Chile: Un pinochetista en La Moneda

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Sin sorpresas, ni milagros. En Chile gana el pinochetista Juan Antonio Kast, hijo de un refugiado nazi alemán que escapó de los juicios de la posguerra, con un aplastante 58,2 % (7 254 850 votos). Janette Jara, la candidata derrotada de la coalición de centroizquierda, no logró remontar y alcanzó el 41,8 % (5 218 444 votos). Una diferencia de más de dos millones de votos que no deja lugar a dudas.

Según los datos oficiales del Servicio Electoral (Servel), esta segunda vuelta batió el récord de votos nulos y en blanco desde el retorno a la democracia en 1990. En total, de los más de 13 millones de votos emitidos, casi un millón fueron nulos y en blanco. En concreto, los votos nulos fueron 779 988, lo que supone más del 5,8 %, mientras que los votos en blanco alcanzaron los 164 627 (1,23 %). En otras palabras, más del 7 % de los votos fueron invalidados. Además, 2 300 000 personas no participaron en la votación, con participación electoral del 85 %.

Se consolida el fascismo

KK: Kaiser y Kast

La votación consolida las fuerzas de la extrema derecha neofascista, fruto de la convergencia político-electoral, en parte contradictoria, de dos corrientes radicales del pinochetismo (la de Kast y la otra, aún más a la derecha, de Johannes Kaiser). A ellas se sumó la llamada «derecha tradicional» (hoy «moderada»), cuya candidata derrotada en la primera vuelta fue Evelyn Matthei, hija del exgeneral golpista Fernando Matthei, exministra y exalcaldesa de Providencia, un importante municipio de Santiago.

A pesar de la dura guerra interna en la campaña electoral entre las tres fuerzas de derecha (divididas en la primera vuelta), Kast logró mantener su apoyo, además del del bloque social de referencia, superando con creces la suma aritmética de las tres coaliciones: duplicó los votos obtenidos en la primera vuelta, ganando en las 21 regiones que componen el país.

Por su parte, Franco Parisi, el candidato que había quedado en tercer lugar con el Partido de la Gente (con casi el 20 %), había pedido a sus votantes que anularan la papeleta. Una petición que solo fue atendida parcialmente.

La «fuerza del cambio»

Jara quedó en el camino, el progresismo tambièn

También en Chile ganó el mantra de la derecha, que se presentó como «la fuerza del cambio» frente al continuismo del actual Gobierno, en el que la comunista Jara fue ministra de Trabajo, a pesar de que intentó desmarcarse durante la campaña electoral.

Además del consolidado e histórico anticomunismo, el caballo de batalla de Kast ha sido el miedo, la inseguridad y el odio visceral hacia los inmigrantes (en particular los venezolanos), asociados al aumento relativo de la delincuencia, cuyos datos, sin embargo, son similares a los de Estados Unidos y muy alejados de los de otros países de la región.

Con una inflación de alrededor del 4 % anual y una tasa de desempleo del 8,6 % entre junio y agosto de 2025, el candidato pinochetista centró su discurso en la «desastrosa situación» del país, acusando al Gobierno de Boric de ser «el peor Gobierno de la historia de Chile» y de haber llevado al país al abismo.

El voto obligatorio

Tras la caída de la dictadura civil-militar de Pinochet en 1990, Kast es el primer pinochetista que gana la presidencia y tiene el récord de ser el presidente más votado en la historia del país. Un resultado obtenido también gracias a la introducción del voto obligatorio (y la inscripción automática en el censo electoral). Una obligatoriedad que ha canalizado el descontento social hacia el Gobierno de Gabriel Boric, cuya aprobación al final de su mandato ronda el 30 %. Gran parte de los nuevos votantes acudieron a las urnas solo porque el sufragio era obligatorio y para no pagar la elevada multa prevista.

Muy probablemente, el sorprendente 20 % obtenido en la primera vuelta por Franco Parisi proviene de estos sectores, impregnados de antipolítica disfrazada del eslogan «ni fascistas, ni comunistas», que aspiran al ascenso social sobre la base de un individualismo desenfrenado y que se oponen a cualquier acción colectiva. A primera vista, a pesar del llamamiento de Parisi al voto nulo, la mayor parte de sus votantes parece haber apoyado a Kast en la segunda vuelta.

Luces y sombras del gobierno de Boric

Cuando en marzo de 2022 asumió el gobierno de Boric, el grupo de jóvenes exdirigentes estudiantiles que se instaló en La Moneda, tras un breve paso por el Parlamento, traía consigo una mezcla de felicidad, ingenuidad y ansiedad, pero también una total inexperiencia en el gobierno. Se les miraba con simpatía y había muchas expectativas sobre su labor y sobre el relevo generacional de la política chilena. Se hicieron muchas promesas, tanto durante la campaña electoral, como en sus años en el Parlamento.

