CHINA BAJO PRESIÓN

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Cuando Deng Xiaoping consolidó el poder en 1978 tomó la resolución estratégica de concentrar todas sus fuerzas en una nueva revolución para construir una base económica y la modernización de la Nación tan rápido como fuera posible. En un mundo moderno el poder económico e industrial es el pre-requisito necesario para el desarrollo de la fuerza militar y el estatus de un gran poder mundial.

En 15 años Deng transformó China en un poder industrial semi desarrollado logrando lo que el gran salto adelante de Mao no pudo. La estrategia del constante desarrollo económico y de la industria de exportación requiere de relaciones amistosas con Estados Unidos, Asia y Rusia. Una vez lograda la fuerza económica, según Deng, China podrá empezar a desarrollar su capacidad militar para asegurar su estatus de super poder mundial. Para el Occidente y el Asia China representa hoy día un enorme mercado para la producción y consumo de mercancías de todo tipo. Pero, también, es un rival comercial poderoso que pone en peligro el trabajo industrial doméstico frente a la importación de mercancías mas baratas que China es capaz de producir.

Históricamente los bordes de China han sido bastantes borrosos, especialmente en la región occidental donde se encuentran Tibet y Sinkiang. Los emperadores chinos se contentaron por miles de años con ejercer dominio, pero no gobierno, en las regiones fronterizas del imperio a condición de que los estados ubicados más allá de sus mal definidas fronteras le rindieran tributo y obediencia. Cuando alguno de ellos tenía la audacia de desafiar su autoridad el emperador mandaba expediciones para castigarlos. Una vez terminada su misión abandonaban el territorio.

En la misma forma han procedido los líderes chinos actuales. Mao envió 500.000 “voluntarios” a Corea por temor a que EEUU pudiera derrotarla. Terminado el peligro la expedición se retiro de la península. En la guerra de Vietnam despacho 320.000 soldados para ayudar a los vietnamitas en contra de EEUU. En 1962 Mao envió 8.000 hombres para expulsar al ejército hindú de Ladakh y el oriente del Himalayas, para retirarlas una vez finalizada la misión. En 1979 envía una expedición para castigar a los vietnamitas del norte por “desobediencia”, para luego abandonar el territorio. Durante sus mil años de relaciones con Tibet China siguió este modelo de negligencia benigna y, ocasionalmente, demostraciones de control, hasta 1950 en que toma control del territorio.

Desde fuera China presenta un aspecto monolítico impresionante. Por debajo de esta superficie, sin embargo, existen profundas trizaduras que podrían abrirse en cualquier momento si el gobierno central se debilitara. China ha sido fragmentada muchas veces durante su larga historia. Y esto podría ocurrir rápidamente otra vez bajo un gobierno democrático o pluralista que careciera del poder para mantener a China unida.

Las experiencias del régimen de Kerenski y, recientemente, las de Yeltsin son pruebas suficientes, según el poder dirigente, para evitar su repetición. La amarga historia de los siglos XIX y XX (las guerras del opio, la rapiña colonial y la humillación nacional, la tenebrosa era del caudillismo, la corrupción y la delincuencia) han creado una demanda sicológica por un gobierno fuerte que ponga el poder nacional y la cohesión antes que los derechos humanos y la democracia. Después de las demostraciones de Tiananmen Deng le expresó al primer ministro de Singapur, Lee Kuan Yew, que “si hay que dispararle a 200.000 estudiantes, dispararemos, porque la alternativa es China en caos por otros 100 años”.

Una China dividida puede tentar a Rusia a tomar Manchuria y Xinjiang, a Vietnam a capturar las regiones del borde en Yunnan y Guangzhon y, por supuesto, India a anexar Tibet y la región sureña del Xinjiang-Aksai Chin. China tiene buenas razones para temer un retorno al siglo XIX cuando el imperio celestial fue despedazado por los poderes extranjeros. La integridad territorial, de la que Tibet es parte, es fundamental para la unidad China, de acuerdo a sus dirigentes, y toma precedencia sobre la cuestión de los derechos humanos. El mismo interés nacionalista opera, igualmente, en sus relaciones comerciales con el exterior y la generación actual pareciera estar dispuesta a defender este principio.

