Chismes presidenciales – GRITOS Y SUSURROS EN LA CUMBRE ANDINA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Es cierto que, como dijeron los medios de varios países, la reunión de presidentes de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) fue tensa. En el fondo había diferencias sobre los intereses comerciales de cada país –Perú, Colombia, Bolivia y Ecuador– respecto de Estados Unidos. Pero no eran sustantivas. De hecho, el momento más crispado no tuvo que ver con las preferencias arancelarias.

Hubo un nuevo roce entre Evo Morales y Alejandro Toledo, que no trascendió a la prensa pero que presenciaron los mandatarios convocados. Los presidentes de Perú y Bolivia no «colisionaban» desde la Cumbre Unión Europea-América Latina/El Caribe en Viena, en mayo pasado, cuando Toledo hizo un gesto amigable que Morales calificó públicamente de payasada.

Ahora, en el Swissôtel de Quito, Toledo quiso ser nuevamente gentil cuando observó a Morales con una chamarra distinta a la de Viena. Por cierto, cuesta 140 dólares. Los adictos al Evo look pueden ver ofertas de la prenda –así como del chullo-Evo y chompa de alpaca-Evo– en un sitio de internet boliviano para comercio de exportación.

Un fragmento del diálogo en Quito, según dos testigos:

TOLEDO: Hola, veo que has cambiado de casaca.

MORALES: Y tú de corbata.

TOLEDO: No, la tengo de antes.
MORALES: ¿Y ya cambiaste de esposa europea?

TOLEDO (muy enojado): ¡No te permito!

¿Cuánto de las relaciones personales entre los presidentes influye en las relaciones entre dos países vecinos? ¿Y cuánto las diferencias institucionales e ideologías de cada uno? Aunque por lo general son estas últimas las que aparecen documentadas y trascienden, la química personal juega lo suyo y produce escenas como las que se referirán en esta nota, reconstruidas con fuentes de primera mano.

La primera vez

La primera vez que se vieron Toledo y Morales fue en de agosto de 2002. El presidente peruano asistía a la asunción de mando de Gonzalo Sánchez de Lozada, y Morales, que había perdido por menos de 2% las elecciones, le pidió una cita. Hablaron amigablemente en una suite del hotel Radisson de La Paz. Toledo escuchó una directa solicitud del dirigente sindical de 42 años:

–Tú eres el primer hombre auténticamente andino en llegar a la presidencia –no utilizó el término «indígena», según uno de los presentes–. Ayúdame, que yo quiero ser el siguiente.

Toledo dijo que sí, pero no se comprometió a nada. Según un testigo, sostuvo que era importante que el movimiento de los cocaleros bolivianos respetara los cauces democráticos. Por entonces se sabía que Evo Morales simpatizaba con Fidel Castro, pero aún no se lo asociaba con Hugo Chávez.

La segunda reunión se llevó a cabo en noviembre del año siguiente en Santa Cruz, Bolivia, mientras se desarrollaba la Decimotercera Cumbre Iberoamericana. Los sindicatos acababan de echar del poder a Sánchez de Lozada, luego de un mes de 68 muertos, paralizaciones y bloqueo de carreteras.

Evo Morales, uno de los protagonistas, era ahora disimulado sostén del gobierno transitorio encabezado por Carlos Mesa, y aprovechaba la reunión para obtener apoyo internacional. Pero a su modo. Había organizado un Encuentro Social Alternativo, con delegados de los gremios campesinos, a fin de recibir allí a Hugo Chávez y al vicepresidente de Cuba, Carlos Lage, representante de Fidel Castro.

Además, Evo fue a la cumbre oficial, para conversar con Kirchner y Lula.

También pidió una cita y habló con Toledo, pero no en el encuentro sindical ni en la cumbre iberoamericana. Fue una reunión clandestina, de noche. Él puso el lugar: una cantina en una zona popular de Santa Cruz.

¿Por qué? Posiblemente no quería que sus bases radicalizadas supieran que estaba entrevistándose con un mandatario que aplicaba políticas neoliberales. Esto es un crimen en el ambiente sindical campesino boliviano. En cambio reunirse con el antiimperialista Hugo Chávez o con Néstor Kirchner, anti-FMI, iba a tono con el sentimiento de sus bases. Con Lula, el ex dirigente metalúrgico, ni qué decir. «Me siento su hermano menor», declaró Evo a la prensa en Santa Cruz.