Pero movilizarse en las calles o debatir en el Parlamento no significa saber gobernar, una tarea nada fácil. Desde el principio, el Gobierno de Boric comenzó a chocar contra el muro de las relaciones de poder reales, de la diferencia entre estar en el Gobierno y tener el poder (económico, mediático, militar, etc.), del conflicto con los poderes fácticos que siempre han gestionado el país como si fuera su «fundo», su rancho en el campo.

En septiembre de 2022, el Gobierno ya estaba cayendo en las encuestas, y la aplastante victoria del «no» a la propuesta de nueva Constitución de la Convención Constitucional (con un 61,8 % de votos en contra, frente al 38,1 % a favor) no ayudó en absoluto. En un intento por cambiar de rumbo, el Gobierno se abrió a las fuerzas de la antigua Concertación de centroizquierda, que entró en el gabinete.

En marzo de 2023, poco antes de otra remodelación del Gobierno, el Gobierno de Boric sufrió un duro golpe: la Cámara de Diputados rechazó la madre de todas las reformas, la fiscal, que debería haber aportado nuevos recursos para llevar a cabo una política pública diferente. Con ese rechazo, se desvanecieron las esperanzas del Gobierno de introducir cambios profundos con los recursos necesarios.

Sin embargo, a pesar de no contar con una mayoría parlamentaria propia, el Gobierno ha logrado aprobar algunas leyes importantes, como la jornada laboral de 40 horas, el aumento del salario mínimo y la reforma de las pensiones de miseria. Pero, al mismo tiempo, la lista de derrotas y, sobre todo, de errores cometidos en estos cuatro años ocuparía varias páginas. De hecho, las reivindicaciones sociales y políticas de la «revuelta social» de 2019 siguen sin respuesta.

Aunque, como siempre, son varios los factores que han contribuido al resultado, no hay duda de que esas derrotas y los múltiples errores han allanado el camino para el ascenso de la derecha más reaccionaria de José Antonio Kast, que en su tercera aventura presidencial ha logrado ganar.

El talón de Aquiles de la comunicación

Kast es Dios, orden y familiaEntre los puntos débiles, una vez más se encuentra la comunicación. Los medios de comunicación que nacieron y sobrevivieron en la lucha contra la dictadura, con el retorno a la democracia, paradójicamente se vieron obligados a cerrar, uno tras otro. Incluso en los gobiernos de centroizquierda predominó el conocido adagio neoliberal «la mejor política de comunicación es que no haya». En todos estos años, se ha hecho poco o nada para reforzar la comunicación pública (no gubernamental) o los medios de comunicación comunitarios.

Al contrario. Hoy en día, la concentración mediática (auténticos latifundios de desinformación masiva), junto con el uso agresivo de las «redes sociales» y el «Big Data», han contribuido enormemente a la victoria de Kast. Mientras que la derecha ha aprendido desde hace tiempo el valor gramsciano de la «batalla cultural», la izquierda, por el contrario, anda a tientas en la oscuridad de la aproximación ante el avance de la hegemonía cultural reaccionaria. Pero, aparte de lamentarse, en estos 35 años se ha hecho poco para llenar un vacío histórico.

La difícil tarea de gobernar

La desmovilización popular jugó contra Jara

Más allá del triunfalismo de estas horas, el camino de Kast no será fácil. El primer problema es la formación del gobierno y la elección de las fuerzas que lo integrarán. Kast habla de un «gobierno de emergencia» que tomará posesión el 11 de marzo de 2026. Pero el Partido Republicano no tiene experiencia de gobierno, ni tampoco sus aliados a su derecha, los nacional-libertarios de Kaiser.

Los únicos sectores con experiencia son los de la derecha tradicional de Chile Vamos (UDI, RN) y los disidentes de la derecha de la Democracia Cristiana, que desde hace tiempo han creado otras organizaciones aliadas con Chile Vamos.

El Gobierno de Kast necesita todos los votos posibles en el Parlamento y es probable que, además de algunos «tecnócratas», estas fuerzas ocupen varios ministerios. Por el momento, sigue siendo una incógnita el Partido Nacional Libertario de Kaiser, que podría quedarse fuera de la coalición para tener las manos libres e influir en el Gobierno desde fuera, ya que necesita sus votos en el Parlamento.

Un parlamento sin mayorías

El segundo problema es que, durante su mandato en La Moneda, Kast tendrá que enfrentarse a un Parlamento sin tener la mayoría, con una paridad sustancial en el Senado y con dos diputados menos para controlar la Cámara (76 de 155). Una situación a la que se ha tenido que enfrentar el Gobierno de Boric, en buena compañía de los de Colombia, Brasil, Honduras y Uruguay.

Sin duda, no faltarán algunos transformistas que se pasen al otro bando, y Kast ya ha iniciado la «campaña de fichajes». Pero, por el momento, aparte de la legislación ordinaria, no parece fácil que alcance los 4/7 de los votos necesarios para cambiar la Constitución de Pinochet, aún vigente, modificada parcialmente por los sucesivos gobiernos de centroizquierda de la Concertación.

