Colombia. – LOS MISTERIOS URIBISTAS

914

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Desde los tiempos –para no ir más atrás– del sonado debate del senador Petro, en el cual se evidenció el aumento del paramilitarismo cuando Uribe era gobernador de Antioquia, hasta el ‘destape’ de las interceptaciones telefónicas de opositores, periodistas y, claro, de los ‘paracos’ recluidos en Itagüí, el uribismo ha acelerado su declive.

El caso estruendoso –aunque él lo ha desviado con habilidad– de la parapolítica, es decir, de sus copartidarios vinculados con la criminalidad paramilitar, ha sido una expresión de su talón de Aquiles. Cuando un senador de oposición calificó el fenómeno como «parauribismo», algunos de los ministros patalearon. Zapateaban, que ni en un baile flamenco. Sin embargo, al presidente al respecto lo envolvió el mutismo.

Como eco de las acusaciones en el Senado realizadas por Gustavo Petro, y luego del recto a la mandíbula de Al Gore, el presidente Uribe, en una desesperada rueda de prensa, señaló que su gobierno hacía seguimiento o inteligencia (espionaje) a miembros de la oposición. Otro descalabro que, no obstante, él matizó con furias o contestando lo que no se le había preguntado.

Más tarde, su actitud reverencial frente a dignatarios de los demócratas gringos en Washington, para que el leonino TLC sea suscrito, lo mostró en su dimensión de prosternado. Ya no solo frente a Bush, sino ante los opositores de éste. Y, como para contentar a los partidarios de Clinton y Al Gore, nombró una ministra negra (o afrodescendiente, como estila el eufemismo).

Digamos que hasta ahí son movidas de ajedrecista más o menos entendido. El momento cumbre -hasta ahora- llegó con las revelaciones de que el Estado colombiano intervenía los teléfonos de opositores, periodistas y también de los paramilitares detenidos en la cárcel de Itagüí. La reacción del presidente, en la que cayeron 12 generales de la Policía, pareció suscitarse por la interceptación a los ‘mal llamados’ paramilitares.

foto

Pero el colmo, o, de otro modo, su atentado contra el Estado Social de Derecho, llegó una noche cuando anunció su propuesta de excarcelación de parapolíticos, guerrilleros y a los paramilitares que estén con la verdad. Invocando una medieval ‘razón de Estado’, una maquiavélica postura autoritaria, tan atropelladora que hasta cayó mal entre sus antiguos escuderos, Uribe agregó una sutileza, más propia de un director de cine de suspenso o autor de novela negra que de un estadista demócrata: el 7 de junio el país sabrá el por qué de la tal medida.

Algunos de sus incondicionales han interpretado la desbordada actitud presidencial como un extraño retorno a la ‘caguanización’ pastranista, pero también, desde otras orillas, como una cortina de humo para tapar tantos escándalos y desaciertos juntos. En los corrillos urbanos la gente dice que el presidente se está dejando presionar de sus ‘amigos’ encarcelados.

Una ‘razón de Estado’, en contravía de la promovida por Maquiavelo, podría ser invocada en Colombia: un país en el que la mentira ha sido la constante, en particular sostenida por los políticos, debería imponer, ante todo, la justicia y la verdad. Porque, como va el negocio, todo parece indicar que lo que quiere el presidente es una ley de punto final.

Sí. Excarcelar para perdonar y olvidar. Para que las víctimas, ahora sí, desaparezcan del todo. Para que los que perdieron sus parcelas y sus raíces, se queden sin memoria. Sin el santo y sin el milagro. Porque lo que se está buscando, tal como lo señalan los hechos, es más impunidad.

Ya ni siquiera se trata de ‘cárceles cinco estrellas’ o de casa por cárcel, sino de excarcelación. Y entonces querrá decir que la tal ley de Justicia y Paz es insuficiente, que no es más que un aporte a la impunidad pero sin contribuir a la justicia y a la paz. Porque, por ejemplo, si se intenta buscar la reconciliación nacional ésta no puede estar basada en la mentira, ni en la injusticia, ni en perdonarlo todo. Hay que ceder en varios aspectos.

Pero lo extraño es por qué siempre los vencidos, las víctimas, los que padecen las desgracias, tienen que perder. Por qué negar el castigo, aunque sea de penas mínimas -como el que contempla la ley de Justicia y Paz- , a los criminales. El 7 de junio tal vez se conozcan los nuevos misterios de Fátima. Y, como se cree, todo será como en el parto de los montes. Ah, mi vecina ha dicho: ‘En Colombia a los criminales les va muy bien’. Razones tendrá la doña.

————————————-

* Periodista. En la agencia independiente de noticias argentina ARGENPRESS.
www.argenpress.info.

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.