De todos modos, quería el apoyo de Toledo, y el presidente peruano aceptó una reunión tan extrañamente convocada –Morales adujo «medidas de seguridad»– en un gesto de buena fe. Sin embargo, había mutua desconfianza entre ambos, y lo que pasó después los puso en veredas distintas.

Toledo tendría una buena relación con Mesa, quien apostó abiertamente a que el gas boliviano saliera por el Perú. Morales, en cambio, precipitaría la caída de Mesa en el 2005, y es partidario de venderle el gas a Chile, aunque para esto tendría que obtener alguna concesión sobre la demanda boliviana de salida al mar.

Durante la reunión Morales aseguró que su movimiento no estaba financiado por el narcotráfico.

–Hay otras fuentes –dijo. Un buen entendedor podría colegir que era Chávez, pues por entonces Morales ya pertenecía a la órbita del venezolano. En todo caso, fue bajo el influjo de Chávez que las relaciones entre Morales y Toledo, que nunca habían sido buenas, pasaron a malas y después a peores.

«Cholo como tú…»

Viendo los hechos en retrospectiva, si Toledo y Morales se hubieran caído bien, tal vez habrían disminuido los roces personales, pero el proyecto de Chávez de todos modos los iba a enfrentar. Esta conclusión es aún más obligada para las relaciones del propio Chávez con el mandatario peruano. Al comienzo, cordialidad y desconfianza mutua. Al final, ruptura.

El 21 de junio del 2001, cuando Chávez y Toledo conversaron por primera vez, este estaba recién elegido y aún no asumía el mando. Chávez, que hacía un vuelo internacional en su avión, llamó a Toledo para aterrizar en Lima y conversar un rato. Toledo fue a recibirlo al Grupo Aéreo 8 y allí dialogaron una hora. Chávez no tenía idea de qué orientación tomaría el nuevo gobierno peruano, e hizo un inicial comentario cómplice:

–Yo soy cholo como tú, Alejandro.

Aquella cita, sin embargo, tenía un punto obligado y de gravedad: Vladimiro Montesinos estaba prófugo en Caracas, supuestamente protegido por el gobierno del visitante. Toledo le preguntó cuándo entregaría Venezuela a Montesinos, y para su sorpresa Chávez respondió:

–Más pronto de lo que creen ustedes van a tener a Montesinos en el Perú.

Tres días después, el propio Chávez anunciaba en Caracas que Montesinos había sido detenido la noche anterior. De modo que cuando regresó a Lima un mes después, para la transmisión de mando, ya no tuvo que responder ninguna pregunta enojosa al respecto. Desde entonces hasta el 2006, Chávez y Toledo nunca tuvieron una relación armoniosa.

No es extraño, pues Chávez nunca se reservó ataques contra los mandatarios que considera alineados con Estados Unidos, Fox y Toledo principalmente. Sin embargo, la excepción es Uribe, quien, luego de varias refriegas verbales, parece finalmente haber encontrado la fórmula del trato directo. Chávez destaca cómo, teniendo tantas diferencias con el presidente colombiano, se lleva tan bien con él.

«Esto sí es una traición…»

Chávez terminó distanciado con Lula, pese a las coincidencias políticas conocidas. Tampoco se llevó bien con el socialista Ricardo Lagos, quien retiró a su embajador en Caracas cuando Chávez declaró que le gustaría bañarse en el mar boliviano. Pero Lagos no dudó en viajar a Caracas a hacer las paces con Chávez para garantizar la victoria de la candidatura chilena a la secretaría general de la OEA, que finalmente obtuvo con los votos influidos por Venezuela.

En cuanto a Néstor Kirchner, que a veces es casi intratable en las cumbres presidenciales –ha dejado reuniones sin despedirse porque algo no le gustó– son llamativas su amabilidad con Chávez y la forma en que acepta sus abrazos públicos. Ambos se llevan visiblemente muy bien, y la explicación no es solo la química personal, si la existiera entre ambos. Chávez compró 1.500 millones de dólares de bonos argentinos y dispuso que la petrolera estatal PDVSA construyera diez buques tanqueros en astilleros de Buenos Aires.

El más defraudado de la relación personal con Chávez ha sido Lula, quien nunca imaginó que estuviera detrás de la nacionalización de Petrobras en Bolivia.

–Me han traicionado –confesó Lula a Toledo, refiriéndose a Hugo y a Evo, durante una reunión que sostuvieron en la Cumbre UE-ALC en Viena.

