Chile: Las piedras que suenan en el río estudantil

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, donde hicimos nuestras primeras lides –con toma incluida– en 1968, esto es 37 años atrás, por la reforma universitaria y donde se consiguieron resultados como la constitución de un
Senado Académico que detentaba el poder central de manera un poco más amplia, hoy se presenta como un grave retroceso de lo alcanzado en aquellos años.

El rector es una figura autoritaria y se le define en varios estamentos
universitarios como un rey. No sólo eso, sino que el director de la Facultad de
Derecho fue activo militante fascista de Patria y Libertad, cuyos vínculos con
los institutos armados que persiguieron, desaparecieron, torturaron y mataron
ciudadanos, son indesmentibles.

Paralela a la asamblea de los estudiantes, convocada con profusión de carteles,
los partidos de derecha y de la Concertación llamaron a reunión del Consejo de
presidentes de centros académicos de estudiantes, el cuello de botella con el
cual se ha mantenido la inmovilidad y las negociaciones por arriba. En esa
reunión sólo unos pocos se sumaron a la toma, por lo que se produjo de hecho
una dualidad de poderes: por una parte los asamblearios y por la otra los
institucionales.

Entre los asamblearios la mayoría se definen autónomos, habiendo también algunos anarquistas y miembros de partidos y movimientos de la izquierda extraparlamentaria.

Pocos días atrás, desde las bases estudiantiles se venía gestando una dinámica
de autoorganización y lucha desde abajo, por fuera del Consejo aquel y por
fuera de la Federación de Estudiantes. Un buen ejemplo de ello fue el paro
donde los estudiantes ocuparon parte de las instalaciones para levantar una
olla común y organizar desde allí las movilizaciones que fueron envolviendo
poco a poco a una mayor cantidad de estudiantes de esa casa de estudios hace
una semana atrás.

Las actuales decisiones del gobierno –que favorecen cada vez más la
mercantilización de la educación superior cerrando las puertas a los que no
dispongan de recursos económicos y restringiendo por ello la participación
popular en las universidades– ha permitido que sectores importantes del
estudiantado de la Católica se incorporen a las discusiones y salidas a la
calle.

Ese es el contexto y el preámbulo de la asamblea del miércoles primero de junio de 2005. Por enorme mayoría los estudiantes aprueban la toma y de inmediato proceden en la noche a entrar, cerrar los portones y colocar contra ellos sillas y mesas. Afuera carteles alusivos a la situación que se vive en el estudiantado en todos los territorios controlados por el Estado chileno.

El jueves dos de junio por la mañana un grupo de opositores a la toma, instigados por los partidos de derecha y de la Concertación, se reunió en la parte exterior y discutieron fuertemente con los de la toma, algunos de los cuales permanecían en la calle y otros se instalaron en las escalinatas para dar la cara y aclarar al resto.

Los gritos se empezaron a dar: “No a la toma”, pero fueron rebatidos con silbidos por los partidarios de la lucha. Luego se instalaron en la misma calle con megáfono a denostar contra los ocupantes y convocaron a una reunión para la tarde de mismo día jueves del Consejo de presidentes de los centros de Alaumnos, pero ya había sido convocada también para la tarde una nueva asamblea por parte de los ocupantes.

Nuevos gritos de “no a la toma”, pero esta vez los del si respondieron con mucha más adhesión, repitiendo fuertemente: “Sí a la toma”, por lo que los contarios fueron nuevamente derrotados, esta vez en plena calle.

EL MOVIMIENTO NO CEDE

En varias facultades de la región continua la agitación y es perceptible que
estamos ante una elevación de la conciencia social y participación del
estudiantado, como no se veía desde hace años, ya que la característica
principal eran siempre los partidos y vanguardias que conducían a algunos. Hoy
este movimiento en la región se caracteriza por estar sustentado más en las
asambleas estudiantiles que en los centros de estudiantes, como también fue
visible en la Facultad de Psicología de la Universidad de Valparaíso, en la
Upla y en la Universidad Arcis.

De esta manera hay un cambio radical en la esencia del movimiento estudiantil
de la región, o al menos en las partes más visibles de las movilizaciones,
paros y tomas, una ruptura con las formas tradicionales de participación,
discusión y toma de decisiones, con dinámicas que vienen desde abajo y en las
que sólo unas pocas instituciones, como algunos centros de alumnos, se sienten
identificados y pueden trabajar de conjunto.

Se ha producido un distanciamiento entre sectores de la izquierda extraparlamentaria con ciertos partidos de la Concertación con los que mantenían la tradición de entenderse por arriba. Hoy es visible un mayor acercamiento entre los partidos y movimientos de la izquierda extraparlamentaria –digamos electoral– con las dinámicas autónomas, alternativas y libertarias. Ello es debido básicamente a un punto en común que trasciende la realidad estudiantil, es decir, lo social concreto.

Aunque falta un camino por recorrer, hay una noción cada vez más compartida de que la situación no es posible enfrentarla solamente desde los planos institucionales, aunque unos prefieran esos espacios para avanzar, pues muchos vislumbran que es solamente en la arena donde se ven los gallos y los toros, y la arena hasta hace poco era la esfera de la política o de las luchas de barricadas.

Parece abrirse paso en muchos estudiantes que la arena de lo social se dilucida en los cerros y barrios, y ya no más única y exclusivamente en el debate o movilización estudiantil.

Hay un lento despegar de las miradas desde las salas de clases, de las teorías
y de los libros hacia el cerro y los barrios. Tanto es así que por ejemplo,
entre los secundarios, la directiva del centro de estudiantes del Liceo Eduardo
de la Barra, que se encuentra preparando su festejo por los 143 años del colegio, ha definido el sábado siguiente como un día poblacional: esto es: van a invitar a los estudiantes a acercarse a una población para contribuir en trabajos, juegos de niños, en fin una mayor relación.

También en varias facultades se discute sobre los resultados del encuentro donde marxistas, cristianos, anarquistas, veganos, autónomos y otros definieron desarrollar agrupamientos mixtos de diferentes formas de pensamiento, organizada o no, electoral o no, por carrera universitaria para desarrollar desde ahí una aproximación práctica de intercambio y enriquecimiento mutuo con experiencias de autoorganización social para trabajar e investigar de conjunto.

La situación parece auspiciosa. Sólo no hay que confundir la autonomía social
con una ideología del autonomismo, como si fuese una ideología que compite con las otras. La autonomía se refiere al accionar autónomo de la autoorganización social, donde perfectamente tienen cabida todas las formas de pensamiento en tanto respeten el principio de que ahí no hay una caja de resonancia para su propuesta, sino una actividad amplia y diversa donde todos aprendemos al calor del avance de la autogestión.

Observamos que los jóvenes de todos los partidos y movimientos, más que seguir el sectarismo, dirigismo, hegemonismo y dogmatismo de muchos viejos dirigentes instalados en las cúpulas, abren su sensibilidad al trabajo social concreto y sueñan con nuevas relaciones sociales al interior de cada localidad.

Apoyar esa tendencia es una alegría.

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* Correo electrónico: profesor_j@yahoo.com

Esta columna de inormación y opinión se publicará también en:
http://clajadep.lahaine.org

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