CHILE: LAGOS, DULCE DESPEDIDA Y LO POR DECIDIR
Hugo Chávez no retaceó el reconocimiento de su gobierno al presidente de Chile Ricardo Lagos, que cierra su mandato en cinco días, el 11 de marzo de 2006, y reconoció que aquel «no cayó» bajo la influencia de EEUU en los planes que desarrolla la Casa Blanca contra Venezuela.
De acuedo con los analistas en materia de relaciones internacionales, una declaración semejante, si bien conforma un importante reconocimiento al presidente saliente, debe leerse como un claro mensaje al nuevo gobierno: es una invitación a profundizar las relaciones entre ambos países y, en especial, a trabajar unidos para fortalecer el proyecto en marcha de integración regional.
Por ahora sólo dulce, nada agraz
En esta dimensión debe comprenderse la carta enviada a Michelle Bachelet luego de su triunfo electoral en diciembre pasado –con agregados de puño y letra de Chávez– en que la felicita por su elección. En esta oportunidad el venezolano advierte, y lo ha reiterado después, sobre las «connotaciones de mucha importancia» que reviste su próxima asunción al gobierno, puesto que es «una mujer socialista, allendista, que viene de las luchas del compañero mártir latinoamericano: el presidente Salvador Allende».
El presidente bolivariano va incluso más allá, y le asegura a Bachelet que Venezuela estará «a pie firme» junto a Chile, «por el pueblo chileno, por tí y por la integración». Hacía tiempo que no se veía un gesto de tanta calidez en las relaciones entre ambos países.
Chávez confirmó el Caracas que viajará a Chile para el cambio de mando, e informó debió suspender la reunión que iba a mantener con los presidentes de la Argentina, Néstor Kirchner, y Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. El primer mandatario venezolano regresará a Caracas el domingo para presidir los actos por el bicentenario de la bandera nacional.
Energía, una llave para América del Sur
La reunión con Kirchner y Lula se había programado para avanzar en las conversaciones previas a la construcción de un gasoducto, en el marco de la integración energética suramericana, que despierta no pocos recelos en los círculos de gobierno estadounidenses. Chávez señaló que este proyecto «ha comenzado a ser tiroteado y se asegura que es imposible, caro e inviable».
Para Miraflores no caben dudas de que la necesidad de apoderarse de la producción petrolera venezolana está en la raíz, es la «razón fundamental», del conflicto desatado entre Caracas y Wáshington». En rigor la política petrolera del gobierno bolivariano, más allá de declaraciones de principio, es la primera del Estado venezolano formulada de manera absolutamente independiente de negociaciones con EEUU.
Venenuela no ha cortado ni disminuido los envíos de petróleo a Estados Unidos –provee algo menos de un quinto del mercado estadounidense– e incluso viene desarrollando un proyecto de venta de combustible a bajo precio a los sectores más pobres de ese país a través de puestos de expendio propios, lo que –cabe pensar– molesta profundamente al poderso sector energético interno de EEUU, que –según Chávez– contabiliza los recursos venezolanos «como de ellos y para ellos».
La encrucijada chilena
Lo que está por verse es si Bachelet se suma –y si lo hace cómo lo hace– al intento integrador que impulsan la Argentina, Brasil y Venezuela y que Bolivia, defendiendo sus intereses, mira con simpatía. Las recientes declaraciones de Ricardo Lagos en el sentido de que hubiera querido ir más allá en la normalización plena de las relaciones boliviano-chilenas, es un mensaje claro de que toca a Bachelet lograr dicha armonía.
El talón de Aquiles de la economía chilena es su dependencia del mercado externo de combultible fósil. El acuerdo con Argentina fue apresurado y resulta inviable: la Argentina no dispone de gas suficiente para alimentar el consumo industrial y domiciliario chileno –en especial porque el país está en una fase expansiva de su capacidad de producción industrial y además porque, sencillamente, no es dueño de sus recursos, que fueron mal vendidos a la española REPSOL–.
Toca a los estrategas de la nueva presidente ponderar, calibrar y decidir, los términos en que Chile cohabitará con sus pares de la región –en términos aceptables para todos– o –por el contrario– si el país se convertirá definitivamente en la fuerza centrífuga de las expectativas de integración, confiando para ello en los beneficios que pueda obtener de la enmarañada trama de acuerdos comerciales y jurídicos con EEUU, Europa, Asía.