Chile, la Teletón (I) o la solidaridad de mercado

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Héctor Mauricio Cataldo González*

Desde hace 30 o más años los días finales del mes de noviembre se vuelcan, en este país, a una "noble causa": los niños que no pueden valerse por sí mismos. El esfuerzo se llama "la Teletón" y lo impuso un vejo animador de juegos por TV, Mario Kreutzberger, (a) don Francisco.

 En este país para “válidos”, esto es, para aquellos y aquellas que tienen un cuerpo “normal”, los inválidos, o aquellos que no tienen el cuerpo “normal”, carecen de la posibilidad de circular por ella de manera expedita. Nuestras ciudades no están hechas para ciegos, sordos, mudos, sordo-mudos, ciego-mudos, ciego-sordos, ciego-sordo-mudos, como tampoco para quienes tienen alguna “deficiencia” física, sean parapléjicos, tetrapléjicos, amputados, etc.

Esta “minoría”, sin embargo, tiene la suerte de que cada año se les organice una jornada para recolectar dinero que va en directa ayuda de su rehabilitación.

Empero, la organización de tan noble gesto está articulada a partir de un criterio que une el consumo, la competencia y la solidaridad. En efecto, mientras más consuma un determinado producto, más apoya esta noble causa. Las empresas comienzan a mostrar un rostro “humano”, donde la explotación, los abusos y otras características que genera el afán de lucro quedan subsumidas al empuje de la noble causa. La solidaridad queda estandarizada en el mercado.

Tan noble causa está atrapada en el engranaje de la neoliberalidad. ¿Quién podrá creer que las donaciones que las empresas realizan están motivadas por la afectividad que la solidaridad exige y no por el interés del empresario en mostrar un rostro “humano”, en mostrar que el afán de lucro tiene un rostro amable? La gente que voluntariamente hace sus donaciones tiene la esperanza de que su dinero efectivamente contribuya a tan noble causa.

Todo Chile unido por el amor a esos niños y niñas que sufren su destino, pero con empuje y coraje el pueblo de Chile, que en esto es uno sólo, sin diferencias de ningún tipo puesto que los une el valor común de la solidaridad, contribuye a que, a lo menos, puedan tener la esperanza de una vida mejor.

Lo terrible es que esta esperanza está cifrada en el mercado.

El mercado, voraz, tiene un uso “positivo”. O mejor: en el mercado, con sus reglas y procedimientos, es posible la solidaridad y el amor, como también el maltrato, el abuso, la explotación, humillación y un largo etc.

Se trata, para mi, sin más, de limpiar una vez al año la imagen de los empresarios, del mercado y de esta sociedad que genera al por mayor pobreza, desesperación, tristeza, amargura…

* Investigador y académico de la Escuela Latinoamericana  de Estudios de Postgrado y Políticas Públicas (UARCIS).
Arena Pública, plataforma de opinión de Universidad ARCIS

 

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1 comentario
  1. ricgutierrez dice

    Me extraña que tenga el tìtulo de investigador, si hiciera un poco, solo un poco de investigación, sabria que un porcentaje del 80% o mas de la recolecciòn de la teletón proviene del aporte directo del pueblo, no de los empresarios. Por otro lado bastan 2 dedos de frente para saber que los empresarios se presentan a hacer su negocio publicitario, todo el mundo lo sabe, su comentario es tan pobre que lo podrìa hacer cualquier ser no ilustrado como usted. Es una molestia necesaria la incursiòn de las empresas pues cada peso cuenta. El pueblo Chileno sabe bien de ayudar, puesto que es usual para nosostros sobreponerse a grandes tragèdias, terremotos, aluviones, etc, lo que ha creado una gran fortaleza en cuanto a ayuda se refiere y a unirse en torno a una causa. Es dificil que usted lo entienda porque no forma parte de su cultura. Produce un gran orgullo el unirse en una causa y cumplir una meta real de ayuda. Lamentablemente siempre hay gente que se cree inteligente, por entender que el comercio no ayuda desinteresadamente, y cree que hay algun analisis de mercado que hacer en torno a la teletòn. Entiendalo bien, la Teleton es una causa del pueblo chileno para ayudar a los mas desvalidos, ojalá otros paises fueran capaz de unirse de la misma forma, pero como siempre la envidia los hace perder la razòn.

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