CHILE: TARJETAS-RECUERDO, MINUCIA PERO IMPORTANTE

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Nadie en su sano juicio y bien entrado el año 2006 podría afirmar en Chile que el hoy anciano felón* Pinochet Ugarte –con varios alias, según consta en otros tantos pasaportes– fue presidente de la República por voluntad de los ciudadanos. Tomó el poder a sangre y fuego y su mayor mérito consiste en haber continuado crueldades y matanzas durante cada uno de los días de sus 17 años de usurpación.

Dicho lo anterior porque, en un intento ya no de decir que los chilenos son «derechos y humanos» –como quería la dictadura de un tal Videla en Argentina que se consideraran quienes tristemente lo apoyaron–, sino en un intento, vaya uno a saber, de demostrar que la cultura no se opone al «bussiness» en el centro cultural ubicado debajo de una de las dos plazas adyacentes a La Moneda se vendía una colección de pequeños pósteres «Presidentes 1970-2010».

Tempestad en un vaso con agua (envenenada)

La colección –excelentemente realizada es preciso reconocerlo, aunque pueda discreparse de la elección de una u otra fotografía– incluye a Salvador Allende, Patricio Alwyn, Eduardo Frei, Ricardo Lagos. Además una imagen de la presidente electa para el período 2006-2010, Michelle Bachelet, que asumirá en marzo. Sin duda no fue consultada.

Como en cualquier feria callejera o negocio de postales en estaciones de ferrocarril o aeropuertos, la producción estaba allí para quien quisiera –y pudiera– adquirirla. Hasta que llegaron los enojos.

El portavoz de la familia del sátrapa, Guillermo Marín general (r), tronó que los directivos del centro cultural eran «gente cercana a la ideología marxista del presidente Salvador Allende».

El mayor partido de oposición, la Unión Democrática (¡sic!) Independiente señaló a través de un diputado que tenía la esperanza de «que la ausencia (de Pinochet) sea un error y no un intento por modificar la historia del país».

Era de esperar una respuesta mesurada, inteligente, firme de quienes dirigen esa sala de exposiciones y centro cultural. No la hubo. Se anotaron en cambio sonrisas torcidas, sonrisas nerviosas y aumento en el consumo de papel higiénico. Es lógico: la burocracia no es, por serlo, inteligente, carece de mesura y su única firmeza la da la calidad de los tornillos que la sujetan en su puesto.

Un ejercicio conjunto de estupidez

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Subido en las olas del escandalete el ex segundo comandante en jefe del ejército devenido vocero de la procesada familia clamó: «Hay un propósito de reescribir la historia y engañar a las nuevas generaciones», afirmando que se quería «hacer desaparecer al gobierno militar de la historia». Última frase que hace pensar en una singular clarividencia del otrora uniformado.

(Pero no, claro que no: los pueblos cargan su historia; no la borran, aprenden, tarde o temprano, de ella).

La digna respuesta del centro cultural –uno de los logros más queridos del presidente saliente Ricardo Lagos– fue suspender la venta de la serie de postales «Presidentes 1970-2010» explicando –y esto es lo más triste– que la no inclusión del dictador y presunto evasor de impuestos se debió a «una omisión no intencional».

Por si quedaran dudas de la eficiente «agachada» quedó claro en una delcaración pública que nada de eso signfica «un juicio histórico o político a los últimos 36 años del país (las postales son) un producto artístico, un souvenir» (¿habrán pensado que el término «souvenir» viste más que el castellano «recuerdo» a un centro de cultura?).

El remate de la declaración es precioso: «No obstante y reconociendo la omisión, que no busca hacer reescrituras de la historia reciente, se ha suspendido la venta de las postales de las figuras presidenciales».

La única voz discordante, que no alcanzó a salvar la cara de las autoridades culturales, fue la del ministro-secterario general de gobierno Osvaldo Puccio. Con dignidad y no poca razón dijo a la prensa: «La cultura es libre. La cultura se expresa sin mayores orientaciones, ni censuras (en los gobiernos democráticos)».

Bastaba que el epígrafe de la colección señalara que se trataba de presidentes constitucionales para evitar el mini maremoto; pero, ¡ay! se trata de la Constitución elaborada y promulgada por la dictadura… No hay caso: pena –tal vez menos que hace diez años, pero pena– el pacto que permitió el acceso de la Concertación de exiliados al aparato del Estado.

* Se lee en un buen diccionario que felón significa cruel, malvado; que probablemente deriva del alemán antiguo: verdugo, el que desuella y azota.

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Nota

El Centro Cultural Palacio La Moneda se ubica en el centro de Santiago, en el subterráneo de la Plaza de la Ciudadanía frente del edicicio sede de la presidencia. Dispone de 7.200 metros 2 que distribuyen en tres niveles salas de exposciones, cinemateca, centro de distribución y galería comercial.

«Es un espacio que viene a coronar una zona cultural que se ha generado en torno al Palacio de La Moneda y que pone un valor la cultura», informaba Morgana Rodríguez, coordinadora de la institución antes de que se inaugurara.

El centro se organizó en torno de un modelo de financiamiento mixto: el Estado financia su operación, pero los recursos para su programación vendrán de aportes de la empresa privada y recursos autogestionados.

En este último sentido, se concesionan los espacios comerciales del primer nivel y de sus servicios –entradas, arriendo de salas, venta de productos relacionados con sus actividades y exposiciones–.

La imagen de apertura corresponde a una de las piezas exhibidas con motivo de la exposición inaugural: una colección de arte precolombino mexicano; se trata de una escultura zapoteca de más de mil años, no es una fotografía fuera de foco del ex dictador chileno.

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