“Chile gasta mucho más de lo que tiene”

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José Gabriel Palma, economista chileno de la Universidad de Cambridge señaló que el malestar social –manifestaciones estudiantiles, huelgas portuarias y del cobre, entre otras– tiene un correlato económico. Todo pende de un hilo muy fino en Chile: el alto precio del cobre, que se gasta como si fuera permanente.

Desde la década del ’80, Chile es presentado desde los centros del poder como el alumno aventajado de la región, el modelo que los demás países de América latina deberían imitar. Los datos macro del gobierno de Sebastián Piñera parecerían acompañar esta tesis: crecimiento del 5,8 por ciento, baja inflación, bajísimo desempleo. Pero no todo lo que brilla es oro. El malestar social –manifestaciones estudiantiles, huelgas portuarias y del cobre, entre otras– tiene un correlato económico. Según el economista chileno de la Universidad de Cambridge José Gabriel Palma todo pende de un hilo muy fino: el alto precio del cobre. “Si ese hilo se corta podemos caer más hondo que en la crisis del ’82, cuando el Producto Interno Bruto (PIB) cayó el 20 por ciento entre el tercer trimestre del ’81 y del ’83, el desempleo llegó al 30 por ciento y la población bajo el nivel de pobreza se duplicó. Incluso si no lo hace, no veo cómo podremos sostener la actual bonanza, la cual no se ha usado en inversión sino en consumo.” Una señal de este desequilibrio económico profundo es la cuenta corriente de la balanza de pagos que, según Palma, pasó de un excedente de 3,2 mil millones de dólares en 2009 (y 7,1 en el 2007) a un déficit de 9,5 mil millones de dólares en el 2012; esto es, un deterioro de casi 17 mil millones de dólares en cinco años, equivalente al 8 por ciento del PIB. “Esta economía en expansión precariamente sostenida por una bonanza temporal en el precio del cobre es el gran ‘Caballo de Troya’ que Piñera generosamente le va a dejar al próximo gobierno”, indicó a Página/12 en una entrevista en la que analizó a fondo la precaria salud del modelo chileno.

–A Chile se le ha criticado su deuda social, pero raramente se le ha cuestionado su modelo económico. ¿Cuáles son las patas flojas de la estrategia económica?

–Hay dos temas. El primero es que si bien Chile tuvo un período de crecimiento rápido desde 1984 hasta 1998, un 6,9 por ciento por año, no fue capaz de sostenerlo. La inversión privada, el crecimiento y la productividad cayeron en 1998 y no volvieron a recuperarse hasta el 2010. Es decir, Chile se estancó económicamente en el ’98 y después creció a la tasa típica de América latina, un 3,6 por ciento por año en la década siguiente. Sin embargo, en los últimos tres años la economía volvió a tomar dinamismo y creció al 5,8 por ciento. Y acá viene el segundo tema. Este crecimiento de los últimos tres años pende de un hilo: el alto precio del cobre. De América latina, Chile es el país que más se ha beneficiado con el aumento de las commodities. Y la sociedad chilena no sólo está consumiendo como si este precio del cobre fuera permanente, sino que ya está incluso gastando mucho más de lo que tiene. De manera que no sólo está consumiendo los ingresos de esta bonanza temporal en el precio del cobre en lugar de invertirlos, sino que se sobreexpandió. El resultado es que la cuenta corriente de la balanza de pagos, que hasta hace muy poco tenía un superávit de casi 5 por ciento del PIB, tiene hoy un déficit del 4 por ciento que sigue aumentando. Y eso con un precio altísimo del cobre. De hecho, si el año pasado el precio del cobre hubiera sido el que tenía antes del boom de las materias primas, el cual comenzó en 2003, la cuenta corriente de la balanza de pagos habría tenido un déficit del 18 por ciento del PIB, mayor al que hubo en 1981 y 1982, con la gran crisis que sufrió el gobierno de Pinochet. En cifras redondas, en 2012 Chile gastó casi 50 mil millones de dólares más de lo que podria haber hecho si el cobre estuviese en su precio normal histórico y su cuenta corriente, balanceada; esto equivale a 3 mil dólares por habitante, o el PIB por habitante de Paraguay, Guatemala o El Salvador.

–Se puede decir entonces que a nivel de modelo económico hay una chile desigualdadperfecta continuidad entre la dictadura de Pinochet y los gobiernos de la Concertación y el actual de Piñera.

