Chile. – LA MADRE DE TODAS LAS CORRUPCIONES

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El Presidente del PPD, Sergio Bitar, en varias oportunidades y por diversos medios ha hecho dos afirmaciones categóricas que vale la pena comentar: «Hay que terminar con el cuoteo político» y que «los partidos no son agencias de empleo». Esas afirmaciones dejan algunas cuestiones abiertas acerca de cuáles son los roles que les competen a los partidos políticos.

Una cosa es el desprestigio, fundado o no, de los partidos y otra cosa muy distinta que las democracias no funcionan en ausencia de partidos organizados. Al revés, los vicios del sistema político chileno se basan en que los partidos tienen un rol muy menguado y es allí donde florecen los personalismos, las fracciones y toda esa cantidad de manifestaciones de la vulgaridad y la miseria humana.

Interesante sería que el presidente del Partido Por la Democracia precisara a qué se refiere con esto del cuoteo político, porque en mi opinión nunca ha habido cuoteo en ningún gobierno de la Concertación. Incluso, si lo hubiera, sería un fenómeno absolutamente legítimo. Desde que asumiera Patricio Aylwin la Presidencia de la República, hubo un acuerdo de repartir más o menos equitativamente los principales cargos de la administración pública, lo cual es lógico pues no iba a escoger a sus colaboradores fuera de sus partidarios. Pero eso no fue cuoteo.

El gobierno del Presidente Allende, y todos los gobiernos de coaliciones anteriores, gobernaron a través del cuoteo que consiste en que los partidos y el presidente concuerdan cuáles son los cargos que le corresponden a los diversos partidos de una coalición y, enseguida, son los partidos los que presentan ternas o quinas para que el gobernante escoja; no puede escoger nombres aparte de esas listas.

Eso hoy no existe, cuando más un cierto, y solamente un cierto, equilibrio. Pero ese equilibrio entre partidos es y ha sido ficticio. No es verdad que haya ese equilibrio, pues muy temprano se configuró una élite que ha permanecido, intercambiándose de puestos en los diversos gobiernos, además que entre ellos no hay diferencias de pensamiento, independiente del partido al que pertenezcan.

Esta élite tiene mucho más en común en cuanto origen, relaciones sociales, parentesco, barrio, etcétera, que les une , que unas deslavadas ideologías que, en la mayoría de los casos, corresponden a nostalgias, mas no a valores que animen la acción política actual. No es raro ver en reparticiones públicas una gran mayoría de egresados de la misma universidad, exalumnos de unos pocos colegios, vecinos de barrio residencial y de veraneo, y a veces parientes entre sí.

Así que un partido proponga a su mejor gente para cargos públicos no sólo es justo, es incluso una exigencia moral. Y por lo siguiente: Un partido político que renuncia a la política no es moderno ni menos democrático. Creo que uno de los errores importantes del gobierno de Lagos fue disminuir el número de cargos públicos de nominación presidencial; pedir que cada vez más cargos políticos y no técnicos sean llenados por concursos es la consagración de la tecnocracia y la renuncia a la democracia.

Un intento de irresponsabilizar a la Concertación fue la idea del ex intendete Trivelli cuando proponía concursar a los «seremis» (secretarías regionales de diversos organismos públicos), lo que aparte de ser una medida efectista, de contrabando metía la idea de que las decisiones políticas eran de suyo incorrectas, absurdas o bien respondían a presiones impropias. Esto es profundamente antidemocrático y se parece al voto censitario, es decir, sólo los técnicos hacen las cosas bien.

Si fuera cierto no necesitaríamos parlamento, se podría concursar un cuerpo legislativo en base a sus méritos técnicos y profesionales; ¿para qué tener ministros, si se pudiera incluso licitar los cargos internacionalmente? Bueno, ni siquiera necesitaríamos un Presidente de la República, con un buen gerente general bastaría, luego de tantas genuflexiones ante quienes no votan ni votarán por la Concertación.

El asunto corrupción

Me parece que la sospecha de las capacidades políticas de los políticos se debe a que los partidos no proponen a su mejor gente de una manera trasparente al interior de los mismos, y son camarillas las que se reparten los pocos cargos que van quedando, y el PPD no ha sido ajeno a esa tendencia. ¿Recuerdan la época en se salía a cazar candidatos mediáticos para cargos públicos?

¿Por qué se nos dejó caer la corrupción? La respuesta es sencilla: Nuestra primera corrupción fue la programática. Sí, cuando no nos dio vergüenza olvidar los programas de la Concertación una vez que se ganaba y para ello basta volver a leerlos y ver cuánto se cumplió. Cuando no se nos cayó la cara de vergüenza por los compromisos adquiridos, y a los que nadie nos presionó, comenzó el deterioro moral.

Podemos añadir otros elementos asociados a las miserias humanas, como cuando se notó un cierto arribismo en algunos «próceres» y les gustó ser reconocidos en los grupos de poder, departir con la gente linda, cuando se le perdió el miedo al kitsch, cuando los de origen burgués volvieron a la ideología de su clase, cuando el medio pelo descubrió el consumo aunque de bagatelas, cuando los intelectuales se pusieron al servicio del príncipe de turno y repitieron las alabanzas al mercado, verdadero Moloch de los que antes tuvieron fe y de los que, súbitamente, la volvieron a adquirir.

La corrupción programática se produjo cuando se debilitaron los partidos. Y no hay que ser muy perspicaz para darse cuenta que esto no fue casual. La madre de todas las corrupciones comenzó cuando el soberano –todos nosotros como cuerpo electoral– fuimos burlados, cuando se nos propuso un programa presidencial que escogimos y que la élite naciente, quizás nunca, tuvo interés en alcanzar.

Eso explica todo lo que vino después; las corruptelas posteriores se debieron a que se pudo «girar con cargo a la cuenta de ahorro programática y moral», al enorme pozo de legitimidad que se conformando con las protestas, la resistencia a la dictadura, la campaña del no, la primera campaña presidencial y una inmensidad de pequeños actos de recuperación de la dignidad. Es bueno recordar que por primera vez hubo una articulación efectiva de las ideas provenientes de los humanismos cristianos y laicos.

Todo eso fue lo que una élite autocomplaciente botó a la basura y nos dejó sumidos en una mezcolanza de obsecuencia al neoliberalismo, de adoración a la tecnocracia y devoción de todo aquello que nos aleja de nuestros principios.

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* Sociólogo, miembro Comisión de DD.HH. del PPD.

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