En la misma medida que se acorta el plazo para la contienda presidencial, se acorta también el campo del debate político respecto de lo programático de las actuales candidaturas. En efecto, la discusión se limita a los contenidos impuestos por el sector empresarial, particularmente el vinculado a las áreas de la economía que mayor éxito han tenido en rentabilidad en los últimos años, la mayoría de ellas, vinculadas al sector servicios financieros y/o industrias extractivistas.
Poco o nada se habla del mundo del trabajo y de sus necesidades, tampoco de las carencias de millones de chilenos que viven en campamentos o de los allegados viendo alejarse el sueño de la casa propia. Sobre los salarios versus la rentabilidad del capital en algunas áreas es tema vedado en el debate
presidencial. El relato es único: “mayor crecimiento y menos impuestos”. Relato que no dista del instalado en prácticamente todos los países donde la derecha es gobierno o, donde ésta ha comenzado a escalar en posiciones impensadas hace algunos años atrás.
El tema de la rebaja de los impuestos está directamente asociado a liberar del tributo a quienes más ganan, a quienes mayor fortuna han acumulado en los últimos años, no precisamente por haber desarrollado proyectos de infraestructura, manufactura, o creación de empleos de calidad, no, en particular, se trata principalmente de los sectores rentistas vinculados principalmente al mundo financiero (especulativo).
Esta propuesta que suscriben la mayoría de los economistas de la elite va contra el sentido común; pero, también va en contra de la propia historia del desarrollo capitalista, no se puede entender el desarrollo de una nación si no es sobre la base de mayor recaudación que permita a los países
fomentar el crecimiento de las naciones.
La derecha empeñada en liberar de las cargas tributarias a los más poderosos es incapaz de responder respecto de cómo atenderá los grandes déficits que la sociedad demanda en materia de salud, educación, vivienda y pensiones si al mismo tiempo, el Estado cuenta con menos ingresos. La respuesta es una receta fracasada que repiten como monserga sin que nadie salga a cuestionarles, siempre señalan que es con crecimiento. Slogan al que, desgraciadamente se suman todos. Esevidente que los países necesitan crecer para atender diversas demandas de la sociedad. Chile ha crecido en algunos momentos, y mucho más que el promedio de los países de la región. Sin embargo, pocas veces nos preguntamos ¿a quién en particular ha beneficiado el crecimiento?
Según el Informe final de recomendaciones de la comisión asesora presidencial de expertos y expertas para la actualización de la medición de la pobreza de junio de este año, Chile pasó, con los nuevos indicadores de medición de un 6,5% a un 22,3% de pobreza, es decir casi un cuarto de nuestra población vive en condiciones de pobreza. ¿Bien vale la pena preguntarse entonces, cuando en la década de los 90 Chile creció en promedio alrededor del 7% anual… quién se benefició? Se dice que Chile debe crecer, crecer para que, crecer en beneficio de quién?
Lo paradójico es que quienes más hablan de crecimiento, son los mismos que critican las faltas de iniciativas y de propuestas, de políticas públicas destinadas a favorecer el tan necesario crecimiento que demandan, ¿y quiénes son?. Aunque no se crea, o cueste creerlo, son los mismos que han ocupado los cargos más relevantes de los últimos gobiernos, ex ministros de Economía y Hacienda, junto a centros de estudios vinculados permanentemente a asesorías ministeriales son los que recurrentemente se lamentan de que el país no crezca. Y la pregunta central es ¿qué hicieron cuando estuvieron a cargo del Estado y de conducir las carteras encargadas de estas materias? Nada.rmanezca estancado por más de una década, sean los mismos que hoy interpelen en los distintos foros a que el país crezca. Los empresarios chilenos, más orientados a la especulación financiera, han sido incapaces de emplear a la población en edad de trabajar.
En efecto, el número de ocupados se elevó en 974 mil personas, casi un millón, en el decenio 2014-2023. No obstante, esta alza no alcanza a cubrir el aumento de la población económicamente activa ni tampoco el de la propia fuerza de trabajo. Está situación continúa repitiéndose en 2024 y este
primer semestre de 2025. Sin embargo, esa obsesión por el crecimiento es demencial, al menos por las siguientes razones.
Una, porque parte importante de la inversión continúa dirigida a sectores extractivistas consolidados (minería, forestal, salmonicultura) altamente tecnologizadas que utilizan cada vez menos fuerza de trabajo y, dos, porque el gran capital busca rentabilizar sus inversiones en el corto plazo, por lo que
le resulta más atractiva la especulación financiera. De allí, que sea ya la hora de hablar más de desarrollo que de crecimiento.
Tratándose de un periodo electoral presidencial, parece oportuno intentar aproximar respuestas respecto de qué país queremos construir, uno con las brechas desiguales que ubican a Chile como el país más desigual de toda América o, un país con mayor justicia social, con mayor protección
social. Queremos continuar por la senda como un país de concentración grosera de la riqueza, que ha merecido, incluso, observaciones de organismos internacionales respecto de los peligros queencierra ello para la democracia y la permisibilidad que incentiva la corrupción o, derechamente,
queremos detener la vorágine de quienes ponen los ritmos y los contenidos de la discusión parahablar de los verdaderos problemas que nuestra sociedad demanda con urgencia.
Hace algunas décadas el chileno Manfred Max Neef, quien en 1983 ganara el Premio Right Livelihood, considerado el premio Nobel Alternativo de Economía y en 1993 fuera candidato a la presidencia del país, sostenía que la “economía neoliberal mata más gente que todos los ejércitos del mundo juntos, y no hay ningún acusado, no hay ningún preso, no hay ningún condenado”.
Y agregaba, a propósito de la obsesión por el crecimiento: “la obsesión por el crecimiento es un disparate. Porque una elemental ley natural, que todo el mundo conoce, es que todos los sistemas vivos crecen hasta un cierto punto en que dejan de crecer” y agregaba, “no hay que confundir crecimiento con desarrollo que son dos cosas distintas. Si usted crece para desarrollarse, se puede pensar. Pero, si usted crece a raíz de agotar recursos renovables y no renovables, eso es estúpido”.
Cuánta razón tenían esas palabras de Max Neef. El debate actual, sin embargo, se circunscribe al crecimiento y no al desarrollo. Crecimiento que debe efectuarse sobrepasando cualquier obstáculo,aunque ello implique destruir el medio ambiente, contaminar las zonas habitadas y obtener ganancia a como dé lugar, importando poco lo que ocurra con nuestro planeta (permisividad).
Eso es lo que hoy está en juego, abrir el debate sobre el país que queremos exige de todas maneras preguntarse y preguntarnos para qué queremos crecer, para quién, de lo contrario, continuaremos por la senda que Chile viene recorriendo en estas últimas décadas, creciendo para unos pocos en detrimento de las mayorías que observan como su futuro cada vez se torna más incierto.
* Profesor de Historia y activista chuileno, conocido por ser el vocero de la Coordinadora No más AFP
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