Chile, oscura primavera. – ESTUDIANTES DESPRECIADOS. NADA NUEVO.

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La cantidad de abortos –ilegales, por desesperación– fue elevada en los meses siguientes a la caída del gobierno de la Unidad Popular; la represión inclemente desatada a partir de setiembre de 1973 y el aumento aterrador de la pobreza no hacía de Chile un lugar apto para la reproducción humana. De eso, claro, no se habla. En 2006 el jefe local de la Iglesia romana, en cambio, puede marchar en Concepción por un supuesto «derecho a la vida».

Chile es un caso de estudio. Atada a las reformas político-económicas de la dictadura los gobiernos de la Concertación han logrado excelentes niveles en el desarrollo económico del país: la macroeconomía que llaman; pero la población está endeudada más allá de su capacidad de pago –lo que desde luego, dicen, no es más el precio del progreso–. Para evitar esos endeudamientos se propician talleres contra esa «adicción». De subir los sueldos ni hablar. Es otra cosa, como se sabe.

Lo descubrió allá por el siglo XIX un señor Engel –Ernst no el amigo de Marx, que era Federico y con s al final del apellido–: estadísticamente los pobres resultan glotones, gastan en alimentos un porcentaje de sus haberes mucho mayor que las capas medias. Y ahora… Ahora vienen esos jóvenes imberbes y esas niñas que suelen mostrar más pantorrilla de lo necesario –o, Dios no lo quiera, reclamarán un día cualquiera la píldora del después– a pedir urgencia para la solución de los problemas educativos que todo el país reconoce existen.

Curiosamente no se discute en Chile lo que es la educación como proceso –casi un camino de iniciación– que convertirá con los años a niños de pre escolar en adultos jóvenes que participarán en todas las facetas de la vida social. Son conceptos de algún modo hurtados al diálogo.

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Mamá Oca está desolada; no quiere castigar, quiere dialogar ciudadana y civilizadamente. Pero no le hacen caso. Miren lo que gastamos en colegios, dice. Suspira. Y concede el uso de la fuerza pública. En lejanos y próximos garajes los conductores echan a andar los motores. Los tanques se cargan con agua y se revisa una vez más el estado de las mangueras y pistones, las cajas de lacrimógenas se colocan ordenadamente en las camionetas, se echa la última limpieza a cascos y escudos –el calzado brilla, los correajes en orden–.

Esta vez no quemarán libros, ¡quedan tan pocos! Pero la letra con sangre entra, vamos, no con sangre: puede que con algún chichón. Y si no entra letra, tal vez surja disciplina.

El juego de la oca

Porque se trata de disciplina. Disciplina ajena, como corresponde. La otra, la de quienes administran y gobiernan, puede echarse debajo de las alfombras de ministerios, municipios y –¿la mayor parte?– de aquellas del congreso.

El juego de la oca solía ser –en la oscura etapa pre TV– regalo obligado a los niños. Los más ancianos tal vez lo recuerden: un tablero en que se había dibujado un camino sinuoso con casilleros numerados. De acuerdo a los números que señalaban uno o dos dados que se hacían rodar, los jugadores –sus fichas– avanzaban igual número de casilleros; a veces caían en una casilla prohibida y debían retroceder. Era un juego familiar. Los alumnos que tomaron sus colegios obtuvieron números de «mala» suerte.

Informa la prensa en la mañana del martes 17 de octubre de 2006 que, en una arremetida sin precedentes, fuerzas especiales de carabineros comenzaron a desalojar a partir del lunes varios liceos ocupados por los alumnos en la ciudad de Santiago. Primero, dicen, fue cerca de la medianoche el Liceo de niñas Javiera Carrera, por la fuerza y ante numerosos apoderados –padres o responsables de los estudiantes ante la dirección del establecimiento– e integrantes del cuerpoo de autoridades del colegio.

