Cine en TV: qué significa respeto a la propiedad intelectual

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La cadena TV4, con fuertes capitales noruegos, es la más importante estación de televisión comercial sueca. Vilgor Sjöman y Claes Eriksson son dos realizadores de cine. Demandaron a TV4 por faltarle el respeto a su trabajo. Los filmes Alfred -una biografía del tipo «no autorizada» del inventor de la dinamita y fundador de los Premios Nobel- y El tiburón que sabía demasiado, cuyos derechos había adquirido la estación para retransmitirlos en su programación fueron interrumpidos, como es costumbre en la televisisón mundial, por anuncios comerciales.

Esta práctica no atenta contra llas disposiciones de la ley sueca sobre TV y radio, pero los cortes no figuraban en el contrato suscrito entre la cadena y los cineastas ni éstos posteriormente los autorizaron. Eriksson y Sjöman son ampliamente conocidos en Suecia por su trayectoria en el cine.

Sjöman, una vez conocida la sentencia judicial, señaló a los medios informativos que se había dado un gran paso hacia el respeto de la obra cinematográfica, que las estaciones de TV -o las distribuidoras- no vacilan en mutilar para «adaptarlas» a una audiencia tipo y de esa manera obtener buenos ingresos por los cortes de propaganda comercial que convienen con los anunciantes.

El juzgado de la capital sueca estimó en su sentencia que TV debe pagar las costas del juicio e indemnizar generosamente a Vilgot Sjöman y Claes Eriksson por la violación «de la calidad artística de sus obras».

Es de consignar que desde hace por lo menos 30 años los cineastas europeos reclaman -sin éxito- por los cortes, las interrupciones y la desnaturalizaciòn de que muchas veces son objeto sus obras difundidas por la televisión. En EEUU el asunto tiene características diferentes, por cuanto el dueño de los derechos sobre las obras cinematográficas no es el director, el productor ejecutivo o el guionista, sino la empresa productora o, en algunos casos -cuando no se trata de una misma corporación-, la distribuidora.

La felicidad de los amantes del cine y de los realizadores, sin embargo, no es el correlato de un triunfo definitivo: en los sucesivo y ante el precedente sentado en Estocolmo, los canales comerciales eurpoeos exigirán en los contratos una cláusula que los habilite para interrumpir las películas con las «tandas» de comerciales.

A los cineastas latinoamericanos la lucha de sus colegas europeos es algo lejano; por lo general en su tierra las televisoras comerciales no se interesan por su trabajo y allí donde el Estado se ha reservado canales culturales suelen ignorar su existencia, lo que es particularmente triste en el caso del cine documental.

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