Chile: – UN MAL CONSEJERO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Siempre se encuentra agazapado en algún recodo del ego y salta al exterior al sentir una amenaza. Y éstas pueden ser físicas o mucho más abstractas. Como las que llevan a tomar medidas cruciales en empresas grandes o pequeñas.

De ello no está exenta la política. Creo que hoy en Chile una inmensa nube de miedo lo cubre todo. Como esto no es un fenómeno atmosférico, no proviene de las distintas presiones, ni de la evaporación del agua del mar. Alguien lo provoca. No sé si la presidenta Michelle Bachelet estará atemorizada. Lo concreto es que si se miran las acciones de su administración, se puede observar la parálisis del temor.

Sí, hay realidades que vienen desde antes. Tal vez desde el momento mismo en que el entonces presidente Patricio Aylwin habló de justicia en la medida de lo posible. Entonces, el terror lo producían los militares. Más específicamente, el general Pinochet que seguía siendo comandante en jefe del ejército. Y desde ese momento, los administradores del sistema que creó la dictadura han actuado más o menos bajo el mismo predicamento.

Es posible que Aylwin pase a la historia por cuestiones que parezcan más relevantes. Pero a él habrá que endosarle también la responsabilidad de haber acabado con varios medios de comunicación claramente concertacionistas. O, al menos, contrarios a la dictadura. Y eso produjo, con la ayuda de los gobiernos de la Concertación que vinieron después, este desierto comunicacional en el que los ojos de agua los maneja a su amaño una sola marca ideológica. Y a todos pareciera no importarles. Porque, entre otras cosas, si se quiere sacar provecho del miedo, el que lo experimenta a menudo tiene que hacer como que no le importara.

Lo que está ocurriendo con la actual administración podría ser un festín para los psicólogos sociales. Ha habido varias muestras de vacilaciones producidas por este agente tan importante para la estabilidad. No hay para qué remontarse a los primeros meses de gobierno, cuando la oposición le rayó la cancha y desde sus medios comenzó a imponer la agenda informativa. ¿Cuál fue la reacción? Más bien timorata. Y despavorida cuando se inició la danza de la corrupción. No importa que muchos de los casos hayan sido más bien voladores de luces. Juegos de artificio.

La frase de Goebbels, el magistral comunicador del nazismo, tiene plena vigencia: Miente, miente, que algo queda. Lo que queda normalmente da miedo.

¿Y cómo fue la respuesta del Gobierno? Finalmente, nombró en el puesto político clave de su gabinete a un personaje que, por medroso frente a la derecha, perdió su curul de senador socialista: José Antonio Viera Gallo.

Ni siquiera ha habido valor para enfrentar la bonanza económica. El superávit creado por el precio del cobre está en la banca internacional. Y aquí se tiene que mendigar para que la derecha permita equilibrar en parte la aún enclenque marcha de la principal innovación en materia de locomoción colectiva que se ha hecho en Chile: el Transantiago. ¿Por qué la derecha habría de soltar esa manija de la que espera sacar beneficios políticos como para que sea uno de los suyos quien reemplace a Michelle Bachelet en tres años más?

Hoy, el gobierno se ha impuesto la obligación de mendigar el apoyo opositor y que el Congreso autorice el gasto de US$ 290 millones para que el sistema pueda seguir operando. Es el miedo el que impide liberarse. Si La Moneda no estuviera en esta especie de parálisis a que la llevaron sus pávidos negociadores, aplicaría soluciones legales que tiene a la mano. La Constitución autoriza al Ejecutivo a decretar pagos no autorizados por el presupuesto en casos de calamidad pública, conmoción interior, agresión externa y agotamiento de recursos que provocarían una paralización con grave daño para el país. Cuando tales condiciones se presentan –y en este caso las estamos viviendo– el gobierno puede echar mano hasta el equivalente al 2% del presupuesto. Eso representa alrededor de US$ 3.000 millones. Una suma que resolvería el problema.

Pero para adoptar una decisión así, no hay que tener miedo. O, lo que es lo mismo, ser consecuente con un programa, con un ideario, y enfrentar las situaciones difíciles que ello traiga consigo. Lo que no se puede hacer es quedarse paralizado. A merced de las maniobras del contrincante. ¿O no es contrincante? ¿Es que la política se ha convertido en un juego que se maneja entre socios?

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En cualquier caso, el perjudicado es todo un pueblo que, además, no tiene oportunidad de hacer oír su voz. Le permiten sólo votar. Porque, al parecer, también se teme lo que pueda decir si se le consulta en un plebiscito.

El miedo es un mal consejero.

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* Periodista.

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