Chile. – ÉTICA PARA UN VERANO RECALENTADO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Esta situación presenta un desafío para el desarrollo sustentable y para la ciencia. Aunque poca atención se le ha dado a una dimensión que quizá está a la base del problema: la ética con que regulamos nuestros actos.

En efecto, en el mundo premoderno la naturaleza era concebida como algo permanente y estable, sobre la cual el hombre no tenía responsabilidad. Por esto, la ética tradicional se encarga de regular preferentemente las relaciones con los hombres y no con la naturaleza, lo que resulta lógico para una técnica como el arado, cuyo alcance en el tiempo y en el espacio es muy limitado. Sin embargo, la técnica moderna dista mucho de la tradicional, pues con su impulso dinámico, sus efectos se extienden en el tiempo y el espacio de modo antes inimaginado.

Se puede incluso decir que actualmente existe un verdadero imperativo técnico, que está arrastrando al mundo a un progreso permanente aun en contra de la voluntad humana.

En este nuevo mundo, cualquier fin que el hombre se proponga, se intenta satisfacer de modo inmediato con nuevos medios que crea la técnica. Pero una vez que se encuentran satisfechas dichas necesidades, nos encontramos con que la nueva técnica ha generado otras que antes no existían, que requieren, por tanto, de nuevos medios técnicos para ser satisfechas.

Se trata del círculo técnico actual que demanda innovación permanente y expansión por el mundo. Lo habrá vivido sin duda cuando siente que el computador o televisor nuevo que tenía, a pesar que sigue funcionando, no lo satisface, pues hay otros superiores en capacidad.

En nuestro mundo actual, la humanidad ha convertido al desarrollo técnico científico en prácticamente el único fin válido. Velozmente pasamos de la técnica mecánica a la química, la física, la termodinámica, la nuclear, hasta llegar hoy a la biotecnología. Si en las formas técnicas pasadas el hombre buscaba ejercer, aunque no lo consiguiera, un poder o dominio preferente sobre la naturaleza, con la biotecnología el hombre ha dirigido la técnica sobre sí mismo, volviéndose objeto de la técnica. Con ello, a diferencia de la época de la técnica tradicional, hoy la naturaleza sí se ha vuelto definitivamente vulnerable ante la acción del hombre.

A pesar de lo anterior, existe un total desfase entre los actuales alcances de la acción humana y los humanismos y éticas tradicionales. Por ello, se hace urgente y necesario plantear nuevos modos de regulación de las relaciones entre los hombres y la naturaleza, lo que pasa por (re)definir al hombre en forma integrada con ella. En realidad, se trata de disolver la dicotomía hombre-naturaleza.

Lo anterior implica que un humanismo que quiera estar a la altura de la época técnica en que vivimos necesita extender el imperativo de actuar responsablemente no sólo respecto de los demás seres humanos que conviven actualmente con él, sino también respecto de los que aún no han nacido y, por tanto, respecto de la naturaleza y la biodiversidad.

Hoy ya no basta obrar respetando al hombre para ser considerado bueno. Hoy se requiere que obremos de tal modo, como lo señala el filósofo Hans Jonas, que los efectos de nuestra acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica sobre la tierra. Debemos obrar de tal suerte, que lo que hagamos no sea destructivo para la futura posibilidad de esa vida que llamamos ser humano. Incluso cuando entusiasmados vayamos a descansar a las playas del litoral central o a disfrutar del verde de los bosques del sur.

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* Artículo publicado en el diario La Nación de Santiago (www.lanacion.cl); reproducido aquí por gentileza del autor
Otros texto de Guerrero Antequera: aquí.

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