Chile y el invierno de las fugas

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Lagos Nilsson

Todavía no es masiva, aunque sí parece instalada la intención –o aparente necesidad– de huir. Nadie se pregunta los porqué: si racionales, premeditados, con objetivos, simplemente locura, instintos traicioneros, recuerdos de algún naufragio (eso de ¡sálvese quién pueda!), exploración para nuevos acomodos o un irresistible apretón ético.

El hecho es que de la casa de las dos caras del pacto Alinza-Concertación comienzan a irse –por puertas, portones y ventanas– los abacómites y goliardos de ayer. Esas oscuras golondrinas ya no cuelgan nidos, al contrario, dejan las ramitas entrelazadas y los recuerdos y parten. Desangran los balcones.

Viejos militantes, referentes, poderosos capitanes, valiosos sargentos, fundadores, en fin, abandonan los partidos tradicionales –Democracia Cristiana, Nacional, Socialista, PPD, en fin– y arriesgan el vuelo en busca de una primavera invernal en este 2009.

Parten también gentes del estado llano –la mayor parte callados–, quietos en la soledad de sus conciencias dicen basta; éstos últimos no tienen nada que perder, a los 20 años de la "recuperación de la democracia" sufren crisis de identidad: bien se sabe que el cerebro en cierta forma crece hasta después de los 20. Volveremos sobre estos ciudadanos. Por ahora nos interesan los abacómites.

Para ello, primero, una precisión necesaria, la palabra abacómite no está en DRAE; fue sacada por desuso, es antigua. En el medievo describía dos situaciones: una, la del abad que además tenía un título nobiliario –el de conde– o bien al señor titular de una abadía; dos, la del acompañante de un potentado. Otra precisión, abadía es el erritorio, jurisdicción y bienes o rentas pertenecientes al abad o a la abadesa. En algunos sitios se denomina así, abadía, al pago que se hace a un cura por las misas de difuntos.

Abacómite, entonces, es una palabreja relacionada con el buen vivir y el ejercicio del poder, sea por acción personal y directa, sea por integrar un séquito, sea por fe a propósito de un hecho luctuoso.

No se sabe –todavía– dónde los idos de julio aterrizarán, si aterrizan en alguna parte. La DC sufrió el cierre de la militancia del ex intendente de Santiago, RN de un alcalde-símbolo, el PPD de un senador. No es poco. Días antes el PS no le dijo adiós a a otro senador. 300 militantes y dirigentes de base y formadores de opinión socialistas también eligieron cerrar la puerta por fuera, crer una distinta organización referencial para acompañar a Jorge Arrate y el Juntos Podemos Más en la aventura por la Presidencia de la República. Un corrimiento dulce.

El agraz para el comando de Arrate corre por cuenta del Partido Humanista, que puso camas y petacas –no se sabe si todas– en la ruka de Marco Antonio Enríquez-Ominami.

En los camarines del Parido Radical, por otra parte, el descontento por la forma como ha sido tratada la organización por sus pares concertacionistas –y en concreto su presidente y ex precandidato presidencial– amenaza con salir a a luz. Y ciertos aires de fronda en la UDI, soterrados, a su vez podrían salir a flote en las próximas semanas.

Los navarristas han entrado en un período de reflexión y análisis que, se asegura, no se realiza para pactar con algún sector disidente de la Concertación. Y la candidatura de Pamela Jiles concluye, se afirma, la redacción consultada con quienes la apoyan y otros sectores de su plataforma de gobierno.

En suma, la pax concertacionista se diluye o se hunde como un buque demasiado carcomido para emprender travesías o presentar batallas y la monolítica sociedad aliancista hierática espera martillo y el cincel para dar forma a una estatua diferente. Las fugas, los reclamos, el descontento evidente en las bases y dirigentes del "stablishment" dicen que el modelo de país cuidadosamente dibujado en los años ochentas arde. Nadie se atreve a pensar qué saldrá debajo de sus cenizas.

El estado llano

Lo que más se escucha si se intenta hablar de las próximas elecciones presidenciales y a las cámaras legislativas es "No pienso votar". O "Votar por cualquiera es más de lo mismo". O "No pienso inscribirme en los registros electorakles". O "Lo único que les importa (a los políticos) es su bolsillo". Etc…

¿Por qué? En parte por haber elevado el consenso sin consulta ciudadana a categoría política, en parte por desprecio a esa misma ciudadanía, en parte por autismo, en parte por ambiciones personales (o lo que es peor, por sentirse iluminados), en parte por deficiencias graves de la dirigencia, en parte por la influencia exterior –la que llega, larvada, de Ecuador, Bolivia, Venezuela y probablemente a la que se comienza a sumar de la resistencia hondureña–, las militancias en la base de las pirámides partidarias descubren que la peculiar "transición a la democracia" de los años noventas les quitó voz, derechos, instancias y las convirtieron en algo parecido a marionetas.

Acaso, como en una vieja canción-marcha, el pueblo ha dicho basta y echado a andar. Sin capitanes, bombardeada por la desinformación, engañada y soimetida a una capitis diminutia buena parte de la ciudadanía intente recuperar el sentido de lo ideológico: adquirir herramientas para comprender y cambiar la sociedad. Y eso se llama política.

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