China-EEUU, la mayor guerra comercial de la historia

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China creció por la voluntad de su pueblo, pero lo hizo amparado en una cierta displicencia norteamericana. El gigantesco poder militar y cierta hegemonía en el campo de las investigaciones científico-técnicas de última generación produjo en la clase dirigente norteamericana un cierto conformismo, en el marco de los límites del propio sistema capitalista que ellos sostienen.

Una parte de esa dirigencia, además de sentirse cómoda con una globalización que reconocía su liderazgo, tenía la impresión que su futuro consistía en gobernar un imperio eterno y quedarse con los beneficios de ser la cabeza del mismo.

Pero guardando las distancias y como ya vimos, al señalar algunos aspectos de la realidad nacional, las construcciones humanas no son eternas. Ellas también nacen y mueren.

En este caso ese proceso es más claro y definido: El imperio norteamericano -cabeza de la cultura occidental- está dejando paso a un nuevo poder. Éste es también de carácter imperial, se trata de los chinos.

La llegada de Donald Trump, más allá de algunas trasnochadas ideas, representó una respuesta el sentimiento de frustración que comenzaba a instalarse en varios sectores de la sociedad norteamericana. Su gran problema era China que le daba trabajo y mejoraba las condiciones de vida de su pueblo vendiéndole a los ciudadanos norteamericanos todo tipo de productos.

EE.UU, con la “maquinita” de fabricar dólares (aceptados como moneda cuasi universal), pudo –durante largo tiempo- consumir más de lo que producía. Pero la realidad llega. Vino de la mano del desarrollo chino. El dólar empezó a temblequear y el mundo miraba cada vez con más cariño al gigantesco mercado chino.

Da la impresión que EE.UU no puede detener el avance chino, pero sí puede quitarle impulso y hacer demorar un poco más su llegada dominante.

Esa es la esencia del actual enfrentamiento comercial entre ellos, que parece regido por el principio de “ojo por ojo”. La escalada de esa modalidad se sabe donde comienza pero nunca donde termina.

Mañana lunes se pondrá en vigencia la aplicación de nuevos impuestos (del 10%) a 5700 artículos provenientes de China. Los aranceles de esos productos suman unos 200 mil millones de dólares. Ellos fueron precedidos por 34 mil millones de dólares por aranceles, impuestos en el mes de Julio. Éstos, a su vez, fueron complementados con otros 16 mil millones, correspondientes a nuevos productos e incrementos arancelarios de la tasa impositiva, introducidos en agosto.

China le respondió con aranceles por 50 mil millones de dólares y tiene en preparación otra por 60 mil millones, además de anunciar otro tipo de medidas. Trump informa que elevará las tasas al 25%. China le contesta… y podemos seguir, pero hay una pregunta final: ¿Hasta cuándo?

EE.UU acusa a China de no querer negociar y China dice que se trata de la “mayor guerra comercial de la historia”.

Este enfrentamiento crea las condiciones para un debilitamiento masivo del comercio mundial.

En nuestra experiencia nacional las condiciones de una sociedad distinta son apenas perceptibles en unas pocas experiencias y –en lo inmediato- solo tenemos por delante un bienvenido fin del macrismo y la reproducción de un pasado mejor, aunque cargado de debilidades.

En cambio, a escala mundial, el nuevo poder hegemónico está a la vista. Es China. Con ello el predominio mundial, luego de largos siglos, volvería a Oriente. Naturalmente, frente a esa perspectiva, EEUU. -al frente del mundo occidental- resiste. Por ahora, la guerra es meramente comercial.

Juan Guahán

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