Chile: la educación de los pobres

Alvaro Cuadra*

Cada vez que se plantea el tema educacional surgen algunos equívocos que es bueno esclarecer. Aclaremos que en Chile existe una educación de elite de óptima calidad que se mide con los estándares mundiales al respecto.
De alguna manera, podríamos decir que algunos colegios ya solucionaron el mentado “problema educacional”. Excelente infraestructura, recursos pedagógicos y tecnológicos de última generación, un sólido cuerpo docente, en fin: alta calidad.

Es obvio que en el Chile de hoy una educación como esta es para los hijos de la elite económica, política o cultural, aquello que el “márketing” llama ABC1. Una educación de alta calidad supone una inversión mensual por alumno que bordea los mil dólares.

El “problema educacional” queda planteado en los siguientes términos: ¿es posible extender los índices de calidad al 95% de los otros estudiantes?. Hasta hoy esto no ha sido posible. Los colegios para pobres resultan ser lo opuesto a los buenos colegios: infraestructura indecente, recursos nulos o escasos, profesores mal pagados y mal preparados, administración deficitaria: mala calidad. Hasta hoy, el Estado chileno no se ha tomado en serio el desafío educacional, al punto de que se pretende legislar de espaldas a la ciudadanía.

Así las cosas, el futuro inmediato no podría ser más inquietante. Chile se está dividiendo en aquellos que han estudiado en buenos colegios y que en virtud de su carácter cosmopolita y bilingüe, acceden a becas internacionales convirtiendose en expertos profesionales de elite. En cambio, la gran mayoría, obtiene con suerte una Licencia Media que lo habilita como “Junior” si es que encuentra empleo. Se está generando una masa laboral carente de las competencias mínimas para barruntar siquiera algo parecido al “desarrollo.

Debemos reconocer, no obstante, que el Estado chileno ha acrecentado la inversión social y se ha intentado llevar adelante una reforma según los criterios internacionales. Sin embargo, con la misma franqueza hay que decir que todo ese esfuerzo ha tenido un impacto escaso o nulo. El mundo político no ha tomado conciencia del “problema educacional”, Concertación y derechas se muestran ciegas e ignorantes a la hora de enfrentar el desafío y mezquinos a la hora de invertir y pensar en grande.

La buena educación tiene un costo que bordea los mil dólares mensuales por alumno, monto que los ricos pueden pagar. La cuestión es si acaso el Estado chileno está dispuesto a subsidiar ese costo para los pobres, o si seguiremos aportando una fracción de dicha suma, pues en tal caso obtendremos una fracción de la calidad esperada.

Si las cosas siguen el curso previsible, mezcla de demagogia, estupidez y mezquindad, lo único que estamos construyendo es una masa laboral informe de “discapacitados educacionales” esquilmados por un mercado educacional inescrupuloso. Una sociedad de seres globalizados “ricos y educados” y una subespecie de seres plebeyos “pobres e incultos”. El Chile del mañana, lejos de ser una comunidad de hombres libres en una sociedad igualitaria, se va a parecer más a un régimen de castas.

Sea por ignorancia o por negligencia, estamos poniendo en riesgo el futuro económico, polìtico y cultural de este país. La Educación (y no la Enseñanza) debiera ser elevada a Ley Orgánica Constitucional, como un derecho de los niños de Chile, respaldado por una inversión gigantesca de largo plazo; de otro modo, estamos creando las condiciones de nuestro fracaso como sociedad, acaso como país inserto en un mundo global.

* Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados, ELAP.
Arena Pública, plataforma de opinión de Universidad ARCIS.

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