Chile. – LOS SALMONES E HIDROAYSÉN. UNA POLÉMICA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

En dos recientes ediciones del diario de New York han aparecido artículos que, para decirlo de lo más franco, dejan mal parado a Chile. Uno, una investigación de problemas sanitarios en la industria salmonera; el otro un editorial criticando los planes de construcción de represas hidroeléctricas en la Patagonia chilena.

No tengo ni conocimienos ni opinión con respecto al meollo de los temas de salmones y represas. Como decimos en ingles, «I don’t have a dog in this fight.» (Mi perro no es competidor en esta pelea.) Entiendo que los cargos y críticas pueden tener consecuencias serias (y han tenido en la cancelación de ventas de salmones en algunos supermercados de EEUU), y el gobierno de Chile tiene todo el derecho de responder.

Pero si puedo aportar mi opinión y análisis sobre la manera en que algunos del gobierno han respondido. Me parece apropiado comentar la rigurosidad del periodismo que está en juego en este caso, y el duro cuestionamiento por parte de personalidades chilenas al rigor del diario neoyorquino.

Nunca he trabajado en el New York Times, y nunca he creído en las calidades exageradas que a veces se atribuye al «prestigioso decano del periodismo norteamericano». Fui periodista del competidor, el Washington Post, el diario que publicó la mayoría de mis artículos durante muchos años cuando me desempeñé como corresponsal en Chile. El New York Times no es infalible, y como todo diario comete errores.

Así que si hay errores en los reportajes recientes, es importante apuntar cuáles son y si de hecho los errores son tan de fondo que las conclusiones de los artículos carecen de validez.

Me preocupa que el gobierno haya elegido otra táctica para refutar los artículos, una táctica no precisamente basada en hechos. El ministro de Energía Marcelo Tokman, comentando el editorial sobre el proyecto Hydroaysén, acusó al Times de «desinformación y sesgo».

Dijo Tokman: «Chile no necesita que desde el extranjero vengan a enseñarnos cómo hacer las cosas… Llama mucho la atención que se trate de dar lecciones desde un país que ha emitido muchos más gases de efecto invernadero que lo que hace Chile…»

Con respecto a la investigación sobre salmoneras, uno de los chilenos mas conocidos en el ambiento oficial norteamericano, el ex canciller Juan Gabriel Valdés, rechazó la principal conclusión del artículo sobre condiciones sanitarias y ambientales como «una falsedad completa,» sugiriendo que fue escrito con una agenda malintencionada, para «desprestigiar» a la industria chilena.

A mi me parece insólito, mirando desde la perspectiva de un periodista que cubría a Chile durante la dictadura cuando Chile estaba luchando para volver a la democracia que representa el actual gobierno. El New York Times (y mi diario, el Washington Post, y otros medios «liberales» de Estados Unidos) eran los mas fieles amigos de la verdad y la justicia durante el periodo en que muchas veces sólo se podía escribir la verdad de lo que estaba pasando en Chile desde afuera.

Pero eso no es solo un paréntesis. El punto es si se puede confiar en los hechos presentados en el New York Times, y si es valida la crítica que sus artículos negativos sobre Chile tienen que ver con su calidad de extranjero por un lado, o con malas intenciones por el otro. (También es relevante otro punto: el New York Times ha sido uno de los más acérrimos críticos de la falta de acción del gobierno de Bush en cuanto a resolver el problema de Global Warming. Su crítica editorial es coherente con esa línea editorial).

Lo que puedo decir es que la revisión de datos en un diario como el New York Times es sistemático y riguroso. El periodista –tanto en una investigación en las páginas de noticias como en las páginas editoriales–, tiene que someterse a las preguntas a veces desafiantes y sumamente escépticas de sus editores. Y las preguntas van también a un posible sesgo o agenda política no sólo del reportero sino también de sus fuentes. El principio es: mayor interés político, menor credibilidad. Hay «alergia» a las fuentes que son abogados de una sola causa, sea de lo mas noble como el ambientalismo o la equidad social.

Al periodista le puede parecer una inquisición, pero no importa. Tiene que aguantar las preguntas sobre los hechos mas básicos de su reportaje: «¿De donde sacaste esto? ¿Este estudio fue producido por una organización con cierta tendencia. Tienes otros datos para confirmar sus conclusiones? etc. etc.»

La idea de que soy un buen periodista así que no me vienen con dudas, simplemente no existe. Me corrijo. Si, ha existido: el New York Times cometió graves errores en varios artículos sobre las justificaciones para la guerra en Iraq, que se basaban en una periodista importante que se había convertido en canal no-critico de informaciones erradas del gobierno de Bush. El diario sufrió mucha pérdida de credibilidad, y durante mucho tiempo ha estado pagando sus pecados públicamente.

Ese es el punto: cuando hay errores, el diario los corrige. La página de correcciones se ha convertido en un régimen regular y casi obsesivo.

En las paginas de noticias, cada día se publica un sección en la página cuatro «Corrections: For the Récord.» Para el periodista que comete un error, la publicación de una corrección es un balde de agua fría. Y en el archivo digital del diario, la corrección siempre aparece junto con el artículo original.

El rigor es aun más importante en la página editorial porque la dosis de opinión y análisis pierde credibilidad por la presencia de errores que pueden aparecer insignificantes. El mismo día del editorial sobre Hydroaysén, la misma pagina editorial publicaba una corrección sobre un detalle tan chico como el nombre de un oficial mencionado, que fue mal escrito «Nimitz» cuando debía haber sido «Nimetz.»

En este contexto, el argumento de que «los extranjeros no nos vengan a dar lecciones es, perdón por lo que digo, arrogante. Como extranjero que ha escrito mucho sobre Chile, es un argumento que han usado mucho contra mí (en otras épocas), como si los hechos en la boca de un extranjero no son los mismos hechos expresados por un chileno. Para mí, los hechos son los hechos. El argumento válido contra un argumento basado en hechos solo puede ser la refutación de los hechos –mostrar que son erróneos– o la demostración que el desarrollo lógico del argumento es erróneo.

Si no se puede hacer ninguna de las dos cosas, la táctica es de «atacar al mensajero.» Es una falacia, pero muy efectivo, por eso que se usa tanto, especialmente en el mundo político. Tu argumento es falso porque eres ignorante, eres feo, eres comunista/pinochetista (¡elige uno!), o porque eres extranjero.

El embajador de Chile ha escrito una carta al New York Times. Espero que se publique como carta dando los argumentos que no aparecían adecuadamente en los artículos. Pero si se pueden presentar errores de hechos, pongo las manos en el fuego de que el New York Times publicaría la corrección correspondiente en la página cuatro.

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* Co-director del Centro de Investigación e Información Periodística en Chile, y profesor en la Universidad de Columbia de Nueva York.

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