Chile, los estudiantes pasan (¿y si no se van?)

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Cristián Joel Sánchez.+

Hace algún tiempo pronosticábamos la inminencia de un cambio cualitativo en el cuadro político y social del pueblo chileno luego de 20 años de un letargo hábilmente manejado por un sector mayoritario de la Concertación, y por una derecha que se vio favorecida por el modelo económico del cual se hizo cómplice el conglomerado de partidos hoy desplazado del gobierno.

Lo digo de inmediato: pronosticar este cambio no es ninguna gracia ni ningún mérito de este modesto comentarista. Se veía venir y el arribo de la derecha al poder sólo actuó como el detonante de un sentimiento anti “establishment” —como lo define la siutiquería del anglicismo— que irrumpe tal como se vaticinó, pero con una dinámica que, ahora sí, nadie pudo predecir.

Si usted, estimado lector, con la misma paciencia con la cual lee este artículo, se pone a hojear la temática que prima entre los sesudos analistas del momento político, verá que el factor común a todos ellos es buscar el meollo, el leit motiv, la causa etiológica como diría un médico, del volumen que alcanza este estallido impensado de las masas, el que el jueves pasado sacara a más de 100 mil personas a la calle.

Si una semana antes quienes llenaron las calles de Chile fueron los ecologista contra HidroAysén, ahora la manifestación fue liderada por estudiantes que exigen terminar con una de las peores aberraciones heredadas de la dictadura cual es el impúdico negociado que se hace con la educación en Chile.

"El intelectual portador de los valores eternos de la revolución se terminó"
( Jorge Semprúm).

El aserto aquel que dice: “Ser joven y no ser revolucionario, es una contradicción incluso biológica”, atribuido a ese eterno joven de la ideas llamado Salvador Allende, parece estar acudiendo otra vez puntualmente a su cita con la historia en la insurrección  de los estudiantes chilenos. Sólo que por sobre la masa juvenil que copa las calles de Santiago no están esta vez las dirigencias políticas seudorrevolucionarias que más de una vez frustraron y traicionaron  la rebelión de los jóvenes, como ocurrió, por ejemplo, en el mayo francés del 68.

Antes de que usted me diga nada, reconozco que al frente de este formidable despertar hay dirigentes que tienen ya militancia política, jóvenes socialistas, comunistas, democristianos, pero también ecologistas, humanistas, creyentes y no creyentes, "hippies" a la vieja usanza, minorías sexuales, más una inmenso conglomerados de muchachas y muchachos que si hubiera que buscarles una denominación común ese sería justamente su profundo repudio a la corrupción que descompone a los políticos profesionales de todos los sectores del país.

Es lo que nos anima a pensar que quizás en los días que corren la dialéctica de las luchas sociales pueda invertir la experiencia histórica y que esta vez no sean dudosos “iluminados” los que guíen desde bambalinas el fragor de la lucha de masas, sino al revés, que sean estas masas que se mueven de manera espontánea, que no tienen ideas preconcebidas, que no tienen metas anquilosadas ni gestadas en la mesa de los burócratas de la revolución, que reconocen a su enemigo por instinto, las que forme a las nuevas generaciones de dirigentes para los nuevos tiempos.

Entonces, y sólo entonces, podremos decir que estas masas multitudinarias de estudiantes se habrán graduado de revolucionarios.

* Escritor.
 

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