El programa del gobierno de Kast

A partir del próximo 11 de marzo de 2026, Chile cambiará totalmente de rumbo. En lo que respecta a la economía, la agenda neoliberal de las derechas en el gobierno promete políticas de «austeridad y ajuste estructural», las mismas que en las últimas décadas han profundizado las desigualdades sociales y empeorado las condiciones de vida de millones de personas en todo el mundo. Durante la campaña electoral, Kast habló de un ajuste fiscal de 6000 millones de dólares en los primeros 18 meses de su mandato, sin dar nunca detalles sobre qué recortará.

En el punto de mira estarán los recortes drásticos en el gasto social y una profundización del modelo económico de los Chicago Boys instalado «a sangre y fuego» durante la dictadura de Pinochet. Un modelo cuyas raíces han permanecido prácticamente intactas en la larga e inconclusa transición chilena.

Desde el fin de la dictadura, aunque ha mejorado la redistribución, la enorme concentración de la riqueza en pocas manos se ha mantenido sin cambios. Y tampoco han cambiado mucho las relaciones de poder impuestas por el gobierno civil-militar nacido del golpe de 1973, reforzadas por las sucesivas coaliciones de gobierno, tanto de centroizquierda como de centroderecha.

En el ámbito social, es de esperarse un ataque a los derechos de los trabajadores (con una mayor precariedad del mercado laboral y de los contratos), a los derechos conseguidos por las mujeres (empezando por la restrictiva legislación sobre el aborto por tres causas), el intento de expulsar a unos 300 000 migrantes «irregulares» (muchos de ellos venezolanos) y una actitud de cierre hacia la comunidad LGTB.

José Antonio
Kast se reunió con Marco Rubio en Estados Unidos

En el plano internacional, el Gobierno chileno profundizará la relación de subordinación con Washington (nunca cuestionada) en el marco de la nueva «doctrina de seguridad nacional» de Trump. Además de fragmentar aún más la unidad continental, Kast tendrá que frenar las relaciones con China, desde hace tiempo primer socio comercial de Chile y con el que se firmó un tratado de libre comercio en noviembre de 2005.

Además de su alineamiento con Estados Unidos, Kast es un fiel aliado de Israel. En el pasado, presidió el grupo parlamentario de amistad Chile-Israel y defendió a las fuerzas de ocupación, incluso durante el último genocidio en Palestina. A pesar de ello, una parte importante (y rica) de la mayor comunidad palestina fuera del mundo árabe (unas 500 000 personas) votó al candidato pinochetista.

En conclusión

El fantasma de Pinochet está a punto de entrar por la puerta principal del palacio presidencial de La Moneda, esta vez en carne y hueso y con un elegante traje azul. Lejos de cerrar la larga transición chilena hacia la democracia, con esta votación se ha cerrado desde la derecha el ciclo político posterior a la dictadura. Vuelven a surgir los viejos fantasmas.

Chile no es el único país que debe afrontar este cambio de fase, que se parece mucho al de Argentina, pero no solo a ese. El reto para las fuerzas progresistas y la izquierda chilena es enorme. El viento de la derecha se ha convertido en una tormenta que reconfigura las piezas del mosaico del poder mundial.Francisco Ortega, autor de la novela gráfica «Los fantasmas de Pinochet ...

No basta con la unidad de un frente antifascista, fuertemente debilitado por el voto y las compatibilidades del sistema y del modelo. Se necesitaría una verdadera refundación del pensamiento y la acción de las izquierdas políticas y los movimientos, que redefiniera un «proyecto de país» en el que las grandes mayorías pudieran reconocerse.

Se necesitaría una capacidad de comunicación y una narrativa diferente, centrada en una propuesta concreta de lucha y de futuro gobierno. Una propuesta que sepa «enamorar», involucrar y dar un nuevo impulso a las debilitadas organizaciones sociales territoriales, a las fuerzas sindicales, al movimiento feminista, al ecologista, etc.

Por último, pero no por ello menos importante, sería deseable una renovada atención al resto del continente y una articulación internacional (también como gobiernos «progresistas») que ha brillado por su ausencia en los últimos años.

Una derrota de esta magnitud requiere una profunda reflexión autocrítica. Ante la creciente agresividad y la ofensiva imperialista de la Casablanca, la obsesiva moderación de algunos gobiernos «progresistas» de la región no hace más que contribuir a la reaparición de un ciclo reaccionario y neofascista a largo plazo.

El «progresismo» light se ha convencido hasta ahora de que puede avanzar incorporándose a la «autopista del centro», como si se tratara de una especie de «categoría del alma». Lástima que, tanto en América Latina como en Europa, la idea de gobernar de manera más eficiente lo existente y hacer funcionar el modelo haya producido los resultados que estamos viendo.

Habrá tiempo para un análisis más profundo. Hoy, el fascismo celebra en las calles y plazas de Chile.

* Periodista italiano, residente en Chile. Licenciado en Ciencias Políticas de la Universidad Federico II de Nápoles y encargado de proyectos de cooperación sobre medios de comunicación comunitarios en América Latina

 

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