Lula siempre se llevó bien con Toledo, desde que lo invitó a desayunar a su casa de Camacho, cuando aún no presidía Brasil.

El 1º de enero del 2002, en la noche misma de su juramentación, Lula dejó a Fidel Castro y Hugo Chávez en la recepción oficial, y se fue a cenar con Toledo, su esposa Eliane, y otras dos personas más. Tomaron confianza y Lula le ha llegado a pedir favores.

En octubre del 2005, en la Cumbre Sudamericana de Brasilia, cuando Chávez se negó a firmar una declaración de presidentes que ya había sido negociada con el canciller venezolano, Lula le envió un papelito a Toledo para que lo ayudara a salir del embrollo e interviniera en la reunión. Toledo lo hizo y ayudaron otros más. Al final Chávez firmó, pero haciendo sudar a los brasileños.

En la Cumbre Sudamericana anterior, en Cusco, había tenido lugar el mayor entredicho privado entre Toledo y Chávez, luego de que un servicio de inteligencia peruano identificó a un grupo de venezolanos que iba a organizar una falsa protesta popular contra Toledo, en una ceremonia pública.

–Esto sí es una traición –le dijo Toledo a Chávez. Chávez negó conocer los hechos.

En cuanto a Evo Morales, su mayor agresión pública contra Toledo se produjo luego de que Hugo Chávez dijera que Venezuela abandonaría la CAN si Perú y Colombia no daban marcha atrás en la firma de un TLC con Estados Unidos. Morales intervino de inmediato, dijo que haría lo mismo y llamó traidor a Toledo.

Un mes antes, en Santiago de Chile, el día que Michelle Bachelet asumió la presidencia, Morales lo había llamado «hermano mayor» durante una entrevista que ambos sostuvieron en el hotel Crown Plaza a pedido del boliviano, «para solicitarle apoyo y consejo», según fue informado públicamente. Morales pidió contactos comerciales en Europa y no mencionó una sílaba sobre las negociaciones entre el Perú y Estados Unidos para firmar un TLC.

Tolido… perdón… Toledo

Bolivia no se retiró de la CAN y la semana pasada Evo Morales terminó asumiendo su presidencia rotativa. A Bolivia no le convenía abandonarla porque necesita lograr de Estados Unidos una ampliación de las preferencias arancelarias andinas (ATPDEA), que vencen el 31 de diciembre y afectan los países que no suscribieron hasta entonces un TLC con los norteamericanos.

En este interés coincide con Ecuador, cuyo TLC no está negociándose desde que fueron rescindidos los contratos a la OXY. Finalmente la reunión de Quito terminó aprobando una solicitud de ampliación del ATPDEA de la CAN, luego de la inicial negativa de Perú.

Toledo arguyó que el motivo de la reunión era otro: la estrategia de negociación de una asociación comercial con la Unión Europea. Pero en el fondo, no quería que el pedido ampliatorio debilitara la aprobación del TLC entre Estados Unidos y el Perú en los congresos de cada país. Pese a que hasta había amenazado con no ir a Quito, cuando obtuvo un texto conveniente se allanó.

Evo Morales no olvidó las reticencias peruanas, y cuando empezó su discurso de orden en el auditorio del Swissôtel, se dirigió por su nombre a sus colegas presentes y pronunció como un gringo el nombre del presidente peruano:

«Señor presidente del Perú, Alejandro Tolido… perdón… Toledo».

Luego agradeció al ecuatoriano Alfredo Palacio su hospitalidad, al colombiano Álvaro Uribe su cooperación, y al peruano Alejandro Toledo, el hecho de «haber, por fin, venido a esta cita».

Mientras hablaba, Morales podía ver que el canciller peruano, Óscar Maúrtua, dormía ostensiblemente. Después de todo, una manera de decir que Torre Tagle no estaba de acuerdo con sus palabras. Cuando concluyó, el maestro de ceremonias dio por terminado el acto sorpresivamente y anunció una conferencia de prensa de Evo Morales en el salón contiguo.

Toledo, que no esperaba el corte y deseaba intervenir, hizo visible su contrariedad.

Fue a la sala donde se esperaba a Morales y ocupó la mesa del conferencista. El recinto se llenó de periodistas, que lo interrogaron durante media hora. Ganado por puesta de mano, Evo Morales canceló su conferencia de prensa y subió a su habitación.

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* Periodista.
Artículo publicado el 18 de junio de 2006 en la sección Política del diario El Comercio de Lima (www.elcomercioperu.com.pe).

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