El esfuerzo continuó con la desocupación del Liceo de Aplicación, donde los alumnos intentaron defenderse –en vano–. No muy lejos los alumnos del Instituto Nacional lo abandonaron antes de concretarse la intervención de la policía uniformada, cuando ya ésta era inminente. No hubo gas ni agua ni palos. Al parecer posteriormente los estudiantes del Barros Borgoó también resolvieron no dar pie a la represión. Y fueron «recuperados» el Liceo 4 Isaura Dinator y el Liceo 7 Teresa Prats de Sarratea.

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El juego de la oca es muy antiguo. Existe una interpetación: en realidad no es entretenimiento; originalmente se lo utilizaba para marcar –por así decirlo– los estadios de la Vía Crucis o –más probablemente– la iniciación en los misterios de la primera Iglesia católica en la Europa oscurecida luego de la caída del imperio romano. Es probable. Para eso –también se dice– fueron usados los Arcanos Mayores del tarot. Aunque no son las únicas explicaciones sobre el origen del juego.

En horas de la tarde del lunes, las heroicas fuerzas policiales habían entrado al José Victorino Lastarría, en la comuna de Providencia, donde arrestaron a medio centenar de alumnos. Desués habría otros arrestos masivos: en total más de 120. Nada de mal para una actividad de menos de 24 horas.

En Providencia fue hecho prisionero el director de la radioemisora de la Universidad de Chile, Juan Pablo Cárdenas, Premio Nacional de Periodismo, acusado de haber agredido a un uniformado. Cárdenas fue liberado, por ahora, pero instruido para que acuda a la fiscalía militar donde se lo interrogará por la «agresión». Declaraciones del periodista permiten suponer que no asistirá a la ceremonia con lo que hará patente su comportamiento irrespetuoso, sedicioso quizá. «Soy civil», dijo, «no tengo por qué presentarme ante un fiscal militar».

María Huerta, una joven alumna vocera de las asambleas estudiantiles también fue llevada a la comisaría. No dijo nada en un primer momento, o si lo dijo puede que no haya podido ser escuchada.

Algunos curiosos testigos de la acción de re-toma alcaldicia del Lastarria señalaron que la policía militarizada se veía enérgica pero en cierto modo tranquila. No es para menos. Dio su autorización para «recuperar» el Liceo el alcalde de Providencia Cristián Labbé, otrora militar activo y al que se vincula con algunos «excesos» represivos durante la dictadura. Las acciones, así, se cumplían bajo un «úkase» de suyo autorizado (lo que tal vez no consideró el director de Radio U. de Chile al reprochar a la policía el exceso de fuerza. Si hay autorización jamás habrá exceso de fuerza).

Cristián Labbé, en todo caso, se sacó la máscara de alcalde simpático preocupado por la vida social de su comuna, y anunció y tomó drásticas medidas contra los jóvenes que protestaban. En un alarde de la posición dialoguista y de su clara comprensión de la crisis educacional de Chile este colaborador de Augusto Pinochet dispuso el cierre del año escolar y la no renovación de la matrícula 2007 para los alumnos involucrados en las tomas por «rebeldes y contumaces».

Otra explicación del juego de la oca lo convierte en –diríamos hoy– ayuda pedagógica de ciertas enseñanzas esotéricas. Como se sabe el contenido de las enseñanzas esotéricas sencillamente no se conoce: quedan entre maestro y discípulo. En su origen contaba 28 casillas, lo que liga el «viaje» por el tablero a la extensión del mes lunar: 28 días. Muchos autores se han preguntado por qué la oca.

Los ánsares, gansos u ocas son aves palmípedas de varias especies de la subfamilia Anserinae, de las cuales la mayoría viven –los que sobreviven– en estado silvestre y una domesticada; ésta última se cría para aprovechar su carne y su hígado. Son parientes de los cisnes. Hay otras ocas, que son plantas y se las encuentra en Chile, Perú y otros países. Hay ocas –aves– silvestres en las cuencas del Amazonas y Orinoco en América. Las estiman agresivas –territoriales– y suele o solía usárselas para defender casas, puesto que ante la presencia de un desconocido graznan y se alborotan.