–A nivel de política económica sin duda hay una gran continuidad. La lógica de funcionamiento del sector público, la falta de competencia en el privado, la política monetarista del Banco Central, el creciente grado de financialización de la economía, la ausencia de política industrial y comercial, el sistema impositivo altamente regresivo reflejan las mismas reglas de juego en democracia que en dictadura. Los royalties a la minería son un ejemplo. El royalty que inventó Ricardo Lagos para la minería es sólo para decir que en Chile hay royalty: en la actualidad, éste equivale a menos del 2 por ciento de las utilidades de las mineras privadas. La ruptura que hubo con el pasado es que la Concertación buscó implementar el mismo modelo con un rostro más humano, con un mayor gasto social. El nivel de pobreza bajó del 40 al 15 por ciento, pero en la distribución del ingreso el efecto fue mínimo: hoy el uno por ciento de Chile todavía se lleva el 30 por ciento del ingreso nacional. Y en salud y educación hubo una gran mejora cuantitativa, con un aumento, por ejemplo, del número de estudiantes con acceso a la universidad, pero la calidad de esa enseñanza y su costo dejan mucho que desear.

–¿Se puede decir que este modelo económico con rostro humano entró en crisis en las últimas elecciones con la derrota de la Concertación?

–No cabe duda de que ha habido grupos en Chile como los estudiantes que dijeron basta, no queremos más esto. Pero no fue por eso que la Concertación perdió las elecciones en el 2010. Las perdió porque llevó un muy mal candidato y porque había un cansancio generalizado después de cuatro gobiernos consecutivos que llevó a la gente a buscar algo distinto. Pero todo ha cambiado tan poco en Chile que se dice que Piñera es el quinto presidente de la Concertación.

–Pero precisamente las protestas estudiantiles, las huelgas mineras y portuarias, ¿no son señales de agotamiento del modelo económico-social?

chile estudiantes–Claramente ese modelo empieza a hacer agua. Los estudiantes han dicho basta a esta educación de muy dudosa calidad y de costo altísimo. La matrícula universitaria en Chile es la más cara de la OECD una vez que se relaciona el costo con el ingreso por habitante. Muchos trabajadores, como en la minería, también dijeron basta a la subcontratación y el abuso laboral y los bajos salarios –de acuerdo con las cifras oficiales, dos tercios de los trabajadores no especializados, 60 por ciento de los trabajadores jóvenes, y más del 40 por ciento de todos los trabajadores de la economía ganan un salario y medio mínimo o menos–. Y esto en una economía que, según el FMI, tiene un ingreso por habitante de 18 mil dólares. Hay descontento social, pero no significa que haya una crisis institucional o política. Hay elecciones en las que lo más probable es que vuelva la Concertación con Bachelet.

–¿Cree entonces que la crisis se puede producir más de la mano de la economía?

–Nadie tiene una bola de cristal, pero lo que diría como mínimo es que la actual economía basada en el precio del cobre es el gran caballo de Troya que este gobierno le va a dejar al próximo. Chile gastó todo el excedente de estos años en el consumo, en particular vía la importación, sin hacer los gastos productivos y sociales que tanto se necesitan, tal como hizo el presidente José Manuel Balmaceda en el siglo XIX con la bonanza del salitre. Balmaceda invirtió las ganancias tanto en capital físico como humano, para crear capacidades productivas que tomaran el lugar del recurso natural cuando éste se desinflara. Durante su gobierno, colocó un impuesto a las exportaciones de salitre que llegó hasta el tercio del valor de las exportaciones y con esos recursos dobló el número de estudiantes en la educación primaria y secundaria y desarrolló un gran programa de obras públicas, especialmente ferrocarriles. La inversión pública en capital físico se cuadruplicó en términos reales y la de educación se incrementó ocho veces. Para hacer esto hoy se necesitaría, primero, aplicarles un royalty de verdad a las mineras privadas del cobre que constituyen las dos terceras partes de la exportación y, luego, usar esos recursos en inversión en capital humano y físico. Pero nada de eso se está haciendo.

–El contraargumento es que este precio del cobre se puede mantener.

–Lo que realmente explica el precio del cobre es la especulación, porque los mercados financieros internacionales están tan líquidos y con tan pocas alternativas relativamente seguras donde especular, que los commodities que al menos crecen al 3 por ciento o 4 por ciento pasan a ser muy atractivos. Hoy las Bolsas de comercio de Nueva York, Londres y Frankfurt están de vuelta a los niveles más altos que tuvieron antes de la crisis: ¿hay alguien que realmente crea que eso refleja algún fundamento, en economías estancadas o semiestancadas, con inversión por el suelo, sectores públicos endeudados hasta el alma y la Zona del Euro con peligro de implosionar? Todos los fundamentos de la economía mundial son un desastre y, a pesar de eso, las acciones están a niveles record. Lo mismo pasa con el cobre, donde la demanda mundial crece al 3 o 4 por ciento anual –lo mismo que el promedio de hace 200 años–, pero el precio del metal está tres veces el histórico. De este hilo pendemos.

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