Chile, la Concertación. – ¿EN LA UTI?

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Cuando frente a las crisis políticas los protagonistas coinciden en algo, hay que sospechar. Si Usted es simpatizante de la Concertación de Partido por la Democracia, puede estar tranquilo. Varios dirigentes del conglomerado estuvieron de acuerdo: la coalición está al borde del abismo. En cualquier momento puede morir. Las razones que esgrimen son las contradicciones “valóricas”, las descalificaciones, los intentos de asesinato de imagen y una enorme etcétera.

Demasiado fácil. Mucha parafernalia. Incluso la aparición del ex presidente Ricardo Lagos aquietando los ánimos, más que la confirmación de una agonía es la reafirmación de un momento mediático especial que debía ser aprovechado. Se necesitaba la voz de un líder y él no dejó escapar la oportunidad.

No importa que le quitara cámara a la presidenta Michelle Bachelet, cabeza natural y actual de la coalición.

No faltará quien me contradiga y sostenga que las diferencias son reales. Sí, eso no se puede negar. Pero siempre han existido. Y durante dieciséis años han podido superarse, porque de por medio estaba el usufructo poder. Eso tampoco hay que obviarlo.

No es nuevo que humanistas a secas y humanistas cristianos entren en contradicción. Los segundos tuvieron que ponerse apellido para diferenciarse de los primeros. A pesar de que el ser humano es uno solo y la naturaleza no lo dotó de ideología religiosa, por más respetable que ésta pueda ser. Si en los dieciséis años pasados no se presentaron discrepancias graves fue por temor.

Al comienzo, temor a que los militares tuvieran algún pretexto. Después, temor a las sutilezas de la democracia. Me refiero a la necesidad de discrepar. Como desde el inicio se instauró una democracia de acuerdos que involucraba a la oposición, que hubiera diferencias en el interior de conglomerado de Gobierno resultaba absurdo. A los jefes de la Concertación les habrá parecido una exhibición impúdica de desunión y, por lo tanto, de falta de fuerza.

Pero con el paso del tiempo, los temores fueron quedando atrás. Y, sobre todo, el acontecer político demostró que Chile estaba listo para tener, no uno, sino dos presidentes socialistas. Está bien, lo diré también de otro modo: los socialistas chilenos estaban listos para administrar un sistema neoliberal. Si bien eso es un logro histórico –porque han cumplido adecuadamente para los cánones de lo que es políticamente correcto en una democracia de consensos– generó un problema grave. La Democracia Cristiana, que es el mayor Partido de la Concertación, ha sido desplazada de la posibilidad de ejercer nuevamente la presidencia de la República por decisión del voto popular.

Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, para llegar a La Moneda, derrotaron primero a dos contendores democratacristianos. Y nadie les puede asegurar que en una futura confrontación la militancia concertacionista cambie de parecer y se incline por una mujer o un hombre de sus filas. De allí que la DC haya restañado rápidamente las heridas que dejó el paso de Adolfo Zaldívar por la presidencia del partido y ahora esté abocada a explotar debilidades de sus socios.

Por eso es que asumieron esa actitud draconiana en el caso de la corruptela de Chiledeportes. Por eso es que antes de que la justicia levantara el cadalso, ya habían ajusticiado a Guido Girardi. Ahora, con la misma rapidez han tenido que ultimar a uno de sus filas. Son costos de la celeridad de los tiempos de la política.

Allí han aparecido las descalificaciones. Y también han surgido en los llamados “temas valóricos”. Ya se sabía que había diferencias entre la DC y sus socios laicos del Partido Socialista (PS), algunos PPD y radicales, en materias tales como la píldora del día después, la eutanasia y el aborto. En este último asunto, se ha llegado a extremos llamativos. Una mayoría circunstancial impuso una mordaza. El Parlamento chileno no puede discutir acerca del aborto. No es tema para intercambiar ideas. No existe. Hay que hacer notar que ya terminamos la transición y vivimos en una democracia plena.

No es una ironía, ni siquiera es un mal chiste. Pese a esto que pudiera parecer determinante y terminal, la Concertación tendrá que superarlo. La razón es bastante simple. La DC, los socialistas, el PPD, los radicales, desean seguir en el poder. Y por mucho que los democratacristianos coqueteen con la derecha, saben que no será fácil que puedan hacer con ella una coalición triunfadora. Eso, por un lado.

Por otro, Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI) quieren para sí el poder y no está en sus cálculos llevar a un democratacristiano como candidato presidencial. Si eso no fuera suficiente obstáculo, un desembozado viraje hacia la derecha provocaría numerosas bajas en las filas de la DC. Un costo alto que nadie parece dispuesto a pagar.

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Por, lo tanto, es posible que veamos como los miembros de la coalición gobernante siguen pelándose los dientes. Pero las dentelladas dejarán heridas superficiales. Como son las heridas en la política. Pese a lo destemplados que aparecen algunos actores, nadie realizará actos suicidas. Todos saben que quedan tres años para arreglar el reparto.

Me refiero a los roles de la obra, no de los panes.

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* Periodista.

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