Chile, la cultura y la vergüenza como estado nacional

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Los árboles, afirma la sabiduría popular de los tiempos agrarios, no dejan ver el bosque. Hoy, invirtiendo la metáfora y llevándola a otro plano, es posible afirmar que el bosque no deja ver los árboles de las oportunidades culturales; es un problema político y también de capacidad de ver, o de inteligencia. El árbol de muestra. ⎮LAGOS NILSSON.

Reseñábamos aquí que, invitados por la Universidad de la Ciénaga de Michoacán de Ocampo, por la Casa de la Cultura del estado de Oaxaca y por el Centro Cultural Edelo del estado de Chiapas, cuatro artistas residentes en la región de Coquimbo, Chile, viajarían a México, llevando con ellos una importante exposición colectiva interdisciplinaria dedicada al maestro grabador mexicano José Guadalupe Posada.

Pintura, poesía, música y fotografía de, respectivamente, Bruno Tardito, Álvaro Ruiz, Horacio Tardito y Mauricio Toro componen una suerte de "ensemble" que contrapone y compara con la visión mexicana el concepto de la muerte desde un planteamiento austral, propio del desierto nortino chileno, pero que incluye el sentido de los ritos más antiguos del comienzo del mundo —en el sur de estas tierras—. Los artistas e intelectuales de la IV Región permanecerán alrededor de dos meses mostrando su quehacer por diversos centros culturales de México.

Cerrábamos la información con el siguiente párrafo:
"No se ha informado si el Ministerio de la Cultura chileno patrocina o participa de algún modo en este importante esfuerzo de acercamiento entre el país austral y México. O si la embajada de Chile ha tomado medidas para contribuir al mayor éxito del trabajo que se proponen los artistas de la IV Región."

Es posible entregar —ahora que han llegado a México— una respuesta: los representantes de la cultura oficial y oficialista chilena pretendieron contribuir con los cuatro viajeros —considerados allá una "embajada cultural" y de amistad entre ambos pueblos— con una ayuda de $120.000 (pesos, no dólares), algo así como asegurarles algunos tacos o enchiladas o los cigarrillos por quizá cuatro o cinco días a cada uno… Tuvieron éstos la dignidad de no aceptar la limosna.

Contrasta la miserable mezquindad, la torpeza y la ceguera chilenas con la comprensión y el estímulo brindado por los mexicanos. No es un asunto de generosidad, es un asunto de políticas de Estado. Se trata, ¡alguna vez!, de que quienes han aceptado la misión de cautelar y promover la cultura nacional comprendan que ésta —y las manifestaciones artísticas— no son la organización de "shows" o la realización de comedias para la tv —asunto en el que el ministro de Cultura tiene, sin duda, alguna experiencia.

Vimos en un canal de televisión colombiano ayer miércoles un hecho que de seguro asombraría a los chilenos: en distintas ciudades colombianas, incluida la capital, los estudiantes marcharon con las mismas exigencias de sus pares sureños: educación de calidad, gratuita y garantizada por el Estado.

En Bogotá fueron cuatro marchas que desde los cuatro puntos cardinales convergieron sobre la Plaza Bolívar, en el centro de la urbe. No se vio a la policía agredir a los estudiantes, no se vieron las nubes de gases tóxicos, no se vieron los "populares" guanacos… La policía controlaba la periferia de las columnas para prevenir desórdenes, no para generarlos. Toda una lección para el gobierno asentado en La Moneda. Una lección de cultura. Y otra: los jóvenes colombianos también manifestaban solidaridad con los estudiantes de Chile.

Diego Portales —admirado a rabiar por la "clase política" chilena—, Andrés Bello, el que hizo el Código Civil y fue rector de la Universidad de Chile, Arturo Alessandri, el más efectivo político populista, en fin, ninguno de ellos susceptible de ser catalogado como de izquierda, hubiera dejado ir una delegación cultural como la dejó ir éste gobierno torpe, represor, intransigente, traidor a su propia palabra y conformado por ávidos de propaganda, sectarios, ignorantes, racistas.

Toro Goya es uno de los más significativos exploradores del arte fotográfico en el país; Bruno Tardito un pintor de obra original, sólida y reconocida; Álvaro Ruiz un poeta cuyo trabajo goza de reconocimiento internacional; Horacio Tardito un intérprete que estudió la obra de Liszt allí donde Liszt vivió. Ninguno es un audaz depredador, un asaltante que se engalana con méritos de otro, un "rastacueros" recién llegado al universo en el que se mueve. Nada de eso fue suficiente.

Mejor. No lo necesitaban, en primer lugar; en segundo término nadie podrá ahora confundirlos con lameculos de una seudo burguesía analfabeta que apenas sabe leer las "cartolas" del banco y los balances semestrales. Ninguno de ellos tiene acciones de La Polar. Su pecado es ser hombres de bien, artistas dedicados a lo suyo, conscientes de su rol social al margen de las veleidades venenosas de la política contingente.

La honra de conocerlos es equivalente a la deshonra taimada de pequeños sátrapas de un gobierno que no entiende, que no puede entender, que no podrá jamás recorrer el vasto universo de la cultura. Y todo, es penoso reconocerlo, porque no tiene la mochila intelectual para caminarlo sin morir en el intento. La lucha de los estudiantes quizá sea una guerra más extendida de lo que pensamos.
 

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