Chile: suena Música, piedras vienen
Magalí Silveyra
Chile no descansa ni para asombrar. Dos volcanes en erupción, los servicios médicos a punto de derrumbe, inflación en aumento, trabajo en disminución. Y los estudiantes…
En el periódico www.elciudadano.cl Mauricio Durán y Pía Sommer esribieron hace algunos días: "Es 14 de julio y en el marco de un llamado diálogo "participativo" de la LGE (Ley general de educación, reforma a la Ley orgánica constitucional de educación (LOCE) dictada durante los últimos suspiros de la dictadura pinochetiana) patrocinado y conducido por el Ministerio de Educación que se desarrollaba en el Hotel Crowne Plaza, la ministra de la cartera, Mónica JimÉnez de la Jara (o de la Jarra), va a iniciar el evento" (porque fue un evento, es decir: algo imprevisto, sorpresivo). Lo relatan así:
"María Música Sepúlveda, estudiante del Liceo Darío Salas, de Santiago, se acerca a la ministra Jiménez para plantearle que muchos de sus compañeros habían sido reprimidos con dureza por parte de efectivos policiales y que a ella misma la habían golpeado. Y ante la indiferencia y el silencio de la personera el agua sale del jarro, se proyecta y avanza, rompe la ley de gravedad y llevada por el principio de acción y reacción empapa la cara del poder. La cara de la ministra se retuerce ante este bautizo y purificación que viene de las manos de una estudiante que actuó motivada por la normal indiferencia de una autoridad.
"…Javiera Campos, testigo presencial de los hechos, nos explica el contexto: ‘Empieza este acto, va hablar la ministra y el Colegio de Profesores se levanta. Empiezan a leer una declaración, la cual nosotros avalamos y saludamos. Luego varios compañeros nuestros, secundarios y universitarios comienzan a increpar a la ministra, que de esta forma no hay diálogo pues el gobierno lo está imponiendo en base a LGE que es una ley que nosotros no avalamos. En este contexto la Música empieza a decirle a la ministra que cómo espera que haya diálogo, si cuántos compañeros están en fiscalía, cuántas compañeras han sido manoseadas, cuántos compañeros han sido golpeados, ella misma es un caso.
"La ministra se para, va a tomar sus cosas, se ríe y la Música sigue intentando conversar con ella, la ministra se ríe nuevamente y ahí es cuando la Música reacciona y le tira agua. Este jarro de agua simboliza el descontento porque una vez más la ministra no está interesada en escuchar a los estudiantes’".
María Música Sepúlveda tiene 14 años. Los Sepúlveda son una familia avecindada en el país desde fines del siglo XVI. No se inscriben, en general y en la actualidad, en el sector más pudiente de la sociedad.
Han pasado dos semanas y más. Los volcanes parecen aplacar su actividad, los hospitales y la prensa descubren que el peligro de colapso del sistema de salud público se debe a que las personas acuden a los servicios de urgencia de Santiago -ancianos y bebés, principalmente- en vez de allegarse a los centros primarios de atención en los barrios; en cuanto a la inflación, ésta parece menos peligrosa que la cesantía en aumento. La cesantía aumenta, dicen, porque "más gente busca trabajo". El narcotráfico, por su cuenta y riesgo, se propone como realidad significativa, presente, insoslayable que horada instituciones y perjudica gravemente la vida social. El marco delicioso de cuadro del ex jaguar suramericano lo brinda la próxima elección nacional para ungir a las autoridades municipales.
En la capital de la república no son muy claras las diferencias entre los dos candidatos con posibilidades de asumir la alcaldía. Ambos, un señor Zalaquett, de la derecha que se reconoce como tal, y un señor Ravinet, que estuvo ya en ese puesto y representa a la Concertación en el gobierno, coinciden: la niña Sepúlveda faltó gravemente a las buenas costumbres y se sentó en el respeto que merece una ministro: debe dejar el liceo a fines de año, merece un castigo y la expulsión no es el mayor. Se sabe, la educación en Chile es un convoy ferroviario que avanza a toda velocidad por los mejores rieles; el problema es tener los padres el dinero necesario para comprar el pasaje de sus hijos para un buen colegio. Boleto que bien puede significar una erogación mensual muy por encima de un sueldo mínimo por el mismo período. Detalles.