Lo más probable es que los próximos dirigentes, en los que algunos liberales han puesto las esperanzas, no sean demócratas al estilo occidental. En la historia de China nunca ha habido nada que remotamente se aproxime a la democracia durante sus 5.000 años de existencia. La sociedad, la filosofía y el gobierno participan de una tradición decididamente autoritaria. Idealmente los chinos prefieren un líder poderoso cuyas acciones se basen en la costumbre, el consejo de una elite consultiva y el buen ejercicio del juicio y la sabiduría.

A pesar de las declaraciones en defensa de los derechos humanos y la independencia del Tibet las multinacionales y los gobiernos occidentales consideran que sus intereses actuales en Asia pueden ser servidos mucho mejor por un régimen autoritario en Beijing, como el actual, más que con una democracia mutante que arriesga el peligro del regionalismo y la secesión. El futuro político que China siga en el siglo XXI no es claro. El rápido desarrollo económico y de los medios de comunicación, el continuo aumento de las protestas en contra de la pobreza, la corrupción burocrática y la degradación ambiental, eventualmente, disminuirán el poder político y los mecanismos de control del partido. A finales de los noventas empezamos a ver elecciones rurales con buenos resultados y esto podría servir de modelo para la elección democrática de otras autoridades.

Por ahora, pareciera que China, después de la anexión del Tibet y Aksai, no tiene ambiciones territoriales más allá de la re-unificación con Taiwan y las disputas fronterizas con India en los territorios del Karakoran y el Himalaya. El continuo crecimiento del poder geo-político de China, a pesar de que es una amenaza para Asia Oriental, Estados Unidos y Japón, no constituye, necesariamente, conflicto global bélico con EE.UU.

China carece de la estrategia o poder militar convencional que tenía la Unión Soviética. Su interés es solo mantener la obediencia en su patio trasero. Pero, inevitablemente a medida que su poder económico, militar y político crezca, el de EE.UU. disminuirá. Una China militarmente débil le ha permitido dominar el mar de Japón y el mar del Sur de China. Después que China desarrolle sus capacidades militares esto ya no será posible. Por ahora, aparte de Taiwan y los recursos naturales del mar del sur de China, no hay mayores disputas entre Beijing y Washington.

No se puede decir lo mismo, en cambio, de sus vecinos Japón, Rusia e India. Cada uno de ellos se ve a si mismo como el poder dominante del Asia. Cuando China e India alcancen el nivel de consumo de energía “per capita” de Corea del Sur, en el año 2.030, su demanda de gasolina equivaldrá a 120 millones de barriles al día. En el presente, globalmente se consumen entre 70 a 80 millones de barriles al día. Las líneas de conflicto en Asia están claramente dibujadas. Irresistibles fuerzas geo-políticas están en juego. Los dos futuros súper poderes competirán por el dominio de las bastas e inexploradas reservas de gas y petróleo de la inestable región del Asia Central en el momento en que Rusia empieza a re-instaurar su influencia en las ex Republicas soviéticas.

Nuevos poderes o la resurgencia de los viejos pueden, invariablemente, desafiar el status quo o, como eufemísticamente se denomina, la “estabilidad internacional”. Nuevos poderes chocan con los viejos y desestabilizan el orden mundial existente. En Asia vemos el espectáculo de dos viejas naciones rápidamente emergiendo como nuevos súper poderes en medio de una región inestable compuesta de estados pequeños y débiles y una Rusia revanchista. Dos gigantes continentales que lenta, pero, ineluctablemente, se mueven uno en contra del otro al igual que placas tectónicas.

Cuando choquen el mundo se remecerá hasta sus cimientos.

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* Escritores y docentes. Residen en Canadá.

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