas de transformación estructural que se barajaron en la discusión del programa del actual gobierno nunca más se supo. La responsabilidad jamás sopesada de lo que era hacerse del gobierno en circunstancias de que el resto del poder está en manos de la ultraderecha, solo les dejó como opción la rendición ideológica. De ahí en adelante se transformaron en esos aborrecibles y típicos hombres y mujeres de Estado, solo que sin corbata.
El mapuche y sus luchas ancestrales no tuvieron en este lapso ni un ápice de comprensión y como única respuesta aumentó la represión y la militarización de esos territorios. Las ofertas al mundo social se deshilacharon en medidas aguachentas que no hicieron justicia real a profesores, estudiantes, pobladores ni trabajadores.
El país siguió profundizando su derrotero neoliberal.
De reformas estructurales que asumieran la frase del presidente “aquí nació el neoliberalismo, aquí muere”, ni hablar. La ministra Vallejo en su momento advirtió que se terminaría con el neoliberalismo en educación. Y, sin embargo, se profundizó y ahora cruza una tragedia de incalculables efectos a corto, mediano y largo plazo. La educación pública vive sus últimos estertores en manos de un ministro que ha hecho entre nada y ninguna cosa.
Las instituciones funcionan, pero solo para los ricos y poderosos. El gobierno de Gabriel Boric y sus ideas originales fueron subsumidos por esta cultura neoliberal, la misma que se proponían superar.
Finalmente, se convencieron de que este es el único orden posible y que pensar en una sociedad más justa es una utopía que lleva al fracaso. Es cosa de extremistas irresponsables venidos del pasado.
En Chile va a suceder lo que viene pasando en Europa, en donde gobiernos que se dijeron de izquierda, socialdemócratas o progresistas, terminaron miserablemente destinados al fondo de la tabla de posiciones luego de haber pavimentado el camino de la ultraderecha más inhumana.
Este gobierno no ha sido sino un proceso de restauración de un sistema político que hacía agua por todas las bandas. La exconcertación no pudo tropezarse con algo más maravilloso como con esta experiencia que los rescató de la tumba y les regaló un segundo aire. Luego de haber sido en palabras de Gabriel Boric, lo peor de lo peor.
Para estar en política son necesarios principios y convicciones ancladas en lo más profundo de las conciencias si se levantan o se intentan levantar las ideas históricas de la izquierda: justicia social, trabajos y sueldos dignos, salud y educación democráticas, dignidad para la gente abusada, buen trato para todos mediante políticas públicas que apunten al bien común.
Con esta izquierda neoliberalizada, comprometida hasta la madre con la cultura dominante, sumada a la izquierda genuina que aún no entiende qué pasa en el mundo, la irrupción de la ultraderecha es un peligro inminente. Europa es un claro ejemplo de lo que pasa cuando la izquierda pierde el rumbo, la ideas y su sentido de existir.
Nunca el Orden gozó de tan buena salud.
El caso es que, desde el punto de vista de sus propias propuestas originales, de las consignas que elevaron, desde el punto de vista de la esperanza tantas veces traicionada a la gente carenciada y desde la quimera de levantar una opción genuinamente de izquierda que haga un camino estratégico que contradiga el credo neoliberal, este gobierno fue un absoluto fracaso.
Ni siquiera les dio para un candidato propio.
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