Chile es un país de detalles que nadie quiere ver. Se prefiere la horca para la chiquilla y su madre. Es más fácil. La ministro luce sonrisa de abuelita que prepara galletitas dulces a sus nietos, pero sus ojos son fríos y sus dientes remedan el colmillo simbólico del fascista.
Citamos otra vez a Durán y Sommer: "María Música Sepúlveda, va en primero medio del Colegio Darío E. Salas. Ella le explicó a El Ciudadano por qué estaba participando en las movilizaciones estudiantiles y cuáles fueron los motivos para lanzarle agua a la ministra: ‘Lo que me motivó unirme a estas movilizaciones fue ver marchar a los estudiantes en la calle. Desde mi colegio básico yo vi una marcha y me empecé a interrogar por qué lo hacían. Empecé a protestar porque me dije si ellos pueden, nosotros también. A nosotros nos pegaban con los libros y por eso nos pusimos a protestar.
"’Me fui enterando que también me afectaba la LOCE y la LGE. Empecé a informarme, a participar en las marchas y en las asambleas conocí a los dirigentes’. Añade que ‘ha sido muy importante el apoyo de mi familia. Yo estoy metida en el movimiento por aquellos estudiantes que no tienen el apoyo de su familia y yo sé que quieren participar. Muchos dicen: yo quiero ir a la marcha, pero tengo que entrar a clases, porque mi familia no acepta lo que yo hago, no les gusta, tienen otros ideales Yo empecé a participar en las asambleas para representarlos a ellos. Tengo que ser su megáfono’.
"’Lo de la ministra no fue una acción política premeditada. Fue una acción propia de mi pena, porque ella le faltó el respeto a los estudiantes, ella hizo algo muy grave: le falto el respeto a los derechos del niño, a los derechos humanos, le falto el respeto a los estudiantes que han sido golpeados. Yo encontré una ofensa mucho más grave lo que ella hizo’".
Música, nacida, criada, educada en tiempos de la Concertación/Alianza -los dos bloques que parecen disputar y en definitiva se reparten las instancias de poder- rompió sin saberlo la cultura del consenso, que por lo demás se deteriora por el peso específico de las disparidades sociales generadas a partir del "cambio de mando" de 1990 y el acuerdo de ese traspaso entre la intelectualidad pinochetiana y en lo fundamental los renovados democracia cristiana y socialistas.
No sería justo decir que la Concertación no ha hecho nada por la educación; ha habido renovación importante de la infraestructura edilicia en este ámbito, se ha mejorado la calidad de la alimentación que reciben los niños en sus colegios, pese a los acuerdos con Microsoft respecto de la espina dorsal de las redes chilenas -que tendrán consecuencias probablemente graves en el mediano plazo-; éstas llegan a la mayor parte de las escuelas y bibliotecas del país. Pero sería mentira sostener que la calidad general de la educación ha sido abordada con seriedad por el Estado.
María Música Sepúlveda es producto -como todos los educandos- de la cultura instaurada tanto por la dictadura como por la peculiar "transición" a la democracia, que no supo o no quiso abatir prácticas autoritarias y más bien permitió y autoriza y protege formas no democráticas de convivencia ciudadana. En lo formal su gesto más que solidaridad o castigo merece ser explicado, en el fondo sus motivaciones merecen ser analizadas y corregidas sus causales. De lo contrario la sociedad chilena se verá obligada a seguir cargando un huevo de serpiente que, cuando rompa el cascarón, devorará lo que encuentre a su paso.
Y como aumentan los casos de femicidio o intentos de femicidio, quizá las autoridades elijan una manera ejemplar de preservar el orden social: quemar por bruja a la madre de la niña revoltosa (la Plaza de Armas de Santiago podría ser un buen lugar, frente a la estatua de Pedro de Valdivia quizá, el único que podría entender la lección de tanto desparpajo habida consideración a la Época en que nació). En cuanto a María Música ya lo han dicho todo. Resta un buen doctor que le prescriba los tranquilizantes que suelen prescribirse en estos casos. Y un forzudo enfermero que la obligue a tragárselos.