Es fama que algunas ciudades de la Antigüedad, demasiado orgullosas para erigir murallas, confiaban su seguridad a los gansos. Una curiosa novela de Selma Lagerloff –El asombroso viaje de Nils Holgersson– tiene a una bandada de gansos silvestres de protagonista: a ella se une un niño travieso –¿como los estudiantes chilenos?– que a lomos de un ganso recorre por aire la geografía sueca: la oca y la enseñanza.

Una variedad de estos gansos silvestres son los kaikenes –o caiquenes– que inauguran la primavera de la Patagonia, cubren –cubrían– el cielo vespertino de la Tierra del Fuego cuando llegaban desde el lejano norte, derretida ya la última nieve y los hielos del inverno; los españoles las llaman avutardas y son de las aves más pesadas entre las que vuelan. Como los alumnos chilenos corren peligro de extinción –menos en Providencia, donde el alcalde decetó que desaparecieran: ¡contumaces!–.

La oca, pues, es un ave social, se protege y cuida al vivir en bandadas; es famosa su dedicación a los polluelos y su ferocidad al sentirse agredida. Los mitos asociados con la figura de una mamá oca, entonces, tienen que ver con la supervivencia de la especie. Falta de cultura la del gobierno, convengamos, al agredir a los «pingüinos», en especial porque el uso de la fuerza para desalojar los colegios tuvo lugar ad portas de un paro nacional de advertencia convocado por los dirigentes de la Asamblea de Estudiantes Secundarios (ACES).

Se trata del futuro, idiotas

El gobierno agobiado por las querellas entre los partidos mayoritarios de la Concertación es apenas otro testigo del, en cierto modo, desmoronamiento del país (no marcha por las calles de Pompeya que inmortalizó un tango, pero está, como el protagonista de ese tango apoyado en una vidriera y esperando algo. Tango, dicho en este paréntesis, que solía tararear el periodista magallánico José Bozic, muerto en Santiago en el invierno de 2006 esperando, quién sabe, atención médica eficiente con su inútil tarjetita PRAIS y sus recuerdos del campo de concentración del Estrecho de Magallanes).

Los asuntos relativos a los sistemas educativos no se resuelven de un plumazo y con buena voluntad. Tardan una o dos generaciones, una vez tomadas medidas, en probar la bondad de aquellas. Pero hay que empezar por alguna parte. Expulsar alumnas y alumnos no es, convengamos también, una solución racional. O tal vez sí, porque la educación es un desastre. Profesores agobiados con más horas de las que deberían serles permitidas; algunos no tienen literalmente tiempo para preparar sus clases, corregir pruebas y exámenes escritos, mantenerse al día con la literatura de su profesión.

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Quizá muchos de esos jóvenes –si el gobierno no da pie atrás– aprendan más por su cuenta que asistiendo a clases –la mayoría de ellos– en colegios sin laboratorios, bibliotecas, áreas para el deporte. Sólo que es el gobierno –la municipalidad, el ministerio respectivo, el congreso– quien debe proveer rentas congruas para los maestros, y así poder exigirles «buen oficio», tanto como instalaciones que sirvan al estudio.

Ese «divino tesoro», para quien el tiempo es apremiante, exige «ver» que se trabaja en soluciones, pero sólo puede observar ritmos cansinos, casi despreocupados y eternas discusiones, miserables discusiones, acerca de si se reforma y cómo la ley de la dictadura que lleva 17 años condenando a un sector mayoritario de la sociedad a perder futuro. Una ley que debería declararse –como lo es y lo son otras– nula de nulidad absoluta. Tal vez deba en realidad, como dijo alguien lleno de cinismo –o desencanto– designarse a Gútenberg Martínez ministro de RREE y a Cristián Labbé en Educación. Sin alumnos –contumaces expulsados– desaparece el problema de la educación.

Los jóvenes han anunciado una marcha masiva en las próximas horas por el centro de Santiago hasta el ministerio de Educación y jornadas de debate y reflexión sobre el estado del sector y las demandas presentadas a las autoridades.

Además dieron dos semanas de plazo al gobierno –vence el cuatro de noviembre– para que inicie una profunda reforma de la peligrosa –en términos culturales– Ley Orgánica Constitucional de la Enseñanza, norma que permitió y estimuló la privatización de la educacióna chilena. Reclaman el fin al lucro, la corrupción, la desigualdad y el desorden y que el Estado asuma la responsabilidad que le corresponde.

A estas alturas el pronóstico es pesimista. Puede que el gobierno nacional logre bajar las revueltas aguas estudiantiles, al fin de cuentas la represión se hace para eso: para «tranquilizar»; sólo que la tranquilidad lograda mediante la fuerza es «pan para hoy, hambre para mañana». En la dura cabeza de quienes operan desde la cubierta de mando de la nave del Estado tiene que prenderse la luz: la educación es un asunto urgente que debió resolverse ayer y no pensarse durante el año que viene.
O acaso se implemente una política de métodos agresivos. Veamos.

Imitar, imitar que nada sobra en la imitación

El presidente de EEUU, George W. Bush, firmó este martes 17 de octubre de 2006 la polémica ley que permite recurrir a métodos agresivos en los interrogatorios a sospechosos de terrorismo y los juicios en tribunales militares. El pretexto es que semejante norma contribuirá a «garantizar la seguridad de este país. Ayudará a salvar vidas», afirmó el mandatario. La flor y nata de la democracia estadounidense rodeó a Bush en el acto de la promulgación: el vicepresidente, Dick Cheney, el jefe del Pentágono Donald Rumsfeld, y el fiscal general, Alberto Gonzáles entre los más connotados.

Esta medida permite al gobierno detener, interrogar y enjuiciar a los extranjeros detenidos y llevarlos ante tribunales militares. Luego los acusados podrán acceder a las pruebas mantenidas en secreto y usadas para condenarlos, y permite el uso limitado de información obtenida mediante coerción (tortura). La ley también expande la definición de «combatientes enemigos» para incluir a aquellos que proveen armas, dinero y otro apoyo a grupos terroristas.

Los grupos defensores de los derechos humanos han criticado duramente la ley, que fue aprobada por el senado el pasado 29 de septiembre.

Algo parecido ya se implementa en Chile, como fue notorio en el «Caso de los okupas de la calle de San Ignacio» detenidos con lujo de publicidad y violencia y entre los cuales había un ciudadano español. Días despsués de la bochornosa diligencia político-policial los tribunales dejaron en libertad a los detenidos; sin embargo las investigaciones impulsadas por el ministerio del Interior –a cargo de la seguridad del Estado– no cesan, y grupos culturales, políticos, bibliotecas autogestionadas, sindicatos, etc… continúan reclamando que son objeto de presiones, persecución y espionaje.

La pregunta es: ¿hasta dónde se estirará el resorte de la paz social antes de romperse?

La empantanada elección del representante latinoamericano que deberá reemplazar a la Argentina como integrante –simbólico– del Consejo de Seguridad de las NNUU bien podría continuar indefinidamente. Venezuela señaló en la tarde de este martes 17 de octubre que se allanaría a contribuir a encontrar un candidato de consenso siempre y cuando la delegación estadounidense dejara de presionar por su canditado, Guatemala.

Extraoficialmente los trascendidos señalan que la delegación chilena a la ONU, y la misma cancillería desde Santiago, operan tras ese objetivo: un candidato de consenso. Las mismas fuentes son proclicves a creer que tanto trabajo no se realiza desde una posición de independencia, sino para facilitar el objetivo de la Casa Blanca: que Venezuela no llegue al Consejo. Se habla de que personeros estrechamente vinculados a la Democracia cristiana chilena –y continental, la ODCA, presidida por un chileno– llevan el peso de estas gestiones.

Si ello es cierto –¿y por qué no lo sería?– se habrá colocado un barrote más en el calabozo en que se ha convertido La Moneda para su mayor ocupante.

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