Chile: ¿tiempo de sinceridad o hábil maniobra?
Rivera Westerberg
En política se aconseja golpear el fierro caliente con el afán de parir los moldes de tiempos nuevos. Pero cuando la fragua se convierte en disputa por el poder y manejo de la institucionalidad y sus oropeles pasan dos cosas: la elite fatalmente se agota e incapaz de comprender la necesidad de dar paso a sus sucesores es reemplazada no siempre en forma pacífica; y si esa elite conforma un águila bicéfala con natural doble apetito que aconseja comer pasteles cuando no hay pan, otros martillarán el hierro.
La violencia social es a un proceso revolucionario como las nubes pesadas, grises, a un temporal: un aviso. Chile vive una etapa de violencia geneada desde el Estado como desde sectores maginados o preteridos. Si leyes de la física explican los cambios meteorológicos, la historia enseña a advertir la tormenta que viene.
Marx habló de esos abandonados que no tenían conciencia de su dignidad, los llamó lumpen. Hay otros lumpen lejos del lumpen-proletariado, son los lumpen-dirigentes. El país conoce a varios que, sin conciencia de su responsabilidad "meteorológica". ofrecen loneta para protegerse de la lluvia. La lluvia la trae un vendaval. Allá ellos con sus 4×4 –reales o simbólicos.
En la lógica que rige la institucionalidad chilena, no haber siquiera insinuado en los primeros meses de ejercicio de Michelle Bachelet la posibilidad de reelección presidencial fue, más que un crimen, una estupidez tan vergonzante como aquella de la justicia según se pueda del jurista Patricio Alwyn. Con una diferencia. Alwyn fue parte de la hechura del golpe de 1973, aunque no haya cosido sus solapas, en cambio los dirigentes de hogaño se opusieron a la dictadura o fueron sus víctimas. Chile es un buen lugar para estudir el síndrome de Estocolmo.
Elegir un presidente de la república por cuatro años sin posibilidad de reelección es producto de una imbecilidad política –o desconocimiento de la administración del Estado– tan enorme que sólo existe en países sin cultura política, por ejemplo Honduras, O Chile. En el caso chileno a esa imbecilidad debe sumar sin duda el peso de la ideología del patriarcado enfrentado a Bachelet: qué se cree esa mina, que se joda.
Ninguno de los abortos de estadista que aprobaron semejante engendro –la duración del mandato presidencial– naturalmente imaginó el 70% o más de simpatía ciudadana por Bachelet en la última y conflictiva etapa de su gestión. Al contrario, durante los primeros 18 meses de gobierno conspiraron para su fracaso personal mientras intentaban apoderarse de las palancas gubernamentales para sus propios fines.
Habría que investigar la seguidilla de escándalos que comienzan a develarse y que asoman desde todas las fronteras: policía, administración pública, educación, salud, deportes, obras públicas, sistema carcelario, protección de menores, servicio exterior, milicia, judicatura, ambiente… Ni mencionar la Iglesia, que por suerte sigue separada del Estado
Pensar en una "entente" Concertación-Alianza no es paranoia conspirativa, existe y se prueba en el vientre del arquitecto, que es el sistema binominal apoyado por ambos socios. El status quo que hace felices a fuerzas de gobierno y oposición "legal" se prueba con el manejo de la inversión en los medios periodísticos o con la celeridad con que altos funcionarios contestan ciertas llamadas y no otras, en la capital y en provincias. Lo que es seña evidente de la descomposición personal de quienes sostienen y administran el sistema. Y de la brutal podredumbre del sistema mismo.
Los chilenos no saben qué mierdas pretenden los candidatos presidenciales, por lo menos los dos que se piensan como únicos rivales, que los demás tienen cerrados los canales de comunicación (la candidatura de Enríquez-Ominami es una excepción que corre por cuenta de los genios que pensaron no pasaría de un "saludo a la bandera" y ahora no pueden sacárselo de encima, instalado como está en el imaginario político como un cantante de rock en el imaginario popular).
Que eventualmente el diputado logre llenar las expectativas que su postulación despierta o se convierta en otro cerdo del chiquero está por verse; el momento de las definiciones serias políticas no ha llegado hasta la campaña –y no se sabe si llegará o llegarán nada más que nuevos métodos de sondeo a la ciudadanía para bombardearla con más consignas estúpidas y vacías, como las de los señores Frei y Piñera. Uno sindicado como liberador de narcos, el otro como vaciador de bancos.
En este panorama abrumador de corrupción mental sorprende una información oída al pasar –y por tanto no confirmada—: algunos diputados pretenden redondear un proyecto de ley, y someterlo a la opinión de sus pares, para permitir por una vez la reelección presidencial. Son parlamentarios afines al diputado-candidato. La iniciativa o es una jugada maestra de demagogia o es un primer paso para sincerar el juego de la política chilena. Y quizá hasta de hacer que se la escriba con mayúscula.
Creer o reventar.
¿Porque el cuadro de Nicola Machiavelli?. El análisis no tiene nada de «maquiavélico». Al contrario es una mirada muy superficial a la situación de Chile que deja afuera, entre otros, nada menos que a toda la izquierda que sumados sus votos de todas las elecciones habidas hasta ahora, alcanza un 9% del electorado y pesa politicamente mucho mas que eso porque se trata de electores organizados, conscientes e influyentes en sus comunidades. Es completamente irrelevante que el Presidente este cuatro o seis años en el gobierno. Lo importante es el programa, el mismo que hasta la fecha ningún gobierno de la Concertación ha tenido (se han publicado papeles bajo ese nombre pero programa político no existe). La agenda política chilena es la misma de Pinochet sin policía secreta…Rescatable en el texto es la intuición de que algo hierve por abajo en Chile. Esa es una realidad. Parece que «los de abajo» ya no quieren mas» y «los de arriba están pudiendo cada vez menos». La alianza tácita de los administradores del pinochetismo neoliberal (Concertación- Derecha), enfrenta un pueblo «desencantado» que por ahora no tiene líderes masivos, pero que con seguridad los encontrará. En esta elección o